jueves, 20 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.8)


CAPÍTULO 8
''CORAZONES ROTOS''

La historia de Gabrielle y los celos por Pablo habían dejado agotada a Ariadna. Su cabeza estaba de nuevo revuelta. Estaba segura de que no había nadie más confusa sobre la Tierra que ella. Y ya era decir. Se pasó los siguientes días metida en la biblioteca, intentando reflexionar sobre todo lo que había pasado, y tratando de buscar información en los libros satánicos de la familia Benoit sobre tintas invisibles y otros hechizos de ocultismo. Pasaba las páginas, las pasaba y las pasaba, pero su mente sólo estaba centrada en una cosa: Pablo. Tenía un miedo horrible a que Kasha, con sus encantos venenosos, lo atrapara hacia su mundo. Pensaba que Pablo sería su próxima presa. 
Se levantó por fin y abrió la puerta para salir de aquel lugar que le hacía pensar más en su tormento. Miró el reloj. Eran las doce de la mañana y faltaba poco para el almuerzo. Quizás debería de salir al jardín a tomar un poco el fresco antes de comer. Con el pensamiento de que ''todo iba a salir bien'' se dirigió al jardín, donde para su sorpresa, se encontró con Kasha y Pablo, y no de una manera que a Ariadna le agradase. Pablo estaba tumbado en el césped con la camiseta sobre la hierba, desnudo por la parte de arriba. Kasha le estaba dando un masaje en la espalda con aceite. Ariadna sintió una punzada horrible dentro de su corazón. Era el colmo de los colmos, lo último que estaba dispuesta a consentir.
- ¿MOLESTO?- preguntó Ariadna lanzando una mirada asesina a Kasha, que la miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Claro que no, cielo.- se atrevió a responder la joven Benoit.
- ¡Esto es lo que me faltaba...!
- Tranquila, Ari.- dijo Pablo interrumpiendo el masaje al notar la presencia de su chica.- Es sólo un masaje. No estamos haciendo nada raro.
- ¿ES QUE NO TE DAS CUENTA? ¡ESTA ZORRA VA DETRÁS TUYA!
Kasha no se molestó. Incitó a Pablo a seguir con el masaje, pero éste no quiso.
- Y tu sabiéndolo, podrías cortarte un poco, ¡imbécil!- gritó Ariadna a punto de llorar.
- Cariño, no sabía que Ka...
- ¡CÁLLATE! No me valen tus excusas de 'esto no lo sabía' o 'me acabo de dar cuenta'. Sabías perfectamente que todo lo que hacía Kasha estos días ha sido para separarte de mí. Desde el primer momento que te vio en la habitación, ha querido ir a por ti. ¡IMBÉCIL, IMBÉCIL!- gritó Ariadna rompiendo a llorar.
- Ari...- dijo Pablo intentando de consolar a Ariadna, pero de nada le sirvió. Aunque el chico quiso acariciarla, Ariadna le apartó la mano. Se fue corriendo, rota de dolor, mientras que él iba detrás de ella, ante la mirada arrogante de Kasha.
Ariadna corrió hacia su habitación y se echó en la cama, dejando que sus lágrimas empaparan las sábanas. Las cogió y las tiró al suelo con fuerza. Ivette y Ordog observaron la escena, pero no quisieron intervenir, ya que su mente pesimista se lo impedían. Pablo entró corriendo detrás de Ariadna, aún poniéndose la camiseta y lanzando gritos de perdón.
- Fuera...¡FUERA!
- Te recuerdo que ésta también es mi habitación.
- TE VAS O ME VOY.- zanjó Ariadna dando un ultimátum.
- Ariadna, por favor, he estado ciego. Perdóname. Volvamos a ser la pareja que éramos antes.
- Ya no hay nada, Pablo. Gracias a tu ignorancia lo has roto todo. ¡LO HAS ROTO TODO!
- Ariadna...
- Vete por favor.- continuó Ariadna, llorando con más intensidad.
Ordog se estremeció. Hizo una seña a Ivette para que se fueran y dejaron a los chicos solos. Pablo no tuvo más remedio que salir de la habitación sollozando, con la cabeza baja. Puso rumbo al salón, donde Ingrid estaba preparando la mesa.
- Ingrid, no pongas cubiertos para mí, no tengo ganas de comer...
- De acuerdo.- dijo Ingrid con un tono de voz apagado y oscuro. La sirvienta se quedó por un momento mirando al chico, que se sentaba en el sillón delante de la chimenea, que daba calor sin ser necesario.
- Lo hemos oído todo desde aquí. Las voces parecían truenos...- se atrevió a decir Ingrid.
- He sido un imbécil. No me daba cuenta de que Kasha...
- Siempre ha sido así. Kasha siempre fue una niña demasiado espabilada. Y nadie le paraba los pies, nadie. Ni siquiera su madre, que la quería con todo su alma, y la sigue queriendo...
- Ahora no sé que hacer. Me ha dejado...y la quiero.
- No es que sepa dar buenos consejos...mejor que hables con Ivette.
- No quiero hablar con nadie. O si no, volveré a liar las cosas aún más. Me voy al jardín, quiero estar solo...
Pablo se levantó del sillón sin ganas de nada. Su cabeza era una nube oscura y sin rumbo. Ingrid lo miró con preocupación.
- El amor no depende de quién, sino de cómo. Si no te rindes, es posible que te sorprendas.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Pablo mirando a Ingrid con curiosidad. Pero al volverse, la criada ya se había ido. Pablo suspiró y se dirigió al jardín, a despejarse de todo lo que había pasado en unos minutos.

Tanto en el almuerzo como en la cena, Pablo y Ariadna estuvieron sin dirigirse la palabra. La familia entera había oído la discusión ya que las voces de Ariadna no eran muy silenciosas y se oían por toda la casa. Pablo estaba muy incómodo, sin poder acercarse a su chica. Ariadna no lo había mirado ni por un segundo, y sólo se limitaba a comer. La tensión también se vivió en los demás. Marilin y la familia Benoit menos Kasha estaban muy preocupados, y ésta se mostraba indiferente. Después de comer, Lionel cogió el diario y se sentó delante de la chimenea a leerlo una vez más, tratando de descubrir nuevos enigmas. 
- ¿Para que tenéis el fuego encendido? Hace calor.- dijo Marilin observando el fuego de la chimenea, que se asemejaba al plumaje de un fénix.
- Ahuyenta las malas influencias.- dijo Cynthia con una sonrisa.- Si Cazarel vuelve, le costará entrar en la mansión...
Lionel seguía embobado en el libro, pasó páginas hasta llegar a las invisibles y acercó bien los ojos para descubrir algo, pero no notó nada. De inmediato, las llamas del fuego iluminaron algo que nunca antes había visto en el diario. La tinta invisible se hacía visible y dejaba ver un par de páginas que antes estaban vacías. La tinta recorrió todo el papel, hasta convertirse en un texto. Lionel quedó sorprendido.
- ¡POR FIN!- gritó Lionel llamando la atención de todos.
- ¿Qué pasa ahora?- preguntó Damian de mal humor.
- ¡LA TINTA DEL PAPEL DE LAS HOJAS INVISIBLES YA SE VE! ¡HA SIDO EL FUEGO! ¡EL FUEGO AHUYENTA LA TINTA INVISIBLE!- gritó Lionel poniéndose de pie y sacando a Gabriel a bailar, celebrando su descubrimiento. Pero a Gabriel no le hacía mucha gracia.
- Leamos entonces.- zanjó Ariadna.

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