lunes, 10 de enero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 1


Capítulo 1

Alan Jones era un chico que desconocía totalmente el sentimiento del amor. Tenía dieciocho años y debido a su timidez con las chicas, nunca había experimentado esa sensación. Su aspecto físico era bastante normal. Tenía el pelo castaño oscuro y los ojos negros azabache. Siempre vestía con ropa sencilla y no se complicaba mucho a la hora de elegir lo que se iba a poner. Si era algo de lo que Alan estaba orgulloso, era de ser un manitas con los ordenadores. A pesar de estar estudiando empresariales, él siempre dedicaba mucho tiempo a esas máquinas con pantalla y torre. Le apasionaban. El mundo del ordenador era un mundo lleno de sorpresas para Alan. No todo eran las máquinas. El chico también salía a divertirse en las locas noches de Washington D.C con sus amigos. Su grupo de amigos estaba compuesto por su hermana Bianca, Verónica, Richard, Ray, Brian y Lily. Bianca no era su hermana de sangre, si no que era adoptiva. Siempre tuvo un carácter fuerte y frío. Era muy quejica y siempre le sacaba un defecto a cualquier cosa. Brian era su primo, que vino de Dallas a pasar una temporada con su familia. Algo característico de él era su personalidad especial. Las chicas que lo conocían decían que era un chaval diferente a los demás. Ray era el más mayor del grupo puesto que tenía veinte años. Tenía carné de conducir y servía de transporte para el grupo. Tenía cuerpo atlético y amaba el deporte. También, tenía mucho éxito entre las chicas puesto que había tenido nueve novias.  Lily era la más fiestera del grupo. Siempre estaba dispuesta a pasárselo bien y ¡nunca paraba de bailar! Por último, Richard era el más tímido y hablaba muy poco. Tenía un carácter tranquilo y pacífico. Para Alan, el amor no tenía mucha importancia. No era de las cosas que más le llamaban la atención. Sus padres, Leonard y Amanda, siempre le animaron a conocer chicas pero él siempre se excusaba con la oración de: ‘Conoceré el amor cuando me llegue’.


*

Una noche de verano, Alan pasaba la velada con sus amigos en ‘Honey Village’, un famoso bar de Washington D.C. Normalmente, el ambiente del local estaba tranquilo y sin problemas. Alguien faltaba ese día en aquella mesa donde Alan y su grupo tomaban un delicioso mojito: Bianca. Mientras que ellos estaban a gusto en ‘Honey Village’, ella se reunía con Steve. Este chico era un traficante de drogas y ladrón. Su físico era muy atractivo. Quizás, el dinero que conseguía de las drogas y su cuerpo de modelo le hizo a Bianca fijarse en él. Como cada noche de fin de semana, la chica subía las escaleras de la casa de su ‘novio’ y tocaba en el timbre. Steve la abrió con tono serio y después, esbozó una sonrisa. Sus ojos negros como el ébano clavaron la mirada a los ojos de la chica, azules verdosos. Bianca acarició la barbilla del chico y le besó. Cerrando la puerta, Steve se quitó la camisa y tiró rápidamente el cinturón. Bianca se llenó de pasión tocando los abdominales de aquel hombre de veinte años que tenía enfrente. Estaba claro que el broche de oro a la noche lo ponía el ardiente deseo de hacer el amor de los dos. Despacio y suavemente, Steve besó todo el cuerpo de Bianca, quitándole toda la ropa y tirándola como si hubiera algo que la recogiera en el aire. Abrió la puerta de su habitación y se tendió en la cama, todavía besando a Bianca. Los dos chavales, llenos de pasión y morbo, empezaron a acariciarse por todo el cuerpo y a besarse cada vez más. En el momento en el que Steve rozó el sujetador de Bianca, ésta se detuvo. Se quitó de encima del chico y sacó de su prenda de lencería un preservativo.
- Sin esto nada. Con esto todo.
Steve rió y entre más besos y abrazos, sus cuerpos se perdieron en un mundo entre las sábanas de sensaciones de placer y pasión. Alan, por su parte, llegaba a casa después de la larga noche de risas y alcohol en ‘Honey Village’. Caminaba por la calle un poco mareado debido al alcohol pero aún no estaba borracho del todo. Se sabía controlar. De pronto, vio una sombra en el suelo en medio de la calle. A las dos y media de la madrugada, no podía haber nadie. ¿Quién podría ser? Alan pensaba que a lo mejor era algún animal muerto víctima de las ruedas mortales de un coche sin piedad. O un efecto tonto y caprichoso de su imaginación debido al alcohol que había consumido. O algún fantasma o espíritu, o algún loco, u otro borracho. Miles de ideas pasaban por la cabeza del mareado chaval. Decidió acercarse para poner fin a su intrigante misterio y descubrió que la sombra cada vez se parecía más a un gran bulto. Con cinco pasos más, pudo comprobar que lo que había en el suelo no era un borracho, un espíritu o un animal muerto. Tampoco era un efecto tonto de su imaginación. Abrió los ojos debido a la sorpresa y pronunció algunas palabras de asombro. Lo que realmente tenía delante era una mujer, una mujer herida y llena de sangre a su alrededor.       Gritó desconcertado pero nadie pudo oírlo. Solo se escuchaban los ladridos de los perros y las aves nocturnas anunciando la madrugada. Le tomó el pulso a la chica. Estaba viva. Se apresuró a cogerla en brazos y llevarla al hospital más cercano. La joven era tan bella como una flor y aparentaba tener un año menos que él. Con los ojos como platos, Alan recorrió el camino del hospital gritando y pidiendo ayuda. Nadie lo escuchaba.

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