lunes, 31 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 7


Capítulo 7

Aquella noche, Alan decidió quedarse en el hospital con Rose. Mañana, la chica saldría y todo volvería a ser como antes.. o no. La amistad que forjaron los dos chicos era más fuerte de lo  que imaginaban y los sentimientos se mezclaban en lo más profundo de sus corazones. Por una parte, Alan sentía algo bastante bonito por la bella chica. Era algo que no se podía describir. Una sensación de placer y armonía. Por otra parte, a Rose le empezaba a gustar Alan. Se había comportado muy bien con ella y sus sentimientos hacia él cada vez eran mejores. La noche transcurría sin ningún problema. El otoño ya estaba asomando por el horizonte. Hacía fresco pero no frío. La Luna, como cada noche de verano, alumbraba el precioso cielo nocturno y las nubes, junto al cantar de los pájaros, anunciaban el final de una estación calurosa: el verano. La ventana de la habitación de Rose estaba abierta para que entrara la brisa de la noche. Alan leía un libro de aventuras que le regaló su madre el día de su cumpleaños y Rose, se paseaba por las praderas de Marte.

- ¡Ey, Rose! ¿Cómo te va tu viaje a Marte?
Rose dio un brinco hacia adelante.
- ¿Marte? Estamos en La Tierra.- dijo la chica haciéndose la tonta.
- Eso no lo dudo. Me refería a que estás con la mirada perdida, como si no estuvieses en este planeta.- dijo Alan creyéndose a fondo el numerito.
- Te estaba tomando el pelo, Alan. Sé lo que es estar en Marte. Uso mucho esas expresiones.
- Vaya, perdone usted, señora Rose.- dijo el chico riéndose.
Rose soltó una leve carcajada y miró a Alan.
- Esta será la última noche que estés conmigo en el hospital.
- Tú lo has dicho, en el hospital.
Rose se encogió de hombros.
- Ahora más que nunca te necesito…- dijo la chica con los ojos llenos de pequeñas lágrimas.
- Ey, ey, Rose. No llores, mujer. Siempre me tendrás aquí. Sé que nos conocemos de poco tiempo pero, ya eres como una hermanita para mí.
- Vaya Alan…te has portado tan bien conmigo…de verdad, no tengo palabras.
- Me conformo con tu amistad y con las noches locas que pasemos en las calles de Washington.- dijo Alan acariciendo a la chica y haciendo unos cuantos movimientos locos con las manos.
- Eres un amor.- susurró Rose, y acercó su boca a la mejilla del chaval, que se sonrojó de momento.
Alan se volvió a sentar y miró la hora. Eran las diez y media de la noche y estaba muy cansado. Miró a la chica de sus sueños y le dio las buenas noches. Rose hizo como si cerrara los ojos y sonrió.
- Tienes el interruptor de la luz ahí al lado.- dijo Alan con una gran sonrisa.- Cuando quieras dormir, solo tienes que apagarlo. Buenas noches, princesa.
El chico cerró los ojos de inmediato y se apoyó en la silla, donde se quedó durmiendo rápidamente. Rose se quedó mirándolo un buen rato y en ningún momento se le borró la sonrisa de la cara.
<<Buenas noches, príncipe>>
Y diciendo esto, la recuperada chica apagó la luz y se durmió.

*

Al día siguiente, Bianca fue por la tarde a casa de su amigo Steve. Traía noticias frescas. Cerró la puerta y se sentó en el sillón del salón. Steve cogió un vaso de zumo y mientras la miraba con una pizca de molestia, se bebió la bebida lentamente.
- ¿Qué te trae de nuevo aquí, cielo?
- ¡Traigo algo que te puede interesar!
- Soy todo oídos…
- ¡ROSE DOYLE! ¡ES ROSE DOYLE!
Steve escupió el zumo.
- ¿QUÉ? ¿ROSE DOYLE? ¿ES ROSE DOYLE?
- Sí, lo es.
- ¡MALDITA SEA! ¡TENEMOS UN GRAN PROBLEMA!
- Relájate Steve. Pensemos algo.
- MATARLA. ¡Si muere, no nos molestará más!
- Creo que mi hermano está pillado por ella…
Steve se acercó a Bianca y la miró enfadado.
- Bianca, ¡es un estorbo en nuestras vidas!
- Pero…
- ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¿Ocultas algo?
- Hay algo que no sabes, Steve.
Bianca se levantó despacio y se tocó la cadera suavemente. Después, se frotó las manos y caminó rápido.
- ¡Bianca, no me hagas más esperar!
Steve soltó el vaso de zumo en la mesa y se cruzó de brazos.
- Dime por qué no quieres borrar del mapa a Rose Doyle.
- No puedo matarla. Si lo hago, no me lo perdonaría y los remordimientos me juzgarían eternamente. Steve, como ya sabes soy hija adoptiva y hace meses me enteré de que, ROSE ES MI HERMANA DE SANGRE. 

sábado, 22 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 6


Capítulo 6

Bianca estaba en casa de Steve por la mañana. Se sentó en una silla y suspiró. Steve le trajo un vaso de agua, puesto que parecía nerviosa. Solo faltaban unas horas para que su madre y su hermano fueran a ver a Rose, la chica que hace unos días estaba tirada en la carretera, herida.

- Dijo Rose… ¡mi hermano pronunció su nombre!
- ¿Te das cuenta del peligro que puede suponer eso?
- Ya lo sé.- dijo Bianca nerviosa.- Tenemos que hacer algo.
- Ahora vas al hospital con tu madre y con tu hermano a ver a esa chica, ¿no?
- Sí.
- Tengo una idea.- dijo Steve pasándose la mano por la barbilla.- Si esa chica que dices es Rose Doyle, llámame esta tarde.
- Le falla la memoria, así que no se acordará de mí.
- Mejor. Más a nuestro favor.
Steve acarició a Bianca suavemente.
- Rose…Rose… ¿y nosotros?
- ¿Nosotros, qué?
- ¿Jugamos…?
Bianca se desabrochó los botones de su chaqueta y empezó a besar en el cuello al delincuente.
- Soy toda tuya…
Y sin ninguna palabra más, los dos fueron a la habitación a hacer el amor. Eran las once de la mañana cuando Amanda cogió su bolso y entró en el vestíbulo. Alan se estaba terminando de peinar y Bianca entró por la puerta. La madre de los chicos miró a un cuadro de su marido y sollozó disimuladamente. Su hija de dio cuenta y le pasó la mano sobre los hombros. Acto seguido, le abrazó. Alan salió del baño soltando el peine de una forma brusca. Tenía mucha prisa. Corrió al vestíbulo y se miró en el espejo. Cuando estuvo preparado, todos salieron por la puerta. Bianca estuvo todo el camino hablando sobre Steve, a lo que su madre le regañaba. A Amanda nunca le gustó ese chico. Aunque no sabía que era traficante, las pocas veces que lo había visto, no le había causado buena impresión. Alan miraba el cielo y se imaginaba a Rose recuperada. Esperaba ansioso llegar al hospital para verla bien después del susto de ayer. También miraba sus pies, que avanzaban a paso firme por el suelo. Mientras él estaba sumergido en su mundo pensando en Rose, oía las voces de su madre y de su hermana desvaneciéndose en aquel mundo exterior a él. Llegaron al hospital y entraron rápidamente. Los tres tenían ganas de conocer a la misteriosa chica. Alan porque sentía algo por ella y cada vez era más fuerte, Bianca porque quería verle el rostro y comprobar si era la chica que decía ella y Amanda porque tenía interés en saber quién era la nueva amiga de su hijo. Gracias al doctor Drew, que los atendió estupendamente, pudieron llegar a la habitación de Rose. Tocaron a la puerta y al ver Rose llegar a Alan, sacó una sonrisa. Su asombro fue cuando vio entrar a Bianca. Sus manos se volvieron icebergs. Sus ojos se abrieron y empezó a temblar.
- Buenos días, Rose. Te traigo visit…
Alan se acercó a la chica.
- ¿Qué te pasa?
- Nada…Alan…nada. No te preocupes.
Amanda caminó hasta llegar a la cama donde la chica descansaba y le sonrió.
- Soy la madre de Alan, Amanda. Encantada.
- Igualmente, señora.
El temblor cesó y el frío se fue de Rose. Le sonrió a Amanda y desvió la mirada hacia Bianca. De nuevo, temblores en las manos y frío por todo el cuerpo se abalanzaron sobre la chica.
- Yo soy Bianca.
Rose tuvo la sensación de haber visto antes a la persona que tenía delante, la hermana de su salvador.
- Tú debes de ser Rose, ¿me equivoco?
- No, no te equivocas. Soy Rose. Rose Doyle.
El corazón de Bianca dio un vuelco. De pronto, sintió un mareo. Alan se acercó a cogerla del brazo pero enseguida pasó todo.
- ¿Nos conocemos de algo, o nos hemos visto antes?- le dijo Rose a Bianca con un tono de voz serio.
- No…creo que no…-dijo Bianca desviando la mirada hacia su madre y su hermano.
- Te habré confundido.- dijo Rose bajando la cabeza.- Lo siento.
Alan interrumpió de repente.
- ¡Parece ser que estás mucho mejor que ayer!
- Sí, Alan. Me curé de lo de ayer, aunque el miedo que pasé…
- ¿Cuándo te dan el alta, Rose?- dijo Amanda, sonriendo.
- Pues si todo va bien, mañana. ¡Menos mal! Estoy harta de estar aquí encerrada, y me aburro mucho.
Rose intentó coger el vaso de agua que tenía en la mesita de noche. El chico, respirando hondo, se lo acercó con cuidado.
- Gracias.- sonrió Rose.
- No hay de qué, Rose.- dijo Alan tocándose el pelo.- Pronto saldrás de aquí. Tengo una sorpresa para ti, pero debes ponerte bien.
- Me encantan las sorpresas.
El ambiente que se respiraba en la habitación era espléndido. La única que no estaba contenta era Bianca, que se quedó mirando a Rose con odio y rabia. Cada vez bajaba más la cabeza. La chica se daba cuenta de que estaba recibiendo miradas negras, pero no le importaba. Estaba segura de que Bianca tenía que ver algo con su pasado y estaba dispuesta a saber lo que era. 

lunes, 17 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 5


Capítulo 5

Eran los amigos de Alan. Veronica lucía una blusa llamativa y tenía los ojos pintados de un negro claro destacado. Richard parecía todavía dormido. Ray, en cambio, estaba mucho más espabilado que su amigo. Cerraron la puerta por donde habían entrado y se sentaron en un par de sillas que había repartidas por toda la habitación. Ray se quedó de pie. Rose saludó a los visitantes que les mostraron una amplia sonrisa en la cara. Alan tenía una mirada satisfecha y placentera y mientras que Veronica le hablaba de lo que le había ocurrido por el camino, miraba a Rose con más sentimiento que nunca. No había duda. Estaba empezando a enamorarse de aquella chica a la que recogió en la calle una noche al lado de ‘Honey Village’.

- Vaya, que chica más guapa. Encantado, soy Richard. Soy amigo de éste idiota que ves aquí.- dijo Richard a carcajadas.
Alan lo miró con una mueca de molestia pero a la vez, sonriendo.
- Gracias, igualmente. Alan me ha hablado mucho de vosotros. Sois Veronica, Ray, Brian y Lily los demás, ¿no?
- Exacto.- dijo Veronica dejando que su dulce voz impregnara todo el ambiente.- Es un placer.
- Lo mismo digo.- dijo sosamente Ray.
Tras sonreír brevemente, Rose se inclino para adelante. Le dolía la cabeza. Al principio fue un dolor pasajero pero esa molestia cada vez se hacía más fuerte. Un pequeño grito de dolor de la chica hizo que Alan llamara a un médico. La enfermera entró deprisa a la habitación con los ojos bien abiertos. Se sentó en el borde de la cama. Algo había pasado. Después de unos segundos de inspección, la enfermera bajo la mirada y una expresión triste en su faz hizo que Alan se pusiera nervioso.
- ¿Qué pasa? ¡Qué le pasa! ¡Conteste enfermera!
- Me temo que mañana no es un buen día para darle el alta como dijo el doctor Drew.
- ¿Qué le ocurre?
- Los calmantes que le dimos no han reaccionado bien. Esto puede ser el inicio de un problema importante. Su cuerpo está tomando medidas.
- ¿Qué le va a pasar?
- Llamaré al doctor.
La enfermera salió disparada de la habitación, corriendo como una bala. El doctor Drew no tardó mucho en llegar. Acarició a Rose suavemente y le susurró palabras para tranquilizarla. La chica cada vez estaba más calmada.
- Alan, parece ser que los medicamentos no responden bien al cuerpo de Rose, así que habrá que administrárselos de nuevo a ver si hay suerte esta vez. Tranquilo, no le pasará nada. Tenemos que llevarla a observación y mañana te informaremos.
- ¡No dejes que le pase nada…por favor!
- Alan, confía en mí.
Rose se desmayó. Con la mirada seria, el doctor sacó en camilla a la chica con ayuda de otros enfermeros. Verónica intentó consolar a Alan, que había empezado a sollozar.
- Todo saldrá bien, Alan. Tranquilo.
- Nunca había visto a una chica tan diferente…
- Se le ve simpática. ¡Hacéis buena pareja!
Verónica consiguió que el chico sacara una sonrisa. La esperanza es lo único que se pierde y Alan decidió ser fuerte. Necesitaba un descanso. Sobre las diez, llegaba a su casa, cansado por el ajetreo. Su madre estaba preparando la comida. El chico se sentó en la mesa dispuesto a cenar donde le acompañaba su hermana Bianca.
- Con lo de papá, no os he contado lo de Rose…
- ¿Rose?- dijo Bianca extrañada.- ¿QUIÉN ES ROSE?
- Es una chica que me encontré hace unos días al lado de ‘Honey Village’. Estaba herida y la llevé al hospital.
- ¿Cómo es su apellido? ¡Cómo es su apellido!
- ¿La conoces, Bianca?
- Eh…no.- disimuló la chica desviando la mirada.
Amanda puso los platos sobre la mesa y también vasos y cubiertos. Miró a su hijo con dulzura y esbozó una sonrisa.
- Mañana iré contigo a verla al hospital. Quiero conocerla.
- Yo también.- dijo Bianca con intriga.- Tengo curiosidad…
- Espero que esté bien. Esta tarde, se ha puesto enferma porque los medicamentos no han reaccionado bien a su cuerpo.
Alan bajó la mirada. Cogió la cuchara y empezó a comer el plato de sopa caliente que tenía delante. La preocupación le visitó una vez más. Por una parte, estaba la intriga y los nervios que sentía por Rose. Por otra parte, mantenía la esperanza y sabía que todo iba a salir bien. Ahora más que nunca debía de confiar en los médicos. Después de terminarse la sopa, se retiró a su cuarto, aún con la imagen de la chica en su cabeza.
<<¿Qué me está pasando? ¿Estaré empezando a sentir algo por ella? ¿Qué será el amor? ¿Lo conoceré pronto?>>
Un cosquilleo de energía inundaba el interior del chico. Estaba muy cansado. Se dio una ducha rápida y se acostó. En la cama, no dejaba de pensar en Rose. Era como si la tuviera al lado, como si la estuviera mirando dormir. Su carita dulce, tierna y graciosa que se perdía en la mirada del chico. Cerró los ojos con la esperanza de dormir, pero no pudo. Mañana debía de ir con su hermana y con su madre al hospital a ver como seguía Rose y los nervios le comían poco a poco por dentro, cada vez más y más. La noche parecía eterna para el chico, que parecía no ver la luz del Sol salir por el horizonte. Aunque le costó conseguirlo, rendido, se durmió.

viernes, 14 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 4


Capítulo 4

- Suéltame mamá…ya no me podrá hacer nada.

- Amanda…dicen que cuando estás a punto de morirte, dices la verdad y te arrepientes de lo que has hecho en tu miserable vida…- dijo Leonard cada vez agonizando más.
Amanda se acercó a su marido y le miró a los ojos.
- Sé que te he maltratado y te he tratado como a un perro. Solo es culpa mía. Pero son muchos años de casados y quiero que antes de morirme, tu imagen sea lo último que capte mi retina.
- Leonard…no te puedes morir…tienes que vivir y rehacer tu vida…
- Amanda, es lo que me merezco y lo reconozco. Ahora que, dentro de unos minutos mi corazón se va a parar para siempre, prefiero morir aquí en vez de en un hotel solo. Alan, quizás no querrás saber nada de mí ya, pero te sigo queriendo como el primer día que te vi en el hospital en brazos de tu madre. Bianca, un arco iris de alegría me inundó el alma cuando supe que iba a adoptar a una niña tan hermosa como tú. Mira en lo que te has convertido, en toda una mujer. Amanda, solo puedo pedirte perdón ya que otra cosa no podré hacer. He sido un miserable y un cobarde pero la bebida, los vicios y las mujeres eran mi perdición. No supe lo que tenía hasta que lo perdí. Incluso la vida…incluso mi vida…
Y cuando el sol se puso en el horizonte, Leonard cerró los ojos para siempre. Bianca se echó a llorar y a maldecir a todas las cosas malas de la vida. Alan y Amanda sollozaron suavemente. El jefe de policía le pasó por encima del hombro la mano al chico, destrozado por la muerte de su padre.
- Aunque era un maldito borracho, tenía su corazoncito.
- El tiempo nos pone a cada uno en su lugar, chico.- dijo Aaron con un tono de voz triste.
Los pájaros cantaban cada vez menos. El almuerzo de Amanda y Bianca todavía seguía en lo alto de la mesa, esperando a ser visitado. La tarde se abalanzó sobre la ciudad.

*

Dos días después del entierro de su padre, Amanda se fue recuperando poco a poco. Aunque había muerto Leonard, la vida seguía. Había que seguir para adelante y luchar para ver el Sol cada mañana al amanecer. Esa era la idea que tenía en mente Alan. El chico se dirigió rápidamente al hospital, para ver como seguía Rose. La habitación estaba oscura. Eran alrededor de las ocho de la tarde y las numerosas hojas del otoño se amontonaban en la ventana. Como era de esperar, Rose estaba durmiendo la siesta y Alan no quiso despertarla. Se sentó en la silla que había al lado de la cama y sacó del bolsillo de su vaquero un libro de aventuras, que se puso a leer enseguida. El viento se oía más allá de las ventanas. Era una brisa suave y graciosa. El chico observaba a Rose dormir. Era tan bella durmiendo como despierta. Sintió un cosquilleo dentro de su interior que lo hizo sonreír. No todos los días se puede observar a una mujer tan bella. Ni la rosa tenía comparación con ella. En ese momento, a Alan se le ocurrió una gran idea. Mientras que ella dormía la siesta, él podría acercarse a la floristería que había cerca del hospital y comprarle un gran detalle, unas preciosas rosas rojas. Se levantó de un salto y dio un portazo al salir por la puerta. Eso hizo despertarse a Rose, pero enseguida se quedó otra vez durmiendo. Cinco minutos más tarde, Alan volvió y colocó en un jarrón con agua que había en la mesita la rosas rojas pasión que le daba un toque de alegría y pureza a la habitación. En un abrir y cerrar de ojos, Rose abrió sus párpados y pudo ver a Alan sentado en la silla. Luego se giró y vio a las rosas en su mesita. Sospechando de quién había sido la idea de las flores, se inclinó hacia delante y le dedicó un beso al chico. Éste se levantó de su asiento y se dirigió a la cama. Se colocó a la altura del cuerpo de la chica en la cama y le acarició el pelo.
- Un regalito.
- No te deberías de haber molestado. Eres muy atento.
- Es para que te sientas mejor. Además, esta habitación necesita un toque de color. Es demasiado blanca.
- Gracias Alan. Eres un sol.
Alan se puso tan rojo que ni el color de una amapola se le podía comparar.
- De verdad Rose, no ha sido nada.
- Gracias a este detalle, me encuentro mucho mejor. Mi memoria está mejorando.
- Me alegro mucho pero, ¿no te acuerdas de por qué llegaste a estar tirada en la calle herida?
- Por más que intento acordarme, no puedo.
El doctor Drew entró en la habitación. Parecía estar de buen humor. Una amplia sonrisa iluminaba su cara de bonachón. Sostenía un papel arrugado y blanco.
- Jovencita, aquí tengo tu alta. Mañana mismo podrás salir del hospital, aunque te recomiendo que reposes bastante. Estás totalmente curada de la herida de la cabeza, pero aún te sigue fallando la memoria. Te aconsejo que mantengas buenas relaciones con tus amigos para ayudarte en este problema.
El corazón de Alan dio un vuelco total.
- ¡GRACIAS DOCTOR!
- Vaya, chaval. Cuanta energía. ¡Si yo hubiera tenido ese ánimo cuando era joven! ¡Sería el rey del mundo!
Todos en la habitación rieron a carcajadas. Drew hizo una mueca de enfado.
- Creo que os estás riendo de mí, ¿no? ¡Muy bonito!- dijo el doctor con ironía.- Lo dicho chicos. Cualquier cosa, llamadme. Jovencita, prepárate para salir mañana. ¡Tendrás ganas de volver a casa! Con tu documentación te hemos identificado tu dirección. Aquí tienes.
- Hogar dulce hogar.- dijo Rose suspirando suavemente y apoyándose en la almohada.
- Ah, se me olvidaba.- fingió Drew para no intentar ser pesado.- Hemos abierto una investigación policial para ver por qué, como y cuando llegaste a la carretera, al lado de ‘Honey Village’.
- Gracias doctor.- agradeció Alan.
Drew hizo un gesto con la mano y desapareció tras cruzar la puerta de un salto. Rose estaba curada y Alan estaba dispuesto a ayudarle a recuperar la memoria. El chico abrió su móvil y marcó unas cuantas teclas. Siete u ocho minutos después, cinco personas aparecieron por la puerta.

jueves, 13 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 3


Capítulo 3

Leonard le pegó una patada a una silla y Amanda se llevó las manos a los ojos. Alan se levantó de un golpe y agarró a su padre del brazo. Éste, empezó a gritar como un loco y a decir barbaridades insultando a su propio hijo y a su esposa. Con un leve suspiro, Amanda se encerró en su cuarto y empezó a llorar. El chico obligó a su padre a sentarse y después, le miró con cara de asco y repugnancia. Leonard, aunque borracho, sabía lo que se le avecinaba.

- Papá, no te reconozco. Antes no eras así. Antes te portabas muy bien con mamá y le decías que la querías, que podía confiar en ti, que nunca las abandonarías. Ahora solo eres un borracho miserable que hace llorar a las mujeres y un maltratator, que aunque no son graves las palizas que le das a tu esposa, le dejan huella. Me estoy cansando, papá. La próxima vez tendré que tomar medidas. No te pasaré ni una más. No permitiré que un borracho toque a mi madre. Si no la quieres, déjala en paz, vete de esta casa y no vuelvas nunca más.
- Eres un niñato. No sabes aún lo que es la vida. ¡Yo soy el que manda en esta casa y se hace lo que yo diga!
- Podrás mandar en tu casa, pero no en la de otros. Se acabó papá. Mamá, Bianca y yo nos vamos a vivir a otro sitio. Tengo dinero ahorrado suficiente para irnos a otro lugar de alquiler o yo que sé.
- Déjate de tonterías…el que se va soy yo.
- ¿En serio?
- Me divorciaré de tu madre y me iré lejos. Recogeré mis cosas.
Leonard se levantó de la silla y eructó. Parecía ser que, debido al sermón de su hijo, se le había quitado un poco la borrachera que tenía encima. Caminó por el pasillo y entró en su habitación. Alan se quedó apoyado en la mesa pensando en todo lo que iba a pasar de aquí en adelante. El reloj de la cocina marcaba las tres de la tarde. El almuerzo estaba casi preparado. Comió algo y, mientras estaba caminando por el pasillo con un plato y un vaso de agua para llevar a su madre que estaba en su habitación, se escuchó un grito de dolor. Con la mente en blanco, Alan entró en la habitación de sus padres y se encontró a su padre de nuevo pegándole a su madre. Otra vez lo había vuelto a hacer.
- ¡Me iré de aquí, pero tu madre tendrá un recuerdo mío! ¡Un recuerdo de años de casados echados por la borda! ¡Un maldito recuerdo que quedará marcado en su piel! – dijo Leonard escupiendo rabia por la boca.
Alan no lo dudó ni un segundo. Cogió un jarrón que había en la mesita de noche y le golpeó a su padre en la cabeza con él, rompiendo el valioso adorno. Amanda se quedó boquiabierta. Su hijo soltó unos pocos pedazos de jarrón que aún tenía en sus manos dejando caer por sus mejillas unas lágrimas. Se agachó y le tomó el pulso a su padre, inconciente.
- Está sin conocimiento, mamá. Llamaré a la policía.
- No, no…- dijo Amanda retorciéndose de dolor.
- ¡MAMÁ, SÍ!- gritó Alan con la voz furiosa y grave.
- Pero…
- ¿QUIERES MORIR O QUÉ? ¡Parece mentira! Lo haré por ti, por mí y por Bianca.
En ese momento, la hermana del chico entraba por la puerta. Al ver a su padre en el suelo y sin conocimiento, su expresión de la cara cambió radicalmente.
- ¿Qué ha pasado aquí?
-  Papá ha vuelto a maltratar a mamá. Le di con el jarrón y ha perdido el conocimiento.
- ¡Llamemos a la policía! ¡Es nuestra oportunidad!
Bianca cogió su móvil y marcó el número de la policía. Sus ojos estaban llenos de miedo y de angustia. Amanda seguía llorando dolorosamente y Alan cada vez estaba más nervioso. Un minuto tardó Bianca en hablar con el comisario y colgar.
- Vienen hacia aquí. Atemos a papá por si acaso.
- Me parece bien, Bianca.
Alan fue rápidamente al sótano donde cogió unas cuerdas que había encima de un mueble viejo y sucio y después, con ayuda de su hermana, ató a su padre de manos y pies para que no se escapara si se despertaba. Amanda dejó de llorar, secándose las lágrimas con la manga de su camisa. La policía no tardó en llegar. Aaron Cruz, jefe de policía, entró en la casa por Bianca, que le abrió la puerta. La escena fue inquietante cuando entró en la habitación de los padres de los chicos.
- ¿Lleva mucho tiempo maltratándola?
- No lo sabemos. Empezó a beber y cambió su carácter radicalmente. Creo que fue por eso.- dijo Alan con la voz temblorosa.
- Así que se debe a eso. A la bebida.
- Puede que haya una tercera persona.- dijo Bianca insegura de sus palabras.
- ¿Tu crees, Bianca?- preguntó Alan con una mirada fría.
- Discutiremos este tema en comisaría. Ahora, me lo llevo preso.
De repente, Leonard se levantó despacio y gritando como un loco, dio una patada en la espalda a su hijo. Se desató rápidamente. Sus manos sangraban del roce con las cuerdas. Sacó una pistola de su bolsillo y apuntó con ella a Amanda. Ésta lanzó un grito de terror y su marido le ordenó que se callase.
- Papá, tranquilo…dame el arma.
- ¡No os saldréis con la vuestra! ¡Aquí morirá todo el mundo!
- Señor, déme el arma y no pasará nada.- dijo Aaron tragando saliva.
Bianca le intentó coger el arma pero recibió un puñetazo. Su nariz se rompió y la sangre manchó la blusa de la chica. Aaron se arriesgó y se abalanzó sobre el peligroso hombre. Le cogió las manos e intentó sacudirlas para que soltara la pistola. Debido a la presión, la pistola se disparó. Bianca gritó y Amanda se desmayó. Alan, nervioso, dejó caer unas cuantas lágrimas por su cara. En ese momento, para el chico, el tiempo se había parado. Nunca antes había experimentado un sentimiento espontáneo así. Era como si sus ojos no estuvieran acostumbrados a ver la escena que parecía acabarse con un final trágico. Su mente analizaba a Aaron y a su padre como un ordenador de última generación. Cuando su madre se despertó, era demasiado tarde para salvar a uno de los dos hombres que peleaban por llevar a cabo su objetivo. Con la boca llena de sangre y los ojos apuntando a su última imagen, Leonard Jones cae agonizando en el suelo de su habitación. El momento es angustioso. La agonía del padre de Alan cada vez es más trágica. El chico se acercó a su padre y Amanda lo cogió del brazo.

martes, 11 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 2


Capítulo 2

Las calles estaban solitarias y tétricas. La madrugada se abalanzó sobre los chicos y la luz de La Luna cada vez se hacía más tenue. A la mañana siguiente, Bianca llegó a casa a las seis. Amanda esperaba impaciente a que llegara, sentada en el salón medio dormida y con grandes ojeras. La chica abrió la puerta de su casa con la llave que sacó de su bolso y su madre, al escuchar el crujido de la cerradura, saltó de inmediato del sillón. Con paso nervioso se dirigió al vestíbulo, donde su hija cerraba la puerta. Ver a Amanda fue una sorpresa para Bianca.
- Lo siento mamá, pero, me quedé a dormir en casa de Steve.
- ¡Encima mientes! ¡Estuviste borracha como siempre a noche por ahí! ¡Soy tu madre y a mí no me engañas!
- Mamá te digo la verdad. Que me creas o no es cosa tuya.
- Tienes diecisiete años. ¡Eres todavía muy pequeña para venir a las seis de la mañana!
- Mamá, es fin de semana. ¡Y hoy es domingo! Los estudios los llevó bien y os tengo contentos a papá y a ti. Que te cuesta dejarme un poco más tarde.
- ¿Te crees muy adulta viniendo a las seis de la mañana? ¡Pero tú estás loca! ¡Ni estudios ni nada! ¡Aprenderás a hacer caso de tus padres! ¡Irresponsable!
- No tengo ganas de escuchar a una vieja cornuda amargada como tú, querida mamá.- Bianca soltó una sonrisa.
Los ojos de Amanda aumentaron como platos y una expresión fuerte de enfado inundó el alma de la mujer. Como era de esperar, Bianca recibió una buena bofetada que le dejó toda la zona de la mejilla roja como un tomate. Después, con lágrimas en los ojos, Amanda se retiró a la cocina. La chica maldijo setenta veces a su madre por lo bajo. El Washington Hospital Center estaba cerca del ‘Honey Village’. Alan había llevado a la chica herida allí. La enfermera entró en la habitación, abrió la gran ventana y subió la persiana. Alan se despertó de pronto y vio a la enfermera. Después, desvió la mirada hacia la chica, que todavía seguía durmiendo. El sol iluminaba toda la habitación y después de algunos pasos por la habitación, la enfermera se fue. Rose abrió suavemente los ojos y vio a Alan medio dormido.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
- Tranquila. Soy Alan Jones. Te encontré ayer tirada en la calle herida y llena de sangre. Te llevé al hospital anoche.- dijo Alan moviéndose hacia delante para captar la atención de la chica.- ¿Cómo te llamas?
- Soy Rose…me duele la cabeza.- se quejó Rose ayudándose de la almohada para calmar su dolor.
Alan se levantó de la silla y le dio a Rose un vaso de agua. Rose se lo agradeció. La chica parecía no acordarse de nada, ni siquiera de cómo había llegado a estar tirada en la calle.
- No me acuerdo de nada de lo que me pasó…
- Normal. Te diste un buen golpe en la cabeza. Te llevé a tiempo al hospital.
- Muchas gracias, de verdad.
- He tenido la suerte de encontrarme a una chica guapa.- dijo Alan sonriéndole a Rose.
- ¿Si hubiera sido una chica fea no la hubieras llevado al hospital?
- La hubiera llevado, pero no le estaría diciendo esto ahora mismo…
- Eres un chico listo.
- Si tú lo dices, lo seré.
Alan sonrió de nuevo. La chica parecía cómoda con su presencia. De pronto, un hombre con abundante barba blanca y cuerpo grueso entró en la habitación con paso firme dispuesto a hablar con la joven enferma. Acarició su pelo y soltó el vaso de agua en la mesa de al lado de la cama. Miró al chico y sonrió.
- De no ser por este chaval, ahora mismo estarías en el otro barrio, jovencita.
- Se lo agradecí antes. No se cómo pagárselo.
Alan acarició el pelo de Rose suavemente. Los ojos de los dos chicos brillaban demasiado. ¿Sería el inicio de una bonita amistad? La chica parecía perderse en las grandes esferas que Alan tenía incrustadas en la cara. Éste no dejaba de sonreír y ver a ella con ánimo hacía que él se sintiera bien. Rápidamente desviaron la mirada uno del otro para fijarse en los ojos del doctor.
- Bueno jovencita, si necesitas algo pregunta por el doctor Drew.- dijo el médico ordenando las sábanas de la cama y esbozando una sonrisa.
- Gracias doctor.
- Es un placer atender a chicas tan simpáticas como tú.
El grueso y bajito doctor cruzó la puerta de la habitación y se marchó. Alan se volvió a sentar en la silla en la que había estado toda la noche durmiendo como un lirón. Rose cerró los ojos un momento y después, asimilando la avalancha de preguntas que el chico le iba a hacer, tragó saliva. Giró la cabeza para verlo a la cara. Los rayos de luz que entraban por la ventana anunciando la mañana cayeron sobre su rostro, jugando con diferentes formas. Alan suspiró y acto seguido, los dos se sonrieron.
- Empecemos el interrogatorio…- dijo Rose a carcajadas.
- Qué exagerada, como si fuese un policía…
- Debía de haber sido el golpe muy fuerte. No me acuerdo de nada.
- ¿Ni siquiera de donde vives? ¿Ni siquiera de tu familia?
- Creo que vivo en alguna calle de por el lado del centro comercial.
- Entonces… ¿vives sola?
- Te afirmo que sí. Mis padres murieron en un accidente de tráfico hace años.
- Vaya, lo siento. ¿No tienes hermanos?- Alan se sentía un auténtico presentador de un programa entrevistando a un famoso invitado.
- Recuerdo haber sido hija única. Solía ser caprichosa de pequeña.
- Recobrarás la memoria pronto. Los médicos harán todo lo posible.

*

Al llegar a casa, Alan cerró de un portazo. Sus padres y su hermana debían de estar preocupados. Era casi la hora de comer y no hubo rastro de Alan en toda la mañana hasta ahora. El silencio abundaba en la casa del chico. Todo estaba callado, como si no hubiera nadie. Alan miró a los lados, arriba y abajo. La casa estaba desierta. Subió a las habitaciones a ver si realmente la casa estaba vacía. Abrió la puerta del dormitorio de su madre y se encontró a ésta destrozada, llorando sobre la cama. El chico se imaginó lo peor. Corrió a la habitación de Bianca a alertarla pero no le sirvió de nada. Bianca no estaba. ¿Qué había pasado? Lentamente, se acercó a su madre y la llamó. Su madre seguía llorando sin cesar, con los ojos hinchados del dolor y las sábanas empapadas por las lágrimas. El chico cogió sus manos y las apretó, mostrando el cariño de un hijo hacia su madre. Le susurró al oído unas palabras y después, dejó de llorar.
- ¿Ha vuelto a pegarte no?- dijo Alan con la voz seria y dolorida.
- Ha estado a punto. Es un salvaje.
- Mamá, no puedes seguir así. No permitas que papá te siga haciendo daño. No es tu culpa que ya no te quiera.
- Él no me quiere, pero yo lo quiero a él. No haré nada. La próxima vez estaré más pendiente.
- Quizás la próxima vez sea demasiado tarde, mamá.
- Hijo, mi corazón es demasiado débil para ser fuerte y ponerle freno. Mi corazón lo sigue amando. No puedo hacer nada…
- Como algún día lo descubra tocándote…
- No, hijo, no quiero más líos. Te prometo que la próxima vez actúo.
- Eso espero mamá. No quiero verte más sufrir.
Amanda, con lágrimas aún en los ojos, se levantó de la cama y volvió a la cocina, a preparar el almuerzo. Leonard, su marido, no tardaría en llegar. Esta vez, Alan tomará medidas en la situación. Cruzó el pasillo y se sentó en la silla del comedor. De pronto, alguien entró a la casa. Era su padre, que llegaba borracho.
- ¿Tan temprano borracho?- dijo Amanda lamentándose.
- Papá, tenemos que hablar. Seriamente.- dijo Alan con la voz baja.

lunes, 10 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 1


Capítulo 1

Alan Jones era un chico que desconocía totalmente el sentimiento del amor. Tenía dieciocho años y debido a su timidez con las chicas, nunca había experimentado esa sensación. Su aspecto físico era bastante normal. Tenía el pelo castaño oscuro y los ojos negros azabache. Siempre vestía con ropa sencilla y no se complicaba mucho a la hora de elegir lo que se iba a poner. Si era algo de lo que Alan estaba orgulloso, era de ser un manitas con los ordenadores. A pesar de estar estudiando empresariales, él siempre dedicaba mucho tiempo a esas máquinas con pantalla y torre. Le apasionaban. El mundo del ordenador era un mundo lleno de sorpresas para Alan. No todo eran las máquinas. El chico también salía a divertirse en las locas noches de Washington D.C con sus amigos. Su grupo de amigos estaba compuesto por su hermana Bianca, Verónica, Richard, Ray, Brian y Lily. Bianca no era su hermana de sangre, si no que era adoptiva. Siempre tuvo un carácter fuerte y frío. Era muy quejica y siempre le sacaba un defecto a cualquier cosa. Brian era su primo, que vino de Dallas a pasar una temporada con su familia. Algo característico de él era su personalidad especial. Las chicas que lo conocían decían que era un chaval diferente a los demás. Ray era el más mayor del grupo puesto que tenía veinte años. Tenía carné de conducir y servía de transporte para el grupo. Tenía cuerpo atlético y amaba el deporte. También, tenía mucho éxito entre las chicas puesto que había tenido nueve novias.  Lily era la más fiestera del grupo. Siempre estaba dispuesta a pasárselo bien y ¡nunca paraba de bailar! Por último, Richard era el más tímido y hablaba muy poco. Tenía un carácter tranquilo y pacífico. Para Alan, el amor no tenía mucha importancia. No era de las cosas que más le llamaban la atención. Sus padres, Leonard y Amanda, siempre le animaron a conocer chicas pero él siempre se excusaba con la oración de: ‘Conoceré el amor cuando me llegue’.


*

Una noche de verano, Alan pasaba la velada con sus amigos en ‘Honey Village’, un famoso bar de Washington D.C. Normalmente, el ambiente del local estaba tranquilo y sin problemas. Alguien faltaba ese día en aquella mesa donde Alan y su grupo tomaban un delicioso mojito: Bianca. Mientras que ellos estaban a gusto en ‘Honey Village’, ella se reunía con Steve. Este chico era un traficante de drogas y ladrón. Su físico era muy atractivo. Quizás, el dinero que conseguía de las drogas y su cuerpo de modelo le hizo a Bianca fijarse en él. Como cada noche de fin de semana, la chica subía las escaleras de la casa de su ‘novio’ y tocaba en el timbre. Steve la abrió con tono serio y después, esbozó una sonrisa. Sus ojos negros como el ébano clavaron la mirada a los ojos de la chica, azules verdosos. Bianca acarició la barbilla del chico y le besó. Cerrando la puerta, Steve se quitó la camisa y tiró rápidamente el cinturón. Bianca se llenó de pasión tocando los abdominales de aquel hombre de veinte años que tenía enfrente. Estaba claro que el broche de oro a la noche lo ponía el ardiente deseo de hacer el amor de los dos. Despacio y suavemente, Steve besó todo el cuerpo de Bianca, quitándole toda la ropa y tirándola como si hubiera algo que la recogiera en el aire. Abrió la puerta de su habitación y se tendió en la cama, todavía besando a Bianca. Los dos chavales, llenos de pasión y morbo, empezaron a acariciarse por todo el cuerpo y a besarse cada vez más. En el momento en el que Steve rozó el sujetador de Bianca, ésta se detuvo. Se quitó de encima del chico y sacó de su prenda de lencería un preservativo.
- Sin esto nada. Con esto todo.
Steve rió y entre más besos y abrazos, sus cuerpos se perdieron en un mundo entre las sábanas de sensaciones de placer y pasión. Alan, por su parte, llegaba a casa después de la larga noche de risas y alcohol en ‘Honey Village’. Caminaba por la calle un poco mareado debido al alcohol pero aún no estaba borracho del todo. Se sabía controlar. De pronto, vio una sombra en el suelo en medio de la calle. A las dos y media de la madrugada, no podía haber nadie. ¿Quién podría ser? Alan pensaba que a lo mejor era algún animal muerto víctima de las ruedas mortales de un coche sin piedad. O un efecto tonto y caprichoso de su imaginación debido al alcohol que había consumido. O algún fantasma o espíritu, o algún loco, u otro borracho. Miles de ideas pasaban por la cabeza del mareado chaval. Decidió acercarse para poner fin a su intrigante misterio y descubrió que la sombra cada vez se parecía más a un gran bulto. Con cinco pasos más, pudo comprobar que lo que había en el suelo no era un borracho, un espíritu o un animal muerto. Tampoco era un efecto tonto de su imaginación. Abrió los ojos debido a la sorpresa y pronunció algunas palabras de asombro. Lo que realmente tenía delante era una mujer, una mujer herida y llena de sangre a su alrededor.       Gritó desconcertado pero nadie pudo oírlo. Solo se escuchaban los ladridos de los perros y las aves nocturnas anunciando la madrugada. Le tomó el pulso a la chica. Estaba viva. Se apresuró a cogerla en brazos y llevarla al hospital más cercano. La joven era tan bella como una flor y aparentaba tener un año menos que él. Con los ojos como platos, Alan recorrió el camino del hospital gritando y pidiendo ayuda. Nadie lo escuchaba.

Intodrucción

Amor Eterno, una historia de amor envuelta en un odio cercano. Dedico toda la historia a mis mejores amigos y mis amigos, a mi familia y a todas las personas que son amantes de la lectura. 


INTRODUCCIÓN

El amor es el sentimiento más bonito y más deseado del mundo. Con él, se descubren nuevas experiencias y nuevas sensaciones. Te llena de energía y de pasión y todos tus sentidos se vuelven uno, el sentido de la armonía. Cuando una persona está enamorada, es capaz de hacer locuras por conseguir el amor de su amado o amada. Es capaz de hacer de todo. Cuando el amor llega a una persona, la vuelve distinta, diferente a todas las demás. Es algo que no se puede describir con palabras sino con sentimientos interiores. Amar es vivir con un único objetivo: ser feliz junto a otra persona, la persona que va a cambiar tu vida, tu mundo y tu persona. Amar es sentir. Amar es vivir con un único objetivo. Amar es sentir. Es bonito pero...casi siempre parece perfecto. Para algunos, este sentimiento es el mundo entero , el paraíso, lo más hermoso del universo entero. Para otros, es el demonio en persona, el infierno, lo más cruel del mundo y la etapa de la vida más sufrimiento. Los que sufren por amor se consideran desgraciados, malditos. No todo es de color rosa. Estar enamorado puede ser bueno, pero también muy malo, horrible. Quién no te corresponde puede alejarse de ti cada vez más y si estás enamorado de esa persona, lo pasas muy mal. Hay muchas clases y tipos de amor. El de esta historia es un amor fuerte y valiente que, a pesar de que una tercera persona lo impide, él lucha por sus objetivos y sus motivaciones. ''Amor Eterno'' es una historia de amor que vence a la frialdad y a la maldad de la sangre fría. Es un mundo lleno de sentimientos diferentes que juegan con los propios personajes. Es un universo en el que la maldad, el amor y la valentía se unen fuertemente


Disfrutadlo.

Miguel