lunes, 9 de enero de 2012

Hotel 666: El comienzo. Epílogo


EPÍLOGO

La espada celestial atravesó el fúnebre cuerpo de Abrahel, que se deshizo en cenizas tras un grito de derrota. Los ojos de Gabriel se iluminaron. La confianza que había puesto en Ariadna había merecido la pena. La chica retiró la espada y observó como su enemigo se convertía en polvo tras un tremendo rayo de luz. Algo resonó en su mente. 
''Bien hecho, Ariadna. Bien hecho...''
Gabriel se intentó incorporar, pero Ariadna le obligó a no hacerlo. El portal al infierno se deshizo entre las tinieblas y el ejército de los súcubos regresó al Inframundo para no volver jamás, por ahora. Mientras tanto, Ariadna ayudó a Gabriel a ponerse en pie y se echó su mano al hombro. Estaba cansada, horrendamente cansada. Su cuerpo le pedía un descanso. Sin poder ni andar, consiguió llegar a la sala de los espejos con su amigo. Allí le esperaban Pablo, Miguel y Marilin, felices de volver a verla.
- El espejo de María Tudor estalló en mil pedazos antes...- aclaró Pablo.
- Supongo que se rompió la maldición del hotel...- dijo Marilin suspirando tranquila.
Gabriel intentó hablar.
- Ariadna nos ha salvado a todos. Ella fue la que derrotó a Abrahel...
- Ari.- continuó Pablo.- Gracias.
Ariadna se acercó al hombre que le había hecho feliz días atrás y le besó apasionadamente, entre los aplausos de sus amigos y de un Gabriel un tanto herido.
- Esperad.- dijo Miguel preocupado.- Baphomet y Abrahel fueron vencidos...pero, ¿qué hay del demonio, de Satanás?
- Mientras el portal esté cerrado y nadie lo invoque...- dijo Gabriel mostrando estar un poco mejor.- ... no hay por qué preocuparse.
Sonrió. Los demás le siguieron la sonrisa, felices por el final feliz que acababan de presenciar. Ariadna vio su reflejo en uno de los miles de cristales que había dejado el espejo de María Tudor a su paso. Algo vibró en su bolsillo. El móvil. Llamaban del hospital.
- ¿Sí? ¿Felipe? Sí, sí, soy su amiga más cercana. ¿Novedades de él?
Hubo un silencio eterno. Las miradas de los demás empezaron a ser preocupantes.
- Gracias...Adiós. Sí, sí. Iremos en cuanto podamos...Adiós.
- ¿Qué pasa? ¿Cómo sigue Felipe?- preguntó Miguel curioso.
Ariadna mostró una mirada fría y nerviosa. Finalmente, suspiró y bajó la mirada, dejando caer lágrimas de rabia por su rostro. 
- Felipe ha muerto.


FIN

(Continuará...)

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 10


LA PUERTA DEL INFIERNO

- ¿Qué quiere decir todo esto?- preguntó Ariadna, aterrorizada por los rostros sin forma de los súcubos.
- Gabriel no es un humano.- dijo Abrahel sonriéndole a la chica. Se dirigió a Gabriel y le miró profundamente a los ojos, con arrebatos de rabia y de rencor.
- Anda, valiente. ¿Por qué no les muestras tu verdadera forma?
Gabriel bajó la mirada y por un segundo, se sintió derrotado. Miró a sus amigos y se acercó a Ariadna. Los ojos del chico mostraban seguridad y valentía, pero su cuerpo no reaccionaba.
- Ari, es difícil de entender todo esto. Pero al fin y al cabo, los ángeles existen...
- ¿Qué me estás tratando de decir, Gabriel?- dijo Ariadna con lágrimas en los ojos.
Gabriel se apartó unos centímetros de ella y dejó que una luz intensa iluminara su cuerpo. Ariadna se tapó los ojos. Su retina no estaba acostumbrada a tan semejante resplandor. Lo siguiente que la chica vio fue a un hombre que se parecía a Gabriel. Era mucho más alto que él y de su espalda brotaban dos alas blancas e inmensas, casi transparentes. Sus ropas eran las mismas que Gabriel llevaba. El color de sus ojos era gris, como la superficie lunar. También llevaba una espada empuñada en su mano izquierda. Aquello que Ariadna estaba viendo era un arcángel.
- Díos mío...
- Escúchame, Ariadna.- replicó la voz del arcángel, que definitivamente era el mismo Gabriel.- Puede que creas que esto es un simple sueño, pero a veces, la realidad puede depararnos cosas inimaginables. Y una de esas cosas es haberte conocido. Gracias a ti, y a todos...
- Gabriel, hazme creer que esto es sólo un sueño. Que ni los ángeles existen ni los demonios...
- Los ancestros estaban en lo cierto. El mal siempre ha existido en La Tierra y siempre existirá. Muchos como yo protegemos hoy en día cualquier amenaza del mismísimo Satanás. Mi misión es protegeros de Abrahel. Por eso vine aquí. Este momento tenía que llegar...
Abrahel sonrió maliciosamente. Estaba cansada de diálogos. Deseaba destrucción.
- Ariadna.- continuó Gabriel.- este portal conduce a un lugar terrible. Siempre imaginaste el Infierno con llamas y la gente ardiendo. No es así. Es un lugar oscuro, donde existe dolor por todas partes y donde las tinieblas nunca cesan. Es un mundo paralelo al nuestro. Abrahel quiere hacerse con este mundo también, y por eso llamó a su ejército de súcubos. Sólo te pido una cosa. Los súcubos son especialistas en seducción. Te ruego que alejes a Miguel y Pablo de aquí. Llévalos a la habitación de las torturas. Allí estaréis a salvo.
Ariadna miró a Abrahel y luego le retiró la mirada para volver a Gabriel.
- Ariadna, hazme caso.- dijo Gabriel.- con esta espada acabaré con Abrahel y cerraré el portal.
- ¿Y si necesitas ayuda?- insistió Ariadna con un puñal de dolor en su corazón.
- La fuerza de tu corazón te avisará. Sólo si yo fallo tú serás la elegida para devolver el mal a donde pertenece. El lugar del que nunca debió salir.
Gabriel abrazó a Ariadna. Una ola caliente invadió a la chica.
- Vamos, ¡vete!
Ariadna y los demás corrieron a refugiarse a la habitación de las torturas. Esta vez, Ariadna sentía la suficiente valentía para enfrentarse a cualquier cosa. Gabriel miró a Abrahel y sonrió. Empuñó la espada con fuerza e intentó llamar la atención del gran súcubo.
- ¡SÚCUBOS! ¡ID TRAS ELLOS!- ordenó Abrahel, muerta de furia.
- Esto es entre tu y yo.- aclaró Gabriel elevándose en el aire.- ¡Y aquí termina todo!
Los súcubos corrieron a perseguir a los chicos, que habían bloqueado la puerta de la sala de las torturas. Derribaron la puerta que conducía a la sala de los espejos y entraron en ella. Marilin se encontraba en el suelo, desmayada. 
- ¡Marilin!- gritó Pablo, al mismo tiempo que acudía a socorrerla. El espejo de María Tudor brillaba entre las tinieblas.
- Chicos...- dijo Marilin intentando incorporarse.- Acudí aquí para descifrar el misterio de María Tudor y algo me golpeó. De lo demás no me acuerdo...
- Marilin, Abrahel y Gabriel están luchando en recepción. 
- ¿Abrahel? ¿Eh?
Ariadna suspiró.
- ¡DÉBORA ES UN DEMONIO! ¡Y GABRIEL UN ARCÁNGEL! Él vino para protegernos y me mandó reteneros aquí para manteneros a salvo. Un ejército de súcubos está intentando entrar aquí para matarnos. ¡Salieron de un portal que conduce al infierno!
- Díos mío...- pronunció Marilin, sin poder creérselo.- Gabriel...un arcángel...un portal al infierno... ¡UN PORTAL! ¡LO TENGO! ¡SÉ PORQUE MARÍA TUDOR VIAJÓ A ESPAÑA PARA INVOCAR AL DEMONIO!
Ariadna agarró a Marilin por los brazos y le suplicó que lo dijera. 
- María Tudor vino a España.- continuó Marilin.- porque era aquí donde sólo se podía comunicar con Satanás, ¡ya que sólo aquí se encontraba el portal paralelo a este mundo! ¡El Infierno!
- Ya tiene relación todo.- continuó Miguel.- La Inquisición fue un tribunal maldito. María hizo el pacto aquí mismo con Satanás. ¡Y él a cambio le pidió sus posesiones, o sea, la sala de torturas, y el hotel entero, que por entonces era pura tierra! Por eso...aparece aquí el portal. ¡Porque esto es la herencia de Satanás!
Todos permanecieron callados. Los gritos y golpes que se oían tras las paredes de los súcubos eran tremendos. La puerta de la habitación de las torturas no aguantaría mucho en pie. Ariadna pensó en la confianza que le había dado Gabriel y decidió salir. 
- Chicos, debo salir.
- ¿Estás loca?- dijo Pablo, sujetándola por el brazo.
- Debo salir. Algo me dice que Gabriel está en peligro. Debo ayudarle...
- ¡Ni se te ocurra salir! ¡No permitiré que te maten!- exclamó Pablo. 
''Las personas controlamos nuestra mente. Somos libres de pensar e imaginar lo que queramos. Pero a veces, el control se esfuma como las olas del mar, que van y vienen, y vuelven a venir. Si puedes pensar que todo irá bien, la realidad hará el resto.''
Ariadna cerró los ojos y se concentró.
''Y ahora reinará el silencio. Alguien te solicita. Tú puedes salvarte a tí y a los tuyos.''
Sintió una fuerza en su interior que nunca había sentido antes. Era como si sus pies se levantaran del suelo.
''He aquí el poder celestial. Ahora ve, y ayúdale. En tus manos está su destino, y el de todos''
Después de sufrir algunos mareos leves, Ariadna abrió los ojos. No se lo podía creer. Estaba frente a Abrahel, en la recepción. Gracias al poder de Gabriel, se había podido transportar desde la habitación de las torturas a la recepción. Observó que Gabriel estaba tendido en el suelo, herido gravemente. La espada estaba a su lado, fiel. Gabriel intentó hablar, pero sólo pudo susurrar levemente. 
- Acaba con ella, Ariadna...coge la espada y acaba con ella...confío en ti. Todos confiamos en ti...
Ariadna empuñó la espada y miró fríamente a Abrahel. 
''De pequeña, me enseñaron a ser valiente. A tomar decisiones justas y a tomar decisiones correctas. La vida de una mujer es un secreto guardado en el ático de los sueños. Una caja de sorpresas imposible de desvelar. Nuestro corazón recibe daño, pero siempre perdonamos. Somos sensibles a cualquier estímulo. Me enseñaron a ser fuerte y a afrotar los problemas, pero también a ser pura de corazón e inteligente. Y esta vez, me enfrentaré a la realidad. Porque confían en mí y yo confío en ellos. Y todo empieza, por la decisión que tomes.''
Un grito sonó en lo más profundo del Hotel 666. El espejo de María Tudor estalló en mil pedazos. 

sábado, 7 de enero de 2012

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 9


PALABRAS PROHIBIDAS

Habían pasado diez días desde la derrota de Baphomet. Felipe estaba en el hospital, en estado grave. El doctor bajaba la mirada cada vez que veía como se encontraba. Ariadna y Miguel acudían casi todos los días a visitarlo. Sin mediar palabra, Felipe dormía en silencio, esperando la muerte, que cada vez que acercaba más a él.
- En el hotel están muy preocupados.- le dijo Ariadna a Miguel.- Los médicos no tienen muchas esperanzas puestas en él...
- La esperanza es lo último que se pierde...- dijo Miguel sonriéndole.- Felipe es fuerte y aguantará esto y más. Salgamos, necesita descansar. ¿Te apetece un café?
- Está bien. Vamos.
Los chicos abandonaron la habitación de su amigo, que seguía durmiendo en su eterno y profundo sueño. Mientras tanto en el hotel, Débora recogía algunos papeles que, sin querer, se habían caído al suelo. Suspiró con una sensación de vacío en el estómago. 
- Débora...quisiera hablar contigo.- dijo Gabriel entrando en recepción.- Es sobre Baphomet. ¿Qué te dijo al oído?
- Gabriel, cielo.- contestó Débora mirándolo fríamente.- No es asunto tuyo.
- Dicen que el silencio es síntoma de complicidad, Débora. O quizá debería llamarte...
- ¡Cierra la boca! Sabía que supondrías un peligro...
- Al fin y al cabo, tenemos algo en común: no somos humanos.
- Pero sí soy...¡la que te va a eliminar!
Los ojos de Débora se volvieron negros ébano. Gabriel sintió un fuerte dolor de cabeza, que le hizo caerse al suelo muerto de dolor.
- Baphomet fue vencido. Pero la reina de los súcubos no fracasará...porque ya conoce a sus presas lo suficiente.
Débora sonrió. Pablo acudió a ver lo que estaba sucediendo. Los gritos de Gabriel les había resultado sospechosos.
- No ha sido nada, Pablo.- dijo Gabriel intentando disimular un accidente.- Un golpe tonto. No te preocupes.
Ariadna y Miguel llegaron preocupados del hospital. Felipe estaba muy grave y posiblemente no sobreviva. Débora se estremeció al oír las palabras de la chica, que reflejaban melancolía y tristeza. Ariadna besó en los labios a Pablo y abrazó al resto. En sus ojos se podía ver el futuro de Felipe.
- ¿De verdad no hay solución?- dijo Pablo dejando que sus lágrimas rozasen su rostro.
- Aún no sabemos si se recuperará.- dijo Miguel.- Ahora es cuando debemos de tener fe...
- ¿FE?- interrumpió Débora.- ¿Fe en qué? ¿En lo inevitable? A Felipe lo poseyó un demonio y eso provocó que se estrellara contra la pared y sufriera daños cerebrales. ¡No podemos tener fe sabiendo que no hay esperanzas de vida para él! ¿De verdad sigues pensando que todo está en manos de Dios, Miguel?
- Cuando piensas que todo está perdido, te das cuenta de que estás pensando mal.- dijo Ariadna enfrentándose a Débora. Gabriel las miró a las dos.
- ¿Dónde está esa Débora dulce y comprensiva? ¡No la veo por ningún lado!- añadió.
Débora era prisionera de sus palabras. Le hervía la sangre.
- Ya está bien de teatros...
Y diciendo esto, sus ojos se volvieron de color negro. Sus pupilas desaparecieron y el blanco natural de sus cristales, se convirtieron en pozos de oscuridad. Sus ropas se rasgaron y el pelo le creció. Parecía como si Débora hubiera rejuvenecido casi diez años. Sus pies se levantaron del suelo, desafiando al aire. De su espalda brotaron dos alas demoníacas, cubiertas de fuego.
- ¡Soy Abrahel! ¡Reina de los súcubos!
Los chicos no podían creer lo que estaban viendo. Abrahel se inclinó mirando al suelo y lanzó una fuerte ráfaga de fuego y tinieblas, que creó un gran portal ígneo y oscuro, que se abría a lo largo del suelo de la recepción. De él salieron todo un ejército de criaturas horrorosas, con ojos como supernovas y cuerpos distorsionados. Parecían mujeres. Eran los súcubos.
- Os presento a mi verdadera identidad y a mi ejército.- dijo Abrahel contemplando las caras de los chicos, que no tenían expresión.- ¡Mi misión es obedecer las órdenes de Satanás, para conquistar el mundo y dominar el mal en él! ¡Los humanos debéis morid! ¡AQUÍ Y AHORA!
El demonio se acercó a Ariadna y su poder psíquico la empujó contra la pared, lo que provocó que la chica cayera al suelo herida, muerta de dolor.
- ¡Muy bien, Gabriel! ¡MUÉSTRAME COMO LUCHAN LOS ARCÁNGELES! 


Sólo hay una razón por la cuál vine aquí,
y esa razón tiene que estar guardada bajo llave,
hasta que llegue la última hora.
Mi nombre es Gabriel,
y pertenezco al Ejército de los Cielos.
Mi misión es proteger a la humanidad
de los planes del demonio.
Y aquí, y ahora,
empieza la batalla final.

viernes, 6 de enero de 2012

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 8


LOS TAMBORES DEL INFIERNO


Felipe seguía lleno de arrebato en el suelo, mientras que Débora les decía a los chicos que si todos los espejos estaban tapados. Asintieron. Segundos después, Débora agarró el cuello del pobre Felipe y pronunció un pasaje de la Biblia, haciendo que el chico se pusiera peor. Las partes de su cuerpo se iluminaron y empezaron a echar humo. La temperatura de Felipe era increíble. O despertaba de su pesadilla o moría. Débora seguía rezando cuando de pronto, la locura de Baphomet cesó.
- ¡Por fin! ¡Ha parado!- gritó Marilin protegiéndose en los brazos de Miguel.
Los ojos de Felipe se cerraron. De su pecho, como niebla espesa, salió la misma sombra que había salido minutos antes del espejo de María Tudor. Marilin se cubrió los ojos, muerta de miedo.
- Es él...- anunció Débora.
Dos ojos rojos como la sangre se iluminaron detrás de la espesa niebla negra. Minutos después, la niebla se transformó en luz, dando lugar a una silueta demoníaca. Era Baphomet, que había tomado forma desde lo más profundo de su alma muerta. Su rostro representaba el dolor y la muerte, orgullosos de pertenecer a él. La figura sonrió.
- Ave...
- ¿Qué quieres de nosotros?- dijo Miguel lleno de valentía.
- Alguien me invocó...- pronunció Baphomet con dificultad.- Y ese alguien pagará las consecuencias por quererme destruir.
Baphomet miró a Débora y notó una cierta familiaridad en ella. Se acercó a ella y le susurró unas palabras al oído.
- Ama, ¿qué debo hacer?
- Acaba con ellos, Baphomet...
La voz de Débora sonaba mortífera esta vez. La figura se alejó de ella y comprobó que los chicos no habían oído nada. Minutos después, Baphomet se acercó a los chicos y les miró llenos de odio.
- Los que nunca creyeron en Satanás, pagarán por ignorantes. ¿Dónde está vuestro Dios ahora?
La voz de Baphomet se identificaba con tambores roncos. Eran los tambores del infierno.
- ¡Vete de aquí!- gritó Marilin ayudada de su propio corazón.
- El mal va a conquistar el mundo y empezaré con vuestra destrucción.
- Jamás.- dijo una voz a las espaldas de los chicos.
- ¿QUIÉN ERES TÚ?
En la puerta de la entrada, una silueta negra iluminaba el día. La voz les resultó conocida a los chicos. Débora frunció el ceño y apretó los puños. Era Ariadna.
- Debíais de hacer caso a vuestros ancestros, que estaban en lo cierto. Una tradición esconde un secreto. En estos tiempos, lo inesperadamente equivocado, puede ser perfectamente real.- dijo Baphomet dejando escuchar su voz tamboril. 
- Esta vez, el que está equivocado eres tú.- aseguró Ariadna sacando un crucifijo de su bolsillo.
Baphomet se le abalanzó, pero por suerte, Ariadna lo esquivó, yendo a parar contra la pared. La chica le mostró el objeto al demonio, y éste, al verlo, se abrumó.
- Lo siento Baphomet. Toda tradición tiene un final... ¡Y ESTE ES TU FINAL! ¡CRISTO!
Al oír la última palabra de Ariadna, Baphomet dejó escapar un grito de dolor que acabó por debilitarlo. La espesa luminosidad que desprendía volvió a ser una niebla negra y espesa, que acabó con su desaparición. 
- No tientes al demonio a no ser que puedas derrotarlo.- dijo Pablo lanzándose a los brazos de Ariadna y riendo de triunfo y felicidad.
- ¡Conseguiste vencer a Baphomet, Ari! ¡Sabía que no nos abandonarías!
Ariadna sonrió, y por encima de los hombros de Pablo, contempló la mirada enfadada de Débora, que se acercaba a la chica con cautela.
- Esto es sólo el principio...Baphomet ya fue derrotado una vez. Satanás no fue derrotado nunca.- dijo Débora dando la bienvenida a Ariadna.
- Detendremos al mismo diablo. Pero nadie pagará las consecuencias.
- ¡Y descubriremos la entrada al infierno! 
Gabriel optó por sonreír. La vuelta de Ariadna le había hecho feliz. Le abrazó fuertemente y le susurró bellas palabras al oído. 
- ¿Por qué decidiste volver?- dijo Débora
- Buscaba una nueva vida. Y no me daba cuenta de que la nueva vida ya la había empezado...junto a vosotros...
Ariadna sonrió y acarició a Pablo. Los chicos se besaron, dejando ver su amor secreto que ninguno de los dos se atrevía a confesar. Todos rieron asombrados.
- ¿Qué le ha pasado a Felipe?- dijo la chica acudiendo en su ayuda.
- Baphomet se apoderó de su cuerpo y de su alma.- dijo Gabriel entristecido.
Ariadna le tomó el pulso al blanco cuerpo de Felipe. Lo peor estaba por llegar.
- No respira...
El silencio se apoderó de la recepción. 
- ¡NO RESPIRA!- gritó Ariadna dejando que su voz se fundiese con el terror de sus ojos.

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 7


ALMA POSEÍDA

Amaneció en el hotel. Pablo tocó en la habitación de Ariadna, pero no contestó nadie. Eran las dos de la tarde y al chico le había extrañado que no despertara su amiga. Tocó una vez más. Silencio.
- ¿Contesta alguien?- dijo Débora, que apareció por el pasillo con Marilin.
- No...¿le habrá pasado algo?
- Derriba la puerta.- aclaró Marilin, que estaba de los nervios.
- ¿Estás loca?
- La hemos buscado por todas las partes del hotel, ¡y no está! Derriba la puerta.
- Apartaros.
Con un fuerte golpe que se oyó por todo el pasillo, Pablo derribó la puerta, que cayó al suelo sin ningún rasguño de impacto. Los tres chicos entraron, pero para su sorpresa, Ariadna no estaba. Pablo se acercó a la cama de la chica y observó que sobre ella había un pequeño papel doblado. 
- Ey, aquí hay algo. Parece un papel.
- ¿Qué dice?- preguntó Marilin.
Pablo desdobló el papel y leyó en voz alta:

'En primer lugar, gracias por todo, en especial a Pablo y Débora.
A pesar del poco tiempo que hemos tenido para conocernos,
os llevaré siempre en el corazón, os lo prometo.
Pero debo irme, ya que no me siento amenazada por aquel hombre.
Tengo que rehacer mi vida y ser feliz.
Nos volveremos a ver.
Ariadna.'

- Se ha ido...- comentó Pablo cabizbajo y con la voz entrecortada.
- Era predecible...- dijo Marilin al respecto. Abrazó a Pablo y le animó a seguir para adelante.
- Ahora no podemos perder tiempo. Tenemos que librar de la maldición a este hotel. Manos a la obra.- dijo Débora convencida de atrapar a Baphomet y ahuyentarlo.
<<Invocando a Baphomet conseguiré libraros de mí y haceros desaparecer de una vez por todas>>
Debora sonrió con una pizca de malicia adornando su juvenil cara. Observó como Marilin y Pablo cogían paños viejos de los armarios de las habitaciones y los bañaban en agua bendita, procedente de la botella que habían llenado un día antes en la Iglesia, gracias a la ayuda del sacerdote. Marilin y Pablo eran los encargados de tapar los espejos del pasillo y las habitaciones de la primera planta. Gabriel y Felipe se encargarían de los de recepción, sala de espejos y habitación de las torturas. Por último, Miguel y Débora taparían los espejos de las salas comunes y la segunda planta. 
- No entiendo porqué se marchó...aquí estaba bien...- dijo Felipe con una mueca de tristeza plasmada en su cara.
- Ha derramado demasiadas lágrimas. Ahora que su agresor ha muerto, tiene derecho a empezar de nuevo.- le aclaró Gabriel.
- Allá donde se encuentre ahora, le deseo lo mejor...
- Es una chica fuerte, sabrá cuidarse por sí sola.
Felipe tropezó con una cuna de Judas que días atrás se había cruzado con Ariadna . Percibió el perfume de la chica, que aún permanecía ahí. Observó la máquina de tortura y silbó para llamar la atención de su compañero. 
- ¿Qué puñetas es esto?
- Es una cuna de Judas.- aclaró Gabriel.- Colgaban a las prostitutas y homosexuales del techo y los dejaban caer sobre la pirámide., de forma que se producía el desgarramiento de la vagina y el ano. Era terrible.
Con la boca abierta, Felipe apartó la cuna de Judas y sacó de su bolsillo la llavecilla de la sala de los espejos, que le había dado Débora. Entraron los dos. Felipe sintió un escalofrío en su interior, observando la gran cantidad de espejos que debían de tapar. Tras media hora bañando en agua bendita dichos objetos, se sentaron a descansar en una especie de banco de madera antiguo que permanecía escondido en las sombras.
- Sólo queda uno. El espejo de María Tudor.- avecinó Felipe, exhausto.
Gabriel se levantó rápido y acudió a cazar su última presa. El espejo de María Tudor produjo un intenso brillo esmeralda, que trajo consigo la aparición del sigilo de Baphomet en la superficie. Una sombra del tamaño de un coche salió del espejo. Aquella cosa era casi invisible y apenas se podía ver. Felipe sintió un cosquilleo en su interior, como si algo quisiese apoderarse de él...y de su alma. Todo el cuerpo le quemaba. Era como si la lava de un volcán recorriera sus venas y arterias con un único destino: arder su corazón en llamas. Gabriel no lo reconocía. Felipe empezó a alterarse y puso los ojos en blanco al mismo tiempo que empezó a gritar en latín. Estaba rezando a Satanás. Aterrorizado, Gabriel corrió en busca de los demás para ayudar a su amigo, pero nada se podía hacer con el alma de Felipe. El cuerpo de éste empezó a arder, dejando ver la carne quemada a varios metros de distancia. Gritando en latín con la voz cada vez más grave y con los ojos como volcanes, corrió detrás de Gabriel para detenerlo. Baphomet se había manifestado. 
- ¿Qué coño pasa?- preguntó Pablo viendo llegar a Gabriel como un loco.
- ¡Felipe está poseído! ¡Baphomet está detro de él!
Entre las tinieblas, Débora sonrió. Los demás, mostraron su cara más pálida. Felipe, que no podía retomar su propio control, impactó contra la pared de la recepción y cayó al suelo lleno de adrenalina y dolor. Milagrosamente, Miguel y Gabriel consiguieron paralizarlo con agua bendita.
- Es hora de vernos las caras con Baphomet.- sentenció Débora, sujetando la Biblia.