jueves, 22 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 3


LA HABITACIÓN DE LAS TORTURAS

Habían pasado dos días. Ariadna se había cambiado de habitación por el miedo que sintió. Pablo tuvo que quedarse esa noche a cuidarla porque no paraba de pensar en aquel rostro manchado en la pared de su habitación. Las horrorosas imágenes de aquel sacerdote decapitado le atormentaban en pesadillas. El sangriento mensaje que apareció en la pared después de todo, vagaba por la cabeza de la chica sin rumbo. Mientras Ariadna temblaba en su habitación al lado de Pablo, Marilin se molestaba en bajar a la biblioteca y ojear algunos libros de demonología con Miguel y Felipe.
- Aquí está. Baphomet.- dijo Marilin sobresaltándose.
- Dios mío, el sigilo de Baphomet, el poderoso símbolo del demonio.- añadió Miguel.
Felipe cogió el libro y observó la portada. Después, lo examinó por fuera y decidió abrirlo.
- Aquí dice que Baphomet era una deidad de la Orden del Temple, una organización militar cristiana que se fundó tras la Primera Cruzada. Su nombre significa 'el bautismo de la sabiduría'.
- ¿Y si era una orden cristiana, por qué practicaban el satanismo?
- Aquí dice que fueron castigados por su herejía. Entonces, confesaron que practicaban actos satánicos y que adoraban a una deidad cuyo nombre es este.
- Así que Baphomet es la deidad de los Templarios...- añadió Miguel mirando fijamente el sigilo de Baphomet.
Felipe ojeó más páginas del satánico libro y se paró en unas en las que aparecía la representación del demonio y algunas de las descripciones que lo calificaban.
- Baphomet, el señor oscuro. Guarda el secreto del sigilo, del silencio y de la prudencia. Se le representa con cuerpo de humano, cabeza de carnero y alas demoníacas. Él es el que todo lo ve, pero es difícil de descubrir. Siempre está en el momento en el que hablamos, comemos, andamos o dormimos. Él nos observa durante el día y la noche. Él ve como nacemos, crecemos y morimos. Como siempre lo ve todo, también lo sabe todo. Él sabe qué hacemos en cada momento y en qué pensamos. A veces, es incluso más poderoso que el demonio de la ira, Satanás...
- ¿Satanás? ¿El demonio de la ira?- preguntó Marilin confusa.
- Sí.- aclaró Felipe.- Según algunos escritos, hay siete demonios para cada uno de los pecados capitales. Lucifer es el demonio de la soberbia, Mammón es el de la avaricia y Asmodeo es el demonio de la lujuria. Satanás representa la ira, Belcebú la gula, Leviatán la envidia y Belfegor la pereza.
- ¿Puede ser este demonio el que tentó a Eva con la fruta prohibida?- preguntó Miguel mirando fijamente la imagen de Baphomet.
- No sé. Aquí no dice nada de eso...Mirad lo que pone aquí. Baphomet suele descubrirse en lugares malditos. En lugares que conectan directamente con el infierno. Es decir...que en este hotel hay un acceso real al infierno...
- No digas bobadas. El infierno no existe...porque no existe, ¿no?
- Sólo hay una manera de descubrirlo. La habitación 66.
Pablo observó como su nueva amiga dormía. Tenía el pelo medio mojado del pánico y aún estaba sudando. Débora entró a la habitación y vio a Ariadna en la cama, durmiendo. Se acercó al chico y acarició a la sudorosa bella durmiente.
- ¿Cómo está?
- Algo mejor. La noche pasada no ha dormido nada. Hace media hora que paró de temblar.
- Si necesitas algo...estaré en recepción, ¿vale?
- Muchas gracias Débora. Nunca te podré agradecer lo que haces por nosotros.
Miguel entró de pronto en la habitación, gritando como un loco.
- ¡RÁPIDO, A LA HABITACIÓN 66!
Débora sintió que su corazón palpitaba a mil por hora. Le dijo a Pablo que fuese a ver lo que pasaba, que ella se quedaba cuidando de Ariadna. Tan pronto como el chico besó a su amiga, salió pitando con Miguel hacia la habitación 66. Al llegar, descubrió que la puerta había sido derribada por alguien y que Felipe y Marilin permanecían conmocionados frente a todo lo que allí había.
- Qué cojones es esto...
- Tuve que derribar la puerta.- comentó Felipe.- Aquí hay algo.
Miguel tocó con cuidado todos los objetos que allí se encontraban. Para su sorpresa, eran todos instrumentos y máquinas de tortura.
- Son máquinas de tortura...que fuerte...- dijo Marilin tocando algo que parecía un sarcófago.
- Yo que tu no tocaba eso.- dijo una voz a sus espaldas.- Es una dama de hierro.
Un joven de unos veinticinco años se asomó a la habitación sin puerta. Entró en ella y se paró delante de Marilin. Le sonrió. 
- ¿Quién eres...?
- Soy Gabriel, vuestro nuevo acompañante a partir de hoy.
- ¿Has venido hoy?
- Llegué ayer, pero no quise molestaros. Parecíais todos muy asustados. Ya me contó Débora.
- ¿Dices que este chisme de aquí es una dama de hierro? ¿Qué es eso?
- Un instrumento de tortura. Mirad.- añadió Gabriel abriendo el sarcófago.- Hay clavos letales que se usaban para provocar daño al hereje. La persona se depositaba dentro de la dama y a medida que se cerraba, los clavos iban atravesando las partes de su cuerpo, pero sin llegar a matarlo, puesto que esquivaba las partes vitales. La persona moría a los dos días aproximadamente, después de soportar todo el daño de los clavos incrustados en sus genitales, cabeza, brazos y piernas. 
- ¿Y por qué están todos estos instrumentos de tortura aquí?
- Quizás sea obra del Tribunal de la Inquisición. Estoy casi seguro de que antes de que se construyera este tétrico hotel, aquí había un tribunal eclesiástico que condenaba a herejes.
Los chicos se paralizaron.
- Chicos, estáis ante una de las obras más terribles de aquel monstruo que llamamos Ser Humano. 

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