lunes, 24 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.10)


CAPÍTULO 10
LA POSESIÓN

Habían pasados varios días y los chicos seguían sin recibir noticias del arcángel Miguel. El clima en la mansión Benoit estaba un poco alterado. Kasha mostraba continuamente su indiferencia al cruzarse con Ariadna. Ésta, por su parte, seguía sin dirigirse palabra con su chico, Pablo, que cada vez estaba más preocupado y más arrepentido de lo que había ocurrido con la joven hija de Lionel. La familia Benoit estaba nerviosa. Deseando poder ayudar al ejército de los Cielos, planeaban sus estrategias para cuando el ejército de los íncubos y súcubos llegara a la Tierra para robar el fénix de plata que ellos custodiaban en una de sus más misteriosas habitaciones. Gabriel estaba ensimismado en su mundo. Por una parte, adoraba ayudar a los humanos a alejar el mal de los tres mundos. Pero por otra, extrañaba demasiado el reino celestial y se planteó seriamente abandonar la Tierra después de la batalla contra Cazarel. Envuelto en sus más poderosos sentimientos de nostalgia, salió al anochecer a tomar aire fresco pensando en si los suyos estarían bien. Se sentó en el suelo del jardín, contemplando el cielo lleno de estrellos que se presentaba ante sus ojos. Algunos astros mostraban su brillo intensamente. Otros, en cambio, mostraban el mismo estado de ánimo que Gabriel: tristeza.
- Buenas noches, Gabriel.- dijo una voz a espaldas del ángel.
- Ah, eres tú, Ariadna...- contestó Gabriel con un tono de sorpresa y tristeza en la voz.
Ariadna le acarició el hombro y se sentó a su lado. Enseguida la chica notó el césped fresco en su espalda y sus piernas. Miró al cielo y después contempló a Gabriel con una mirada llena de cariño fraternal.
- Esta noche hay un montón de estrellas en el cielo, ¿no?
- Sí, parece que hay más que la otra noche...
- A mi todas las noches me parecen iguales...
- El cielo no es algo fijo. Las estrellas bailan y bailan, giran y giran. Es algo tan grande, tan maravilloso...a veces desearía tocarlas...
Ariadna miró a su amigo con un tono de preocupación.
- Creo que puedes hacerlo. Tienes alas.
- En mi mundo no hay apenas estrellas. La dimensión del reino celestial no permite divisar tal paisaje nocturno. Por eso a los ángeles nos gusta tanto la Tierra...
- Que raro que salgas a estas horas a contemplar el cielo, ¿ocurre algo? ¿ha mandado tu amigo alguna señal que afirme que el ejército de los Infiernos esté aquí?
- No. Aún no. Supongo que alguien vendrá a darnos la señal.
- ¿Alguien? ¿Conoces a más ángeles importantes?- preguntó Ariadna con una radiante inocencia en su tono de voz, que cada vez era más alegre.
- Sí, algunos. Somos viejos amigos, y de hecho, todavía mantenemos una bonita amistad. El mundo de los ángeles es diferente a éste. Emana tranquilidad por todos lados. Allí todo el mundo se lleva bien, no hay peleas ni guerras. Sólo discusiones que se solucionan con un simple diálogo pacífico. 
- Entonces te envidio.
- ¿Me envidias? El reino celestial también es difícil. Estamos amenazados de muerte por Satanás y compañía. Ellos nos odian, no nos pueden ni ver. Sólo por la razón de que nuestro mundo es más cómodo que el de ellos. Pura envidia.
- ¿Fue siempre el reino Infernal así?
- Hubo un tiempo que no. Hace miles de años los íncubos y los súcubos eran ángeles frustrados, ángeles que no se sentían identificados con mi raza. Eran incomprendidos, marginados. Y entonces decidieron unirse y formar una propia especie. Y a partir de ahí, habitaron el peor mundo que la Creación pudo formar; un lugar reservado para los deshechos de la vida. El Infierno.
- Es triste...
- Sí. Ellos buscaron su propio destino. Quisieron ser mejores que los humanos y los ángeles, los cuales estaban llenos de virtudes. Quisieron controlar todo lo bueno para dirigirlo a su manera, y se sublevaron. Aunque hubieseis derrotado a Abrahel y Baphomet, todavía quedan muchos seres infernales que destruir. Ellos no están hechos de vida, sólo de vacío y odio. 
- ¿Vacío y odio?
- Exacto. Ellos no tienen corazón. No pueden sentir.
- ¿Y por qué esa nostalgia que tienes? ¿A qué se debe?
- Querida Ariadna, aunque me encanta este mundo, yo no pertenezco a este lugar. Soy de otro mundo, de otra dimensión, de otro tipo de seres: los ángeles. Quizás si todo sale bien, vuelva al reino celestial después de la batalla...
- Pero puedes quedarte, y todos tus amigos también. La Tierra es muy grande. Hay sitio para todos.
Gabriel sonrió en el momento en que Ariadna dijo la palabra ''todos''. Después volvió la mirada al cielo lleno de estrellas y respiró hondo. Frunció el ceño.
- Tenemos compañía inesperada.
Ariadna se sobresaltó. No entendía lo que quería decir su amigo. 
- ¡Están en peligro ahí dentro! ¡Lo presiento!
Gabriel se puso de pie de un salto y señaló la mansión de la familia Benoit. Ariadna se levantó y observó que su amigo empezaba a correr a gran velocidad. Intentó seguirlo lo más rápido que pudo. Cuando los dos chicos entraron por la muerte, vieron a Lionel tirado en el suelo del pasillo. Estaba inconsciente. Intentaron reanimarlo, pero sus intentos no servían para nada.
- ¿Está muerto?- preguntó Ariadna con un nudo en la garganta.
- No.- se apresuró a contestar Gabriel.- Peor aún. Está poseído.
- ¿Poseído? 
- Sí, por un demonio enviado por Satanás.- Gabriel intentó concentrarse para oír los latidos del corazón de Lionel.- Es Amon, marqués del Infierno y el demonio de la ira.
Ariadna sintió que el corazón le daba un vuelco. De pronto vieron a Marilin y Pablo correr hacia ellos. Marilin parecía asustada, a punto de llorar. Pablo estaba conmocionado de miedo.
- ¡LA FAMILIA BENOIT ESTÁ MUY RARA! ¡COMO SI ESTUVIERAN POSEÍDOS!- chilló Marilin lanzándose a los brazos de Gabriel.
- Están poseídos por esbirros de Satanás. Debemos impedir que sigan aprovechándose de sus cuerpos...
- ¿Pero cómo?- preguntó Pablo nervioso.
- Debemos reunirlos a todos. ¡En el salón! ¡Ahora!- gritó Gabriel alarmando a Lionel, que había abierto los ojos.
- Creo que Lionel se ha despertado...- dijo Ariadna entre susurros.
- ¡Iros! ¡Yo me encargo de Amon!- chilló Gabriel sosteniendo a Lionel por el torso.
Pero era demasiado tarde. Kasha, Cynthia, Damian, Dimitri, Orfeo y Doofy estaban de pie junto a ellos. Todos tenían un aspecto demoníaco. Sus ojos eran rojos como rosas, con las pupilas blancas como la nieve. Las manos eran garras y la mandíbula era más gruesa de lo habitual. La boca dejaba ver unos horrorosos dientes verdes. Kasha berreó. 
- Adorad a nuestro amo: Satanás, dios y creador de las tinieblas.
La familia Benoit, contando a Lionel que ya se había puesto de pie y se había librado de Gabriel, empezó a caminar amenazando con rugidos a los chicos. No había escapatoria posible.

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