Capítulo 6
Bianca estaba en casa de Steve por la mañana. Se sentó en una silla y suspiró. Steve le trajo un vaso de agua, puesto que parecía nerviosa. Solo faltaban unas horas para que su madre y su hermano fueran a ver a Rose, la chica que hace unos días estaba tirada en la carretera, herida.
- Dijo Rose… ¡mi hermano pronunció su nombre!
- ¿Te das cuenta del peligro que puede suponer eso?
- Ya lo sé.- dijo Bianca nerviosa.- Tenemos que hacer algo.
- Ahora vas al hospital con tu madre y con tu hermano a ver a esa chica, ¿no?
- Sí.
- Tengo una idea.- dijo Steve pasándose la mano por la barbilla.- Si esa chica que dices es Rose Doyle, llámame esta tarde.
- Le falla la memoria, así que no se acordará de mí.
- Mejor. Más a nuestro favor.
Steve acarició a Bianca suavemente.
- Rose…Rose… ¿y nosotros?
- ¿Nosotros, qué?
- ¿Jugamos…?
Bianca se desabrochó los botones de su chaqueta y empezó a besar en el cuello al delincuente.
- Soy toda tuya…
Y sin ninguna palabra más, los dos fueron a la habitación a hacer el amor. Eran las once de la mañana cuando Amanda cogió su bolso y entró en el vestíbulo. Alan se estaba terminando de peinar y Bianca entró por la puerta. La madre de los chicos miró a un cuadro de su marido y sollozó disimuladamente. Su hija de dio cuenta y le pasó la mano sobre los hombros. Acto seguido, le abrazó. Alan salió del baño soltando el peine de una forma brusca. Tenía mucha prisa. Corrió al vestíbulo y se miró en el espejo. Cuando estuvo preparado, todos salieron por la puerta. Bianca estuvo todo el camino hablando sobre Steve, a lo que su madre le regañaba. A Amanda nunca le gustó ese chico. Aunque no sabía que era traficante, las pocas veces que lo había visto, no le había causado buena impresión. Alan miraba el cielo y se imaginaba a Rose recuperada. Esperaba ansioso llegar al hospital para verla bien después del susto de ayer. También miraba sus pies, que avanzaban a paso firme por el suelo. Mientras él estaba sumergido en su mundo pensando en Rose, oía las voces de su madre y de su hermana desvaneciéndose en aquel mundo exterior a él. Llegaron al hospital y entraron rápidamente. Los tres tenían ganas de conocer a la misteriosa chica. Alan porque sentía algo por ella y cada vez era más fuerte, Bianca porque quería verle el rostro y comprobar si era la chica que decía ella y Amanda porque tenía interés en saber quién era la nueva amiga de su hijo. Gracias al doctor Drew, que los atendió estupendamente, pudieron llegar a la habitación de Rose. Tocaron a la puerta y al ver Rose llegar a Alan, sacó una sonrisa. Su asombro fue cuando vio entrar a Bianca. Sus manos se volvieron icebergs. Sus ojos se abrieron y empezó a temblar.
- Buenos días, Rose. Te traigo visit…
Alan se acercó a la chica.
- ¿Qué te pasa?
- Nada…Alan…nada. No te preocupes.
Amanda caminó hasta llegar a la cama donde la chica descansaba y le sonrió.
- Soy la madre de Alan, Amanda. Encantada.
- Igualmente, señora.
El temblor cesó y el frío se fue de Rose. Le sonrió a Amanda y desvió la mirada hacia Bianca. De nuevo, temblores en las manos y frío por todo el cuerpo se abalanzaron sobre la chica.
- Yo soy Bianca.
Rose tuvo la sensación de haber visto antes a la persona que tenía delante, la hermana de su salvador.
- Tú debes de ser Rose, ¿me equivoco?
- No, no te equivocas. Soy Rose. Rose Doyle.
El corazón de Bianca dio un vuelco. De pronto, sintió un mareo. Alan se acercó a cogerla del brazo pero enseguida pasó todo.
- ¿Nos conocemos de algo, o nos hemos visto antes?- le dijo Rose a Bianca con un tono de voz serio.
- No…creo que no…-dijo Bianca desviando la mirada hacia su madre y su hermano.
- Te habré confundido.- dijo Rose bajando la cabeza.- Lo siento.
Alan interrumpió de repente.
- ¡Parece ser que estás mucho mejor que ayer!
- Sí, Alan. Me curé de lo de ayer, aunque el miedo que pasé…
- ¿Cuándo te dan el alta, Rose?- dijo Amanda, sonriendo.
- Pues si todo va bien, mañana. ¡Menos mal! Estoy harta de estar aquí encerrada, y me aburro mucho.
Rose intentó coger el vaso de agua que tenía en la mesita de noche. El chico, respirando hondo, se lo acercó con cuidado.
- Gracias.- sonrió Rose.
- No hay de qué, Rose.- dijo Alan tocándose el pelo.- Pronto saldrás de aquí. Tengo una sorpresa para ti, pero debes ponerte bien.
- Me encantan las sorpresas.
El ambiente que se respiraba en la habitación era espléndido. La única que no estaba contenta era Bianca, que se quedó mirando a Rose con odio y rabia. Cada vez bajaba más la cabeza. La chica se daba cuenta de que estaba recibiendo miradas negras, pero no le importaba. Estaba segura de que Bianca tenía que ver algo con su pasado y estaba dispuesta a saber lo que era.
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