miércoles, 28 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 6


MARÍA TUDOR

Ariadna volvió a mirar el libro. Se quedó pensando por unos momentos mientras que los demás debatían. 
- Quizás sería porque María tendría alguna relación con España...
- ¡Ya está!- gritó Pablo.- Aquí, en este lugar, había algo relacionado con ella y con el demonio que no había en Inglaterra. En este mismo lugar, había una conexión con el diablo. Por eso viajó a España en secreto, para poder comunicarse con Satanás.
- Entonces, ¿me estás diciendo...- continuó Marilin.- ...que María Tudor fue la que maldijo esta zona de España? Ella fue la que trajo el demonio a este lugar...
- ¿Y no dejó escrito algún tipo de conjuro para ahuyentarlo?- insistió Ariadna.
Pablo dejó el libro en lo alto del mueble donde se lo había encontrado. Al ponerlo, una especie de carta se salió de las hojas y cayó al suelo. Ariadna la recogió con cuidado, abriéndola con suma delicadeza y curiosidad.
- Son instrucciones de algo...
Pablo le arrebató el papel. Miró asombrado el contenido.
- Chicos, hemos dado en la clave. Son instrucciones para ahuyentar a los seres malignos.
- ¿Quiénes?- preguntó Marilin con cierta curiosidad.
- Satanás, Baphomet...y...¿Abrahel?
Débora sintió una punzada de placer en su corazón
- ¿Abrahel? ¿Quién puñetas es Abrahel?
Débora dio un paso adelante y miró a Ariadna con dulzura. Parecía que ella sabía quién era aquel ser maligno, nombrado en la carta de la reina.
- Abrahel es la reina de los súcubos, poderosos seres femeninos que tientan hasta el más increíble de los hombres. Ella se encarga de vigilar que todo esté en orden para no enfadar a su amo, Satanás.
- ¿Satanás su amo?- preguntó Marilin.
- Sí.- continuó Débora.- Hace milenios, Abrahel tuvo un desagradable encuentro con el mismo rey de los demonios, Satanás. En un intento de conquistar la Tierra para hacer el mal, los dos ejércitos se enfrentaron fríamente, dando lugar a una guerra que duró más de ochocientos años. Para su suerte, Abrahel fue derrotada por Satanás, y éste le obligó a servir para él el resto de la eternidad. Algo parecido ocurrió con Baphomet...pero claro, todo esto es pura mitología.
- Tenemos entendido que Baphomet es el que lo ve y sabe todo...- dijo Pablo observando la carta.
- Baphomet era el demonio más astuto y escurridizo de todos. Satanás pidió a Belfegor, el demonio de la pereza, que durmiera a Baphomet para derrotarlo y hacerlo su siervo. Al final, fueron los dos los que cayeron bajo el dominio del rey del Infierno...
- ¿Quiénes contaban estas historias?
- Sobre todo los cristianos antiguos...se aburrían como muermos.
Ariadna sintió una punzada en su interior. Pablo volvió a mirar el papel y leyó en voz alta las instrucciones:
''Yo, María I de Inglaterra, dejó a la disposición de aquel que lo requiera las instrucciones para poder ahuyentar o espantar a Baphomet, semilla de la sabiduría, Abrahel, reina de lo prohibido y Satanás, amo del mal. Para el primero, solo se necesita tapar los espejos con un paño bañado en agua santa. Entonces, él se manifestará. Pero sólo se debe de hacer eso rezando la Biblia. Para Satanás hay que mezclar arena, agua santa y sal, y después, pronunciar 'Dios' en latín...''
- ¿Y para Abrahel?- Débora sonrió.
- La hoja parece quemada. No hay rastro de las instrucciones para ahuyentar a Abrahel.- dijo Pablo confuso. Miró la parte de abajo de la carta y observó que estaba quemada. 
- Alguien la quemó.- concluyó Marilin.
- Esta bien, vámonos de aquí. Ya sabemos como ahuyentar a Baphomet si aparece. Este lugar es peligroso, vamos.- insistió Débora abriendo de nuevo la puerta.
Pablo soltó el libro donde se lo había encontrado y tapó el espejo de María Tudor con una sábana. Acto seguido, los chicos se fueron de la sala de los espejos. Ariadna se preguntó por qué tardaban tanto Felipe y Miguel en venir del hospital con Gabriel. La tarde se le hizo interminable, intentando responder a preguntas sin respuesta que rondaban por su cabeza una y otra vez. La agonía de saber que le podía pasar algo al que fue el amor de su vida la cautivó por dentro. A pesar de las palizas que le daba, los insultos que le escupía y los malos tratos que le proporcionaba, ella lo quería. Se secó las lágrimas y se miró en el espejo de su habitación. Cogió el cepillo y se peinó un poco. Miró el reloj. Las diez. Era la hora de cenar pero no tenía ganas de comer. Pablo tocó a la puerta. Ariadna fue a abrir con una mueca de intriga en su cara. Al ver a Pablo con una penumbre triste, se le echó el mundo encima. Se esperó lo peor.
- ¿Qué ha pasado? ¡Dime que ha pasado!
- Ariadna, cálmate. Felipe, Miguel y Gabriel han llegado. Baja al comedor.
Como una locomotora ahogada en vapor, la chica echó a correr por el pasillo y bajó las escaleras, bañada en sudor frío. Al contemplar, las tristes figuras de sus amigos, un clavo agudo se impregnó de soledad en su interior. De nuevo, las lágrimas eran acompañantes eternas de Ariadna, que gritó respuestas al aire, esperando que alguien hablara para dar el veredicto final.
- El chico ha muerto. Ha sufrido un ataque cardíaco. Los médicos no han podido hacer nada.
Para la chica se paró el tiempo. Pero no volvió a llorar. Los demas se sorprendieron.
- ¿Ariadna, te encuentras bien?- preguntó Gabriel angustioso.
- No voy a derramar ni una lágrima más. Ya he derramado bastantes por hoy.
Y diciendo esto, se retiró a su habitación. El lúgubre brillo de La Luna reflejado en el ventanal, puso fin al luto que en ese momento se vivía en el Hotel 666.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 5


LA SALA DE LOS ESPEJOS

Ariadna no era consciente de lo que había ocurrido. Se abrazó a Marilin y rompió a llorar cada vez más. Ésta intento tranquilizarla, pero el miedo y el pánico se habían apoderado del corazón de la chica. Gabriel retiró el cuerpo del novio de Ariadna con ayuda de Felipe y Miguel y lo depositaron en el suelo. 
- Escuchadme. Nadie debe saber que este hombre ha sido atravesado por los clavos de una dama de hierro. De lo contrario, nos meterán en la cárcel a todos por posesión de una máquina de tortura...
- Así que nosotros nos encargaremos de llevarlo al hospital y en cuanto lo hagamos, desapareceremos.- concluyó Felipe.
- Tened cuidado, chicos.- dijo Débora observando la cara desfigurada del agresor.- Ariadna necesita descansar. Pablo, Marilin, llevadla a su habitación, y que duerma. Por favor.
Sonrió. Una vez despejada la sala de las torturas, Débora sacó una llave del bolsillo de su chaqueta y se dirigió a un mueble alto que había al fondo de la habitación. Lo retiró con dificultad y dejó ver al descubierto una sucia y antigua puerta. La abrió con la llave y entró en la sala a la que daba. Estaba llena de espejos, de todas las formas y de todos los bordes de colores posibles. Era precioso. Una lámpara de araña colgaba del techo. Encendió la luz y caminó hasta un órgano. Encima del viejo instrumento de música, había un espejo inmenso. 
- Baphomet...
Se hizo el silencio. Una imagen borrosa de un rostro deforme salió en la superficie del espejo.
- ¿Mi señora?
- ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has herido a ese chico?
- Solo intentaba divertirme, señora. No volverá a pasar.
- ¿Alguna noticia nueva sobre el amo?
- Ninguna nueva, señora.
- Mantenme informada todo el tiempo. Ya queda poco para la hora final...
Débora tocó el espejo y sonrió. Baphomet ardía en llamas de muerte al otro lado del espejo. La chica cerró con su llave la sala y se fue. Con sus secretos bien guardados y su dulce carácter falso, se dirigió a recepción como si nada hubiera pasado. Ariadna tenía el miedo metido entre oreja y oreja. Había vivido una serie de infernales sucesos paranormales, y no podía mantener la calma. A pesar de las afirmaciones de meter en la cárcel a su agresor cuando saliera del hospital por parte de Pablo, la chica no podía conseguir la tranquilidad. Sudaba más que nunca cuando Marilin resumía lo ocurrido, maldiciendo al novio de su amiga. 
- Quiero bajar...quiero bajar...- repetía incansablemente la chica.
- No, Ari. Tienes que descansar...
- Tengo que descubrir quién lo mató...
Ariadna se levantó de la cama y retiró bruscamente las sábanas, con un enfado enorme. Pablo decidió seguirla a donde iba: la habitación de las torturas. Pidió que Marilin los acompañara, por si les pasaba algo avisar a Débora. De nuevo, el ambiente a muerte y recuerdo se mezclaban en aquella habitación llena de polvo y tortura. Enseguida Ariadna localizó una puerta llena de suciedad, que alguien había olvidado ocultar de nuevo con un mueble. Intentó abrir la puerta, pero no pudo. Buscó en los cajones del mueble alguna llave con la que abrir aquella habitación, pero solo encontró herramientas de madera y paños sucios. 
- ¿Se puede saber que hacéis aquí?- una voz irrumpió a sus espaldas.
- Débora, quiero saber lo que mató a ese hombre.- aclaró Ariadna, sin ningún miedo.
- ¿Lo seguías queriendo...?
- No quiero hablar de eso...
- Sé sincera, Ariadna. Querías una amiga y aquí la tienes. ¿Le querías aún?
Ariadna miró hacia la puerta y le exigió a Débora que le confesara el método para abrirla. Finalmente, la chica accedió a duras penas y sacó la llave para desbloquear el misterio. Los chicos no podían contener la emoción al ver aquella sala llena de espejos y adornada por una gran lámpara de araña. Marilin tocó los bordes de todos los espejos. Estaban bañados en plata y oro. La maravilla de aquellas reliquias les asombró a todos.
- Está bien. Ya has entrado. Ahora, vámonos...
- Espera. Mirad que espejo. Qué grande es...
Ariadna observó el espejo por el cual Débora se había comunicado con Baphomet. Estaba asombrada. Observó que al lado del espejo, muy rebuscado, se encontraba un viejo libro de demonología.
- Vaya...aquí debe decir algo sobre lo que ha pasado.
- No toques eso, Ariadna. Pertenece al pasado de mi padre. Él era el dueño de este gran hotel.
- ¿Entonces el nombre de este hotel se debe a las aficiones de tu padre?
- Se puede decir más o menos que sí. Le encantaban estas cosas. Me parece un hobbie normal.
- Jugar con el demonio no es un hobbie normal.- aclaró Pablo. 
- Si juegas bien, lo es.- sentenció Débora.- Mi padre estaba un poco loco. Le ponían chiflado estos temas. Hasta él mismo inventó nuevos demonios para la cultura popular, y de ahí, partía su increíble literatura, que nunca llegó a tener éxito.
- Puede ser que tu padre haya invocado al demonio, que habita en este hotel desde que él lo llamó. Aunque...todavía me niego a creer estas hipótesis. Siempre el diablo fue mitología pura.- dijo Pablo hojeando el libro de demonología que le había arrebatado a Ariadna.
- ¿Encuentras algo, Pablo?
- Sí...y me parece que el padre de Débora no fue el primero que trajo el espíritu del demonio a este hotel.
- ¿Entonces, quién fue?
Débora sintió un placer interior en su alma. Sin duda, parecía como si condujera a los chicos a saber la verdad.
- Hace más de 400 años, María Tudor, la reina de Inglaterra, invocó al demonio para que protegiera a los tribunales que castigaban a los herejes.- Pablo observó las notas al margen.- Eh, parece que este libro está prohibido por los católicos. 
- ¿La Inquisición? ¿Un tribunal demoníaco?
- Según los escritos más íntimos de la reina, ella hizo un pacto con el demonio. Si los herejes eran ejecutados y borrados para siempre de la faz de la tierra (sobre todo los protestantes), el diablo podría tener libre propiedad de sus bienes.
- O sea.- añadió Marilin.- Que lo que hubiera antes de este hotel, un tribunal de torturas o algo parecido, estaba bajo custodia de la reina de Inglaterra.
- Dios...- dijo Ariadna.- Esto cambiaría la historia de Gran Bretaña...
- Aún hay más.- continuó Pablo.- ¿Sabéis cuál era el apodo que los ingleses le daban a la reina por sus crudos castigos contra herejes?
El aire de la habitación se ahogó en silencio.
- María La Sangrienta, es decir, 'Bloody Mary'. ¿Os suena a algo?
- El espíritu del espejo...quizás este espejo pertenezca a María Tudor.- añadió Ariadna.
- Una cosa chicos. ¿Alguien me dice que hacía la reina de Inglaterra en un tribunal contra herejes español?
La sombra del espejo sentenció el sumo silencio.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 4


CRIMINAL

Ariadna abrió los ojos. Se encontraba en su habitación nueva, sin nadie. Sólo le acompañaba el sonido silencioso del silencio. Miró por la ventana para ayudar a activar su cerebro y se dio cuenta de que era de noche. El trauma de Baphomet le había causado un daño de varios días y ya parecía más calmada. 
''Vuelve...vuelve...''
Las palabras de aquella horrible escena todavía seguían atormentando su mente. El deseo de liberarse por fin se contraponía a su escaso nivel económico. Se acomodó de nuevo en la cama y agarró con fuerza la almohada. La olió. Lavanda. Las sábanas de su casa de Madrid también olían a lavanda. Una lágrima cayó por el rostro de la chica. Cerró los ojos y pensó en aquel infierno que le atormentaba tantas veces, en aquella escena que difícil sería olvidar.
- ¡No me vas a mandar a callar nunca más!
- ¡Por si no te has enterado aquí mando yo, y harás lo que yo diga!
Ariadna corrió a su habitación, presa del pánico pero con la chispa suficiente de valentía para plantarle cara a su novio.
- ¡Abre la puerta! ¡Abre ahora mismo!
- ¡Déjame en paz! ¡Voy a llamar a la policía!
La chica cogió el teléfono y marcó los números rápidamente. Su mayor pánico derribó la puerta de dos fuertes patadas y la cogió del cabello, retorciéndole las raíces.
- Escúchame zorra, te vas a portar bien, ¿me oyes?
- No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer.- dijo Ariadna entre lágrimas y aguantando la presión en su cabello.- Soy libre. 
El novio de la chica le dio una bofetada a ésta y la tiró al suelo de un fuerte empujón. Acto seguido, le bajó los pantalones y le puso la mano en la boca, intentando hacerla callar. Ariadna no paraba de llorar, esta vez, muerta de miedo. El chaval se bajó la bragueta y se dispuso a violarla. Al contemplar el panorama, la chica le dio una patada en sus partes e hizo que cayera redondo al suelo, muerto de dolor. Pero la furia de aquel chico no acababa ahí. Arrastró a su víctima por la cocina y le clavó un cuchillo en el pecho.
- Dulces sueños, zorrita.
Ariadna pidió ayuda como pudo por la terraza, que conectaba a la casa del vecino. Esa noche quedaría profundamente en el recuerdo de Ariadna, que hizo las maletas poco tiempo después y se marchó de la ciudad.
La chica se despertó de repente, sudando a mares. Pablo entró en la habitación agitado, intrigado por saber lo que le pasaba a su amiga. Gabriel le acompañaba.
- Tranquila, no pasa nada...
- Está aquí, Pablo. ¡Ese criminal está aquí!
- ¿Criminal? ¿De qué hablas, Ariadna? Sólo ha sido un sueño.
- Dios...dios...
Cuando la situación parecía tranquila, Gabriel se presentó a la chica. Su mirada angelical hizo que los ojos de Ariadna se fijaran directamente en los suyos. Su pelo rubio rizado parecía bordado en oro y su sonrisa blanca como la nieve relucía en el mediodía. La intensa mirada de los chicos hizo que Pablo se pusiera nervioso.
- Ariadna, vamos a desayunar. Se hace tarde, y estarás hambrienta, ¿no?
- Sí, vamos...
La habitación de las torturas había causado furor en el desayuno. Todos hablaban de aquel tema como si de una novedad musical se tratase. Débora contemplaba a sus amigos sentados en la mesa y comiendo, como si vigilara por si iba todo bien. La hora del desayuno fueron eternas para Ariadna, que no dejaba de pensar en la paranoia que había tenido minutos antes en su habitación. Estaba sudando de nuevo y los pensamientos le abrumaron las ideas. Todo era un caos en la mente de la chica. Habían pasado demasiadas cosas juntas como para que ella pudiera ser consciente. 
- Ari, preguntan por ti en recepción.- dijo Marilin acercándose a la mesa de la chica, donde también estaba Pablo.
El corazón de Ariadna dio un vuelco. No esperaba visitas. ¿Quién podría ser? Con una fuerte cuerda rompiéndose en su corazón, caminó a paso lento y desconfiado hacia el recibidor, donde le esperaba una sombra negra como el carbón, mirando por el ventanal grande de la entrada.
- ¿Sí?
- ¿Creías que te ibas a escapar de mí tan fácilmente...zorrita?
Al escuchar aquellas palabras llenas de odio, Ariadna dio tres pasos para atrás y echó a correr hacia dentro del hotel. La sombra le perseguía adonde iba, sin perderle el rastro.
- ¡Déjame! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! Ayuda...
Las fuerzas para correr se debilitaban en el cuerpo de la chica. Había recorrido todo el pasillo central y estaba destrozada. Con el miedo estampado en la cara, se encerró en la habitación de las torturas. La sombra se paró ante la puerta y la luz del techo dejó ver a un hombre de unos veintisiete años bastante estropeado para su edad. Derribó la puerta y entró. Ariadna no estaba. Seguramente se había escondido. Miró hacia todos los lados y solo miró horrorosas máquinas y herramientas de tortura. Observó la dama de hierro y sonrió. 
- Ahí estás...zorrita.
Ariadna, que permanecía oculta tras una cuna de Judas, observó como el criminal abría la dama de hierro y se asomaba en el interior para ver si su víctima estaba allí. Y entonces, en una mirada de relámpago, observó que en la pared estaba de nuevo el rostro de Baphomet. Y como por arte de magia, la dama de hierro se cerró, capturando en su interior al dolorido delincuente.  La chica lanzó un alarido al aire. Los demás llegaron al escuchar los gritos a la habitación y observaron a Ariadna asustada como un cervatillo en la noche. 
- ¿Qué ha pasado, Ari?- dijo Marilin mirándola con ojos como platos.
- Ba...Baphomet...ha matado a ... lo ha matado...
- ¿Qué? No te entiendo. 
Ariadna señaló la pared. Y allí estaba, el rostro del demonio, desapareciendo poco a poco después de acabar la faena. Después señaló la dama de hierro cerrada y pidió a Débora que la abriese.
- Díos mío...- exclamó Miguel al ver el cadáver del novio de Ariadna.
- Él vino a por mí... me quería matar. Me escondí aquí y creyó que me ocultaba tras esa máquina...algo cerró la dama...- rompió a llorar.
Gabriel examinó el cadáver y se quedó sorprendido al ver que las púas no habían pasado por ninguno de los órganos vitales del asesino. Se acercó al pecho del criminal y puso la oreja en él.
- Este hombre no está muerto. Está inconsciente, pero vivo.- sentenció el chico mirando a los demás.

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 3


LA HABITACIÓN DE LAS TORTURAS

Habían pasado dos días. Ariadna se había cambiado de habitación por el miedo que sintió. Pablo tuvo que quedarse esa noche a cuidarla porque no paraba de pensar en aquel rostro manchado en la pared de su habitación. Las horrorosas imágenes de aquel sacerdote decapitado le atormentaban en pesadillas. El sangriento mensaje que apareció en la pared después de todo, vagaba por la cabeza de la chica sin rumbo. Mientras Ariadna temblaba en su habitación al lado de Pablo, Marilin se molestaba en bajar a la biblioteca y ojear algunos libros de demonología con Miguel y Felipe.
- Aquí está. Baphomet.- dijo Marilin sobresaltándose.
- Dios mío, el sigilo de Baphomet, el poderoso símbolo del demonio.- añadió Miguel.
Felipe cogió el libro y observó la portada. Después, lo examinó por fuera y decidió abrirlo.
- Aquí dice que Baphomet era una deidad de la Orden del Temple, una organización militar cristiana que se fundó tras la Primera Cruzada. Su nombre significa 'el bautismo de la sabiduría'.
- ¿Y si era una orden cristiana, por qué practicaban el satanismo?
- Aquí dice que fueron castigados por su herejía. Entonces, confesaron que practicaban actos satánicos y que adoraban a una deidad cuyo nombre es este.
- Así que Baphomet es la deidad de los Templarios...- añadió Miguel mirando fijamente el sigilo de Baphomet.
Felipe ojeó más páginas del satánico libro y se paró en unas en las que aparecía la representación del demonio y algunas de las descripciones que lo calificaban.
- Baphomet, el señor oscuro. Guarda el secreto del sigilo, del silencio y de la prudencia. Se le representa con cuerpo de humano, cabeza de carnero y alas demoníacas. Él es el que todo lo ve, pero es difícil de descubrir. Siempre está en el momento en el que hablamos, comemos, andamos o dormimos. Él nos observa durante el día y la noche. Él ve como nacemos, crecemos y morimos. Como siempre lo ve todo, también lo sabe todo. Él sabe qué hacemos en cada momento y en qué pensamos. A veces, es incluso más poderoso que el demonio de la ira, Satanás...
- ¿Satanás? ¿El demonio de la ira?- preguntó Marilin confusa.
- Sí.- aclaró Felipe.- Según algunos escritos, hay siete demonios para cada uno de los pecados capitales. Lucifer es el demonio de la soberbia, Mammón es el de la avaricia y Asmodeo es el demonio de la lujuria. Satanás representa la ira, Belcebú la gula, Leviatán la envidia y Belfegor la pereza.
- ¿Puede ser este demonio el que tentó a Eva con la fruta prohibida?- preguntó Miguel mirando fijamente la imagen de Baphomet.
- No sé. Aquí no dice nada de eso...Mirad lo que pone aquí. Baphomet suele descubrirse en lugares malditos. En lugares que conectan directamente con el infierno. Es decir...que en este hotel hay un acceso real al infierno...
- No digas bobadas. El infierno no existe...porque no existe, ¿no?
- Sólo hay una manera de descubrirlo. La habitación 66.
Pablo observó como su nueva amiga dormía. Tenía el pelo medio mojado del pánico y aún estaba sudando. Débora entró a la habitación y vio a Ariadna en la cama, durmiendo. Se acercó al chico y acarició a la sudorosa bella durmiente.
- ¿Cómo está?
- Algo mejor. La noche pasada no ha dormido nada. Hace media hora que paró de temblar.
- Si necesitas algo...estaré en recepción, ¿vale?
- Muchas gracias Débora. Nunca te podré agradecer lo que haces por nosotros.
Miguel entró de pronto en la habitación, gritando como un loco.
- ¡RÁPIDO, A LA HABITACIÓN 66!
Débora sintió que su corazón palpitaba a mil por hora. Le dijo a Pablo que fuese a ver lo que pasaba, que ella se quedaba cuidando de Ariadna. Tan pronto como el chico besó a su amiga, salió pitando con Miguel hacia la habitación 66. Al llegar, descubrió que la puerta había sido derribada por alguien y que Felipe y Marilin permanecían conmocionados frente a todo lo que allí había.
- Qué cojones es esto...
- Tuve que derribar la puerta.- comentó Felipe.- Aquí hay algo.
Miguel tocó con cuidado todos los objetos que allí se encontraban. Para su sorpresa, eran todos instrumentos y máquinas de tortura.
- Son máquinas de tortura...que fuerte...- dijo Marilin tocando algo que parecía un sarcófago.
- Yo que tu no tocaba eso.- dijo una voz a sus espaldas.- Es una dama de hierro.
Un joven de unos veinticinco años se asomó a la habitación sin puerta. Entró en ella y se paró delante de Marilin. Le sonrió. 
- ¿Quién eres...?
- Soy Gabriel, vuestro nuevo acompañante a partir de hoy.
- ¿Has venido hoy?
- Llegué ayer, pero no quise molestaros. Parecíais todos muy asustados. Ya me contó Débora.
- ¿Dices que este chisme de aquí es una dama de hierro? ¿Qué es eso?
- Un instrumento de tortura. Mirad.- añadió Gabriel abriendo el sarcófago.- Hay clavos letales que se usaban para provocar daño al hereje. La persona se depositaba dentro de la dama y a medida que se cerraba, los clavos iban atravesando las partes de su cuerpo, pero sin llegar a matarlo, puesto que esquivaba las partes vitales. La persona moría a los dos días aproximadamente, después de soportar todo el daño de los clavos incrustados en sus genitales, cabeza, brazos y piernas. 
- ¿Y por qué están todos estos instrumentos de tortura aquí?
- Quizás sea obra del Tribunal de la Inquisición. Estoy casi seguro de que antes de que se construyera este tétrico hotel, aquí había un tribunal eclesiástico que condenaba a herejes.
Los chicos se paralizaron.
- Chicos, estáis ante una de las obras más terribles de aquel monstruo que llamamos Ser Humano. 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 2


BAPHOMET

Ariadna se despertó a la mañana siguiente con un profundo sueño. Miró a un lado y a otro de la habitación y descubrió que no estaba en su casa. Por unos momentos, no parecía acordarse de nada. Volvió a la Tierra y entró en razón. El viaje la había dejado muerta y su mente estaba hecha un caos. En menos de dos horas había entrado en un sitio extraño que parecía un cementerio y había recibido en forma de bomba miles de nombres de personas en su cabeza. Se levantó y se puso sus zapatillas. Retiró las sábanas con delicadeza e hizo la cama. 
- Buenos días, guapa.- dijo una voz acercándose a ella con una bandeja que contenía el desayuno.
- ¿Aquí no hay comedor?- dijo Ariadna sin reconocer la voz ni la silueta que veía sus borrosos ojos. 
- Ya ha cerrado. Te traje esto.- rio la voz, que era masculina.
Ariadna abrió un poco más los ojos y lo vio. Era Pablo, que tenía una impecable sonrisa blanca mañanera. Le colocó la bandeja con tostadas y leche en la cama y le acarició.
- Son las once de la mañana. ¡Eres una dormilona!
La chica se sonrojó. Un escalofrío de placer invadió su cuerpo. Pablo era, en esos momentos, su mayor apoyo. Agarró las sábanas de la cama recientemente hecha y sintió una punzada de quinceañera en su corazón. Pensó en la noche pasada, cuando todos contaron en el pasillo de las habitaciones el motivo por el cual se refugiaban en el hotel. Estuvieron bastante tiempo hablando antes de irse a dormir, por lo que se pudieron conocer mejor. Ariadna sentía que esa iba a ser su familia a partir de ahora.
''En Andalucía la vida es fantástica, tienes un buen clima y la gente es maravillosa. Pero quise cambiar de aires por un hecho que me marcó la vida: la muerte de mi novia. Estábamos muy enamorados, y un cáncer me la arrebató. Decidí quedarme aquí porque Débora no me iba a cobrar nada por la estancia. Ella solo quiere que seamos felices. Encontré trabajo y estoy la mar de feliz''
''Ser la única chica entre tanto hombre no es fácil, sobre todo si no hay alguna mujer con la que hablar y desahogarte. Trabajé varios años en el circo de equilibrista y, una vez, me caí y me rompí una pierna. Desde entonces se burlaron de mí en aquel sitio y lo que se había convertido en mi casa durante muchos años, se convirtió en el infierno. Por suerte, encontré a Débora y ella me recogió.''
''No sé si te lo he dicho antes, pero me apellido es Cannavaro. Felipe Cannavaro. Huí de Italia por problemas con la justicia. Me acusaron de asesino siendo inocente, y tuve que irme porque allí las cosas están muy mal. Débora se portó muy conmigo y me dio trabajo.''
Pablo se adelantó y cogió las manos de Ariadna.
''Todavía tengo aquel recuerdo en mi cabeza. Aquella estampa última de la Torre Eiffel, que sentenció mi destino. Mi padre estaba endeudado con unos mafiosos de Rusia y la pagaron conmigo ante la cobardía de mi padre, que huyó. Por más que quise pagarles lo que les debía mi padre, los rusos juraron muerte al hijo de aquel estúpido, yo, y me escapé, huyendo de la mala vida.''
Ariadna no pudo evitar emocionarse al escuchar a Pablo. Recordó el peor momento de su vida y lo lanzó al viento.
''Estoy aquí por un hombre. Éramos muy felices y nos queríamos a reventar. Pero el alcohol, las drogas y la locura madrileña hicieron que su mano quedara estampada en mi cara. Todos los días me daba palizas y, muerta de dolor, hice un día la maleta y me escapé de aquel infierno''
Ariadna volvió a la realidad. Sin duda, su vuelta al pasado no había sido del todo agradable. Pero volvió a sonreír al ver que Pablo le daña el cariño que necesitaba para vivir. 
- ¡Mira eso!- gritó el chaval al ver algo misterioso en la pared.
- Dios santo...- susurró Ariadna sin palabras.
En la pared blanca como la nieve, había aparecido durante la noche un rostro. Un rostro difuminado por los rayos del día. Muerta de miedo, Ariadna se recogió en los brazos de su acompañante. Pablo decidió avisar a Débora.
- Tenemos un problema. 
- Dios, ¡que horror!- gritó Marilin entre lágrimas.
- En esta habitación hay demonios.- dijo Débora, segura de sus palabras.
- ¿Demonios?- se aseguró Ariadna.- No existen los demonios.
- Nunca retes al diablo, querida. Llamaré a un exorcista.
Un anciano con aspecto de sacerdote visitó el hotel en cuestión de una hora. Tenía aspecto serio. Marilin decidió encerrarse en su cuarto. Estaba aterrada. Débora le explicó al exorcista que había sentido malas presencias en esa habitación, que sacara el demonio de allí inmediatamente. Abrió la puerta de la habitación. El anciano pidió que se le dejara solo. Contempló el rostro en la pared, que había cambiado de forma. Los ojos de la mancha eran rojos como el carmín. Los chicos junto con Débora esperaron a que el exorcista terminara su trabajo, excepto Marilin, que permanecía encerrada en su habitación, entreteniéndose para no perder la calma.
- De Jehová es su tierra y su plenitud...el que no ha elevado a cosas vanas...
El sacerdote sacó un crucifijo y una rosa blanca, mientras que leía un pasaje de la Biblia regando la pared con agua bendita. 
- Alzad, oh puertas, vuestras cabezas...y entrará el Rey de gloria...¡SAL DE AQUÍ!
Un destello procediente de la mancha dejó ciego al viejo sacerdote, que lanzó un alarido de dolor al aire. Débora, sudando, decidió entrar a ver lo que había sucedido después de que el silencio reinara durante varios minutos. La puerta se abrió sola. Los chicos entraron y descubrieron lo que no querían ver. El exorcista permanecía muerto en el suelo, con la cabeza decapitada. Bañado en sagre, sólo el tallo de la flor sobrevivió. El agua bendita se había secado, la Biblia estaba quemada y el crucifijo torcido. Débora observó, ante la sorpresa de lo chicos, que la mancha había desaparecido. En su lugar, había escrito en sangre un mensaje en aquella superficie gruesa.
''Os estoy vigilando. Yo lo sé todo''
Débora dejó caer gotas de sudor por la frente y se dirigió a los chicos. Marilin, que se había armado de valor, gritó al ver el cadáver del sacerdote. 
- Se ha ido. El demonio se ha ido.
- ¿Quién puñetas ha escrito eso?- dijo Felipe con una chispa de nervios en el cuerpo.
- Baphomet, el demonio que lo ve y lo sabe todo.- sentenció Débora.

martes, 20 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 1


LUNA ROJA

Alguien conducía decidido por los terrenos a las afueras de Madrid. Alguien que lloraba incansablemente y que tenía una profunda pena en su interior. Era Ariadna, una chica que se llevaba mal con el destino y que parecía que éste le tenía manía. En el rincón más profundo de su corazón guardaba un secreto. Un secreto que le atormentaba en sus sueños y que hacía que no durmiera la mayoría de las noches. Se secó las lágrimas con cuidado y observó por el cristal frontal del coche las gotas de lluvia que se estampaban contra él. Hacía un día horroroso. Había todo un mundo de nubes en el cielo, de color gris. Ningún pájaro se atrevía a cantar con miedo de que le cayera un chaparrón encima. La calle tenía un aspecto tenebroso. La gente que paseaba por las aceras tenían sombras espeluznantes. La noche se abalanzó sobre el lugar. Ariadna vio la esperanza en aquel edificio que parecía un hotel. Aparcó en un lugar seguro y cogió la billetera. Tenía doscientos euros. No más. ¿Cómo podría sobrevivir más de una semana con ese dinero? Sin duda, su intento de escape no estaba siendo muy coherente. El aspecto del hotel era de lo más asqueroso posible. Era viejo y desgastado. Era como si permaneciera allí desde tiempos inmemorables. Entró sintiendo el frío en su cara, muerta de miedo. 
- ¿Por qué tiembla?- le preguntó una mujer que se acercó a ella.- ¿Tiene frío, verdad?
- Sí, sí...- fingió Ariadna, tratando de disimular su miedo hacia el lugar.- Deme una habitación caliente, por favor. Y...barata. No tengo mucho dinero. Verá...
- No me tiene por qué dar explicaciones.- dijo la mujer sonriéndole a la chica.
- Necesito un amigo. Hace mucho tiempo que no lo tengo. Y...aquí no es precisamente que haya mucha gente para hablar.
- ¿Busca una habitación o un amigo? Le aseguro que las discotecas de Madrid están llenas de ellos...
- No puedo volver a la capital. ¿Me entiende? No puedo volver a aquel infierno.
- Tome la llave. Soy Débora, la dueña de esto que se hace llamar hotel. 
- Me llamo Ariadna...- susurró la chica con la voz entrecortada.
- Este hotel es pequeño. No le cobraré los días que esté aquí. Le hará falta el dinero en el futuro, cuando pueda encontrar algún sitio donde vivir hasta que pierda el miedo a ese hombre.
- ¿Ese hombre? ¿Cómo sabe usted...?
- Pase, relájese y descanse...- sonrió Débora con una extraña mirada.- Bienvenida al Hotel 666.
- ¿Hotel 666? Qué nombre tan...satánico.
- Mi padre era fanático de la demonología. Le encantaba todo este tema.
- Los demonios no existen. Y si existen, todavía no he visto a ninguno. Bueno, gracias y adiós.
- Se me olvidaba. Hay cuatro residentes más en este momento. Quizás le interese contarle su problema. ¿Quiere qué...?
- No, gracias. Es tarde y necesito descansar. Buenas noches.
Débora se despidió de la cansada chica, que subió por las escaleras a una velocidad muy rápida. Su habitación era la 21. En el pasillo se chocó con un chaval rubio que andaba algo nervioso. Los dos se quedaron mirando por unos instantes intentando que decir para pedir disculpas por haberse chocado por el camino, pero no pronunciaron ninguna palabra. Después de unos segundos con la mente en blanco, el chico se atrevió a romper el hielo.
- Eh...lo siento. ¿Estás bien?
- Sí, sí. ¿Y tu?
- Yo también...¿resides aquí?
- Sí. Soy Ariadna.
- Prideux. Pablo Prideux.
- Tienes acento francés. Además, creo que tu apellido también lo es...¿naciste en Francia, no?
- Oui, je suis français.
Todo el tiempo que cubría a los chicos en ese momento se paró. Ariadna quedó prendada del acento francés en cuanto oyó pronunciar palabras en su idioma a Pablo. Pero encontrarse con él no fue la única sorpresa. Tres chicos más se acercaron a las espaldas de Pablo, rabiosos de curiosidad. Todo el mundo se preguntaba quién era aquella chica algo sucia y empapada por la lluvia. Todo el mundo se preguntaba el motivo por el cuál había decidido residir allí esa noche...o días. Entre las miles de preguntas que cayeron sobre la persona de Ariadna, ésta oyó decir a una chica que debería estar loca para entrar a este hotel. Otro decía que el lugar era increíblemente aterrador y tenía habitaciones secretas y casi nunca abiertas al público. El otro chico alucinaba en colores. Nada más que soltaba maravillas por su boca, vanagloriándose de estar en lugar tan tétrico como aquel. No paraba de decir que le encantaban las emociones fuertes y aquello le parecía excitante.
- Has llegado ahora mismo, ¿no? Encantado. Soy Felipe.- se presentó uno de los dos chicos que quedaban.
- Yo Miguel, de Andalucía. ¡Tienes pinta de ser de Madrid!
- Parece que somos las únicas chicas de esta panda, cariño. Me llamo Marilin.
Un caos reinaba en la mente de Ariadna, que miraba los rostros de los chicos con miedo y desconfianza.
- Llevamos más o menos un mes aquí, y la dueña no nos cobra por estar. Le preguntamos por qué hacía eso y no nos contestó. Parece un misterio. Los cuatro huimos de una falsa vida. Todos tenemos un motivo por el cuál estamos aquí. ¿Cuál es el tuyo?
Ariadna movió la cabeza. Pablo le sonrió. La chica recibió un escalofrío de comodidad por todo su cuerpo. Eran gente de confianza, verdaderos amigos. Ariadna se acercó a la ventana dispuesta a revelar su secreto y entonces la vio, vio a la Luna de color rojo, rojo como la sangre que aparecían en sus recuerdos.
- Soy Ariadna, y huyo del mayor peligro del planeta: el hombre.