sábado, 24 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 5


LA SALA DE LOS ESPEJOS

Ariadna no era consciente de lo que había ocurrido. Se abrazó a Marilin y rompió a llorar cada vez más. Ésta intento tranquilizarla, pero el miedo y el pánico se habían apoderado del corazón de la chica. Gabriel retiró el cuerpo del novio de Ariadna con ayuda de Felipe y Miguel y lo depositaron en el suelo. 
- Escuchadme. Nadie debe saber que este hombre ha sido atravesado por los clavos de una dama de hierro. De lo contrario, nos meterán en la cárcel a todos por posesión de una máquina de tortura...
- Así que nosotros nos encargaremos de llevarlo al hospital y en cuanto lo hagamos, desapareceremos.- concluyó Felipe.
- Tened cuidado, chicos.- dijo Débora observando la cara desfigurada del agresor.- Ariadna necesita descansar. Pablo, Marilin, llevadla a su habitación, y que duerma. Por favor.
Sonrió. Una vez despejada la sala de las torturas, Débora sacó una llave del bolsillo de su chaqueta y se dirigió a un mueble alto que había al fondo de la habitación. Lo retiró con dificultad y dejó ver al descubierto una sucia y antigua puerta. La abrió con la llave y entró en la sala a la que daba. Estaba llena de espejos, de todas las formas y de todos los bordes de colores posibles. Era precioso. Una lámpara de araña colgaba del techo. Encendió la luz y caminó hasta un órgano. Encima del viejo instrumento de música, había un espejo inmenso. 
- Baphomet...
Se hizo el silencio. Una imagen borrosa de un rostro deforme salió en la superficie del espejo.
- ¿Mi señora?
- ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has herido a ese chico?
- Solo intentaba divertirme, señora. No volverá a pasar.
- ¿Alguna noticia nueva sobre el amo?
- Ninguna nueva, señora.
- Mantenme informada todo el tiempo. Ya queda poco para la hora final...
Débora tocó el espejo y sonrió. Baphomet ardía en llamas de muerte al otro lado del espejo. La chica cerró con su llave la sala y se fue. Con sus secretos bien guardados y su dulce carácter falso, se dirigió a recepción como si nada hubiera pasado. Ariadna tenía el miedo metido entre oreja y oreja. Había vivido una serie de infernales sucesos paranormales, y no podía mantener la calma. A pesar de las afirmaciones de meter en la cárcel a su agresor cuando saliera del hospital por parte de Pablo, la chica no podía conseguir la tranquilidad. Sudaba más que nunca cuando Marilin resumía lo ocurrido, maldiciendo al novio de su amiga. 
- Quiero bajar...quiero bajar...- repetía incansablemente la chica.
- No, Ari. Tienes que descansar...
- Tengo que descubrir quién lo mató...
Ariadna se levantó de la cama y retiró bruscamente las sábanas, con un enfado enorme. Pablo decidió seguirla a donde iba: la habitación de las torturas. Pidió que Marilin los acompañara, por si les pasaba algo avisar a Débora. De nuevo, el ambiente a muerte y recuerdo se mezclaban en aquella habitación llena de polvo y tortura. Enseguida Ariadna localizó una puerta llena de suciedad, que alguien había olvidado ocultar de nuevo con un mueble. Intentó abrir la puerta, pero no pudo. Buscó en los cajones del mueble alguna llave con la que abrir aquella habitación, pero solo encontró herramientas de madera y paños sucios. 
- ¿Se puede saber que hacéis aquí?- una voz irrumpió a sus espaldas.
- Débora, quiero saber lo que mató a ese hombre.- aclaró Ariadna, sin ningún miedo.
- ¿Lo seguías queriendo...?
- No quiero hablar de eso...
- Sé sincera, Ariadna. Querías una amiga y aquí la tienes. ¿Le querías aún?
Ariadna miró hacia la puerta y le exigió a Débora que le confesara el método para abrirla. Finalmente, la chica accedió a duras penas y sacó la llave para desbloquear el misterio. Los chicos no podían contener la emoción al ver aquella sala llena de espejos y adornada por una gran lámpara de araña. Marilin tocó los bordes de todos los espejos. Estaban bañados en plata y oro. La maravilla de aquellas reliquias les asombró a todos.
- Está bien. Ya has entrado. Ahora, vámonos...
- Espera. Mirad que espejo. Qué grande es...
Ariadna observó el espejo por el cual Débora se había comunicado con Baphomet. Estaba asombrada. Observó que al lado del espejo, muy rebuscado, se encontraba un viejo libro de demonología.
- Vaya...aquí debe decir algo sobre lo que ha pasado.
- No toques eso, Ariadna. Pertenece al pasado de mi padre. Él era el dueño de este gran hotel.
- ¿Entonces el nombre de este hotel se debe a las aficiones de tu padre?
- Se puede decir más o menos que sí. Le encantaban estas cosas. Me parece un hobbie normal.
- Jugar con el demonio no es un hobbie normal.- aclaró Pablo. 
- Si juegas bien, lo es.- sentenció Débora.- Mi padre estaba un poco loco. Le ponían chiflado estos temas. Hasta él mismo inventó nuevos demonios para la cultura popular, y de ahí, partía su increíble literatura, que nunca llegó a tener éxito.
- Puede ser que tu padre haya invocado al demonio, que habita en este hotel desde que él lo llamó. Aunque...todavía me niego a creer estas hipótesis. Siempre el diablo fue mitología pura.- dijo Pablo hojeando el libro de demonología que le había arrebatado a Ariadna.
- ¿Encuentras algo, Pablo?
- Sí...y me parece que el padre de Débora no fue el primero que trajo el espíritu del demonio a este hotel.
- ¿Entonces, quién fue?
Débora sintió un placer interior en su alma. Sin duda, parecía como si condujera a los chicos a saber la verdad.
- Hace más de 400 años, María Tudor, la reina de Inglaterra, invocó al demonio para que protegiera a los tribunales que castigaban a los herejes.- Pablo observó las notas al margen.- Eh, parece que este libro está prohibido por los católicos. 
- ¿La Inquisición? ¿Un tribunal demoníaco?
- Según los escritos más íntimos de la reina, ella hizo un pacto con el demonio. Si los herejes eran ejecutados y borrados para siempre de la faz de la tierra (sobre todo los protestantes), el diablo podría tener libre propiedad de sus bienes.
- O sea.- añadió Marilin.- Que lo que hubiera antes de este hotel, un tribunal de torturas o algo parecido, estaba bajo custodia de la reina de Inglaterra.
- Dios...- dijo Ariadna.- Esto cambiaría la historia de Gran Bretaña...
- Aún hay más.- continuó Pablo.- ¿Sabéis cuál era el apodo que los ingleses le daban a la reina por sus crudos castigos contra herejes?
El aire de la habitación se ahogó en silencio.
- María La Sangrienta, es decir, 'Bloody Mary'. ¿Os suena a algo?
- El espíritu del espejo...quizás este espejo pertenezca a María Tudor.- añadió Ariadna.
- Una cosa chicos. ¿Alguien me dice que hacía la reina de Inglaterra en un tribunal contra herejes español?
La sombra del espejo sentenció el sumo silencio.

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