Capítulo 3
Leonard le pegó una patada a una silla y Amanda se llevó las manos a los ojos. Alan se levantó de un golpe y agarró a su padre del brazo. Éste, empezó a gritar como un loco y a decir barbaridades insultando a su propio hijo y a su esposa. Con un leve suspiro, Amanda se encerró en su cuarto y empezó a llorar. El chico obligó a su padre a sentarse y después, le miró con cara de asco y repugnancia. Leonard, aunque borracho, sabía lo que se le avecinaba.
- Papá, no te reconozco. Antes no eras así. Antes te portabas muy bien con mamá y le decías que la querías, que podía confiar en ti, que nunca las abandonarías. Ahora solo eres un borracho miserable que hace llorar a las mujeres y un maltratator, que aunque no son graves las palizas que le das a tu esposa, le dejan huella. Me estoy cansando, papá. La próxima vez tendré que tomar medidas. No te pasaré ni una más. No permitiré que un borracho toque a mi madre. Si no la quieres, déjala en paz, vete de esta casa y no vuelvas nunca más.
- Eres un niñato. No sabes aún lo que es la vida. ¡Yo soy el que manda en esta casa y se hace lo que yo diga!
- Podrás mandar en tu casa, pero no en la de otros. Se acabó papá. Mamá, Bianca y yo nos vamos a vivir a otro sitio. Tengo dinero ahorrado suficiente para irnos a otro lugar de alquiler o yo que sé.
- Déjate de tonterías…el que se va soy yo.
- ¿En serio?
- Me divorciaré de tu madre y me iré lejos. Recogeré mis cosas.
Leonard se levantó de la silla y eructó. Parecía ser que, debido al sermón de su hijo, se le había quitado un poco la borrachera que tenía encima. Caminó por el pasillo y entró en su habitación. Alan se quedó apoyado en la mesa pensando en todo lo que iba a pasar de aquí en adelante. El reloj de la cocina marcaba las tres de la tarde. El almuerzo estaba casi preparado. Comió algo y, mientras estaba caminando por el pasillo con un plato y un vaso de agua para llevar a su madre que estaba en su habitación, se escuchó un grito de dolor. Con la mente en blanco, Alan entró en la habitación de sus padres y se encontró a su padre de nuevo pegándole a su madre. Otra vez lo había vuelto a hacer.
- ¡Me iré de aquí, pero tu madre tendrá un recuerdo mío! ¡Un recuerdo de años de casados echados por la borda! ¡Un maldito recuerdo que quedará marcado en su piel! – dijo Leonard escupiendo rabia por la boca.
Alan no lo dudó ni un segundo. Cogió un jarrón que había en la mesita de noche y le golpeó a su padre en la cabeza con él, rompiendo el valioso adorno. Amanda se quedó boquiabierta. Su hijo soltó unos pocos pedazos de jarrón que aún tenía en sus manos dejando caer por sus mejillas unas lágrimas. Se agachó y le tomó el pulso a su padre, inconciente.
- Está sin conocimiento, mamá. Llamaré a la policía.
- No, no…- dijo Amanda retorciéndose de dolor.
- ¡MAMÁ, SÍ!- gritó Alan con la voz furiosa y grave.
- Pero…
- ¿QUIERES MORIR O QUÉ? ¡Parece mentira! Lo haré por ti, por mí y por Bianca.
En ese momento, la hermana del chico entraba por la puerta. Al ver a su padre en el suelo y sin conocimiento, su expresión de la cara cambió radicalmente.
- ¿Qué ha pasado aquí?
- Papá ha vuelto a maltratar a mamá. Le di con el jarrón y ha perdido el conocimiento.
- ¡Llamemos a la policía! ¡Es nuestra oportunidad!
Bianca cogió su móvil y marcó el número de la policía. Sus ojos estaban llenos de miedo y de angustia. Amanda seguía llorando dolorosamente y Alan cada vez estaba más nervioso. Un minuto tardó Bianca en hablar con el comisario y colgar.
- Vienen hacia aquí. Atemos a papá por si acaso.
- Me parece bien, Bianca.
Alan fue rápidamente al sótano donde cogió unas cuerdas que había encima de un mueble viejo y sucio y después, con ayuda de su hermana, ató a su padre de manos y pies para que no se escapara si se despertaba. Amanda dejó de llorar, secándose las lágrimas con la manga de su camisa. La policía no tardó en llegar. Aaron Cruz, jefe de policía, entró en la casa por Bianca, que le abrió la puerta. La escena fue inquietante cuando entró en la habitación de los padres de los chicos.
- ¿Lleva mucho tiempo maltratándola?
- No lo sabemos. Empezó a beber y cambió su carácter radicalmente. Creo que fue por eso.- dijo Alan con la voz temblorosa.
- Así que se debe a eso. A la bebida.
- Puede que haya una tercera persona.- dijo Bianca insegura de sus palabras.
- ¿Tu crees, Bianca?- preguntó Alan con una mirada fría.
- Discutiremos este tema en comisaría. Ahora, me lo llevo preso.
De repente, Leonard se levantó despacio y gritando como un loco, dio una patada en la espalda a su hijo. Se desató rápidamente. Sus manos sangraban del roce con las cuerdas. Sacó una pistola de su bolsillo y apuntó con ella a Amanda. Ésta lanzó un grito de terror y su marido le ordenó que se callase.
- Papá, tranquilo…dame el arma.
- ¡No os saldréis con la vuestra! ¡Aquí morirá todo el mundo!
- Señor, déme el arma y no pasará nada.- dijo Aaron tragando saliva.
Bianca le intentó coger el arma pero recibió un puñetazo. Su nariz se rompió y la sangre manchó la blusa de la chica. Aaron se arriesgó y se abalanzó sobre el peligroso hombre. Le cogió las manos e intentó sacudirlas para que soltara la pistola. Debido a la presión, la pistola se disparó. Bianca gritó y Amanda se desmayó. Alan, nervioso, dejó caer unas cuantas lágrimas por su cara. En ese momento, para el chico, el tiempo se había parado. Nunca antes había experimentado un sentimiento espontáneo así. Era como si sus ojos no estuvieran acostumbrados a ver la escena que parecía acabarse con un final trágico. Su mente analizaba a Aaron y a su padre como un ordenador de última generación. Cuando su madre se despertó, era demasiado tarde para salvar a uno de los dos hombres que peleaban por llevar a cabo su objetivo. Con la boca llena de sangre y los ojos apuntando a su última imagen, Leonard Jones cae agonizando en el suelo de su habitación. El momento es angustioso. La agonía del padre de Alan cada vez es más trágica. El chico se acercó a su padre y Amanda lo cogió del brazo.
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