viernes, 6 de mayo de 2011

El llanto del Atardecer. Capítulo 1: La boda



Capítulo 1: LA BODA

El Sol asomaba por el horizonte aquella mañana más brillante y vivo que nunca. Las nubes se disipaban lentamente en el cielo y los pájaros cantaban alegremente. El día se mostraba luminoso. El agua del mar desplegaba chispas blancas y las conchas se refugiaban en la arena húmeda arrastrada por las olas. Unos pies mojados y finos se hundían bajo la arena húmeda. Reinaba el silencio. De pronto, los pies empezaron a moverse.
- Sabía que vendrías, Carl.- dijo el dueño de aquellos pies mojados.
Un hombre delgado y moreno se acercó al cuerpo cutos pies era propietario.
- No ha pasado mucho tiempo, Bianca.
Carl besó en los labios a la chica. Después, la cogió de la mano izquierda y se la llevó a pasear por la playa. El amanecer aparecía marcado en el cielo.
- ¿Qué fue de la Black Faith después de que yo me fuera un tiempo?- dijo Carl sonriendo.
- Más o menos igual. Los chicos siguen traficando con la cocaína y consiguiendo cada vez más y más dinero.
- Bien, así me gusta. Somos un gran equipo. Steve estaría orgulloso de ti, Bianca.
La chica se paró y miró fijamente a Carl.
- No lo nombres. No pronuncies su nombre…
- Vaya, lo siento preciosa.
- Hace ya tres años de aquello…
- Recordar te hará más daño, cielo. El tiempo lo cura todo…
- Su recuerdo nunca se borrará de mi mente. Estaba locamente enamorada de él. Me siento culpable de su muerte.
- No te atormentes más, Bianca. Fue un error.
Carl se precipitó a darle un beso a la chica pero ésta desvió los labios y siguió caminando. El chico, con una mueca de rabia, se fue detrás de ella.

*

Las campanas de la iglesia sonaban alegremente en la mañana. El novio, Alan, esperaba en el altar con nervios. El sudor avanzaba por su cara como si fuera una inundación. Miró el crucifijo que tenía enfrente y cerró los ojos. La gente invitada pasaba a la iglesia hablando con emoción. Amanda, regalando a su hijo una de sus mejores sonrisas, pasó su mano por encima del hombro del chico.
- Todo saldrá bien, cariño.
- Mamá, no sé si Rose estará segura de casarse después de tres años de relación…
- Vuestro amor es fuerte y puro, Alan. Es el momento de la unión. Esta es la decisión de vuestras vidas, un paso más para vuestro amor.
El órgano de la iglesia empezó a sonar y todos los invitados se pusieron de pie. Rose, acompañada de Richard, entraba por la puerta. La chica miraba a un lado y a otro, observando a la multitud que había en los bancos. En pocos segundos, Rose se encontraba con su futuro marido, Alan.
- Es la hora.
- ¿Preparada?
- Más que nunca, Alan.
- Ni te imaginas el amor que siento por ti.- dijo Alan con lágrimas en los ojos.
- Te amo con todas mis fuerzas. Es el momento. El sacerdote está aquí.
El sacerdote se colocó frente a los novios y abrió La Biblia. Mientras leía unos pasajes del libro, la chica contempló el rostro iluminado de Alan. Sonrió y bajó la mirada. La iglesia enmudecía mientras el sacerdote hablaba.
- Alan Jones, ¿prometes ser fiel a Rose Doyle en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte os separe?
Alan miró a su chica con los ojos iluminados.
- Sí, sí quiero.
- Rose Doyle.- continuó el sacerdote.- ¿Prometes ser fiel a Alan Jones en lo bueno y en lo malo y en la salud y la enfermedad hasta que la muerte os separe?
Rose miró al público y después a Alan. Segundos después, cerró los ojos y sonrió.
- Sí, padre. Sí quiero.
Alan sonrió y volvió a llenar sus ojos de lágrimas de emoción. Una vez los anillos puestos, el sacerdote hizo la señal de la cruz a los novios, recitando una oración en voz baja.
- Muy bien, Alan. Puedes besar a la novia.
El chico le levantó el velo a Rose y la besó con todo su amor. Richard, el padrino y Veronica, la madrina comenzaron a romper el silencio con aplausos. Toda la iglesia siguió el ejemplo y en menos de dos segundos, miles de manos se movían para aplaudir a los recién casados.
Amanda, que estaba de pie en el primer banco, lloró de emoción al ver a su hijo felizmente casado. Lily y Ray no podían contener la alegría y les sonrieron a los novios. Brian, que estaba al lado de su tía Amanda, le guiñó a su primo Alan. Después de algunas palabras más, los novios caminaron por el pasillo central de la iglesia para salir. Una llovizna de pétalos de rosa se les vino encima al salir del edificio. Entre gritos y aplausos se encaminaron al coche, donde les llevaría a su luna de miel horas más tarde. Cerca de todo aquel jaleo de familiares y amigos, una persona muy unida a Alan se escondía tras una esquina. Era Bianca, que contemplaba como su hermano se marchaba felizmente casado con Rose, su terrible enemiga. 

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