CAPÍTULO 7
EL HIJO DEL HERRERO
Miguel fue enterrado a las afueras del jardín de la vieja mansión semejante a un castillo antiguo de la familia Benoit, en un descampado lleno de flores. Marilin derramaba lágrimas sin parar, consolada por Ariadna, que también dejó escapar alguna que otra lagrimilla. Todos contemplaron la lápida, nueva y llena de recuerdos. Marilin dio un paso adelante, contemplando como su vida se iba a través de la tierra. Después miró al cielo y pensó en el Ejército de los Cielos. Quizás los ángeles lo estuvieran cuidando allí donde su mundo estuviera. Pensó en todos los momentos felices que había vivido junto a Miguel y en como le empezó a gustar, hasta tal punto de quedar totalmente prendada de él. Pensó en que no lo iba a ver más y también pensó en las últimas palabras que él le dijo, que estaría en su corazón. Sonrió sin que los demás se dieran cuenta y una lágrima más surcó su rostro en dirección a su cuello. Se agachó y cogió unas cuantas flores que había en el suelo. Las posó sobre la tumba, jurando por Dios que se vengaría por su muerte. Ariadna acudió al lado de Marilin.
- Ven, cielo. Necesitas descansar...
- Estoy bien.- dijo Marilin aguantando las lágrimas.
- Tenemos que prepararnos para lo peor, Marilin. Cazarel puede volver en cualquier momento y necesitamos recargar las pilas para enfrentarnos a él y proteger el fénix.
- Está bien...- dijo Marilin secándose las lágrimas con su quinto pañuelo, bañado en dolor.
*
Gabriel seguía empeñado en revisar el diario de arriba a abajo. Quería descubrir aquellas letras ocultas que se escondían tras las páginas. Observó cinco veces seguidas el diario. Y volvió a leer la parte en la que Di Leandro hablaba de su hijo, Jonah:
''Jonah era un mozo extraño, no era como los demás niños del pueblo. Hacía cosas realmente raras, fuera del alcance de los hechizos y la magia. Cuando era pequeño, decidí no contarle nada, así que se lo oculté hasta los catorce años. Al principio me miró con ojos de fuego, luego se lo tomó medio bien y después bien del todo. Mi mujer no se sorprendió de su reacción. Aunque creo que siempre quiso proteger el fénix para que no le hicieran nada malo. La verdad es que era buen mozo en el fondo. Pero no era suficiente para mi ambición, y entre eso y otras cosas como su locura incurable, no quise quererlo.''
''Jonah era un mozo extraño, no era como los demás niños del pueblo. Hacía cosas realmente raras, fuera del alcance de los hechizos y la magia. Cuando era pequeño, decidí no contarle nada, así que se lo oculté hasta los catorce años. Al principio me miró con ojos de fuego, luego se lo tomó medio bien y después bien del todo. Mi mujer no se sorprendió de su reacción. Aunque creo que siempre quiso proteger el fénix para que no le hicieran nada malo. La verdad es que era buen mozo en el fondo. Pero no era suficiente para mi ambición, y entre eso y otras cosas como su locura incurable, no quise quererlo.''
Gabriel releyó la última frase con los ojos como platos.
''Y entre eso y otras cosas como su locura incurable, no quise quererlo.''
Se paró un momento antes de seguir leyendo y luego cerró el diario de golpe y se puso en pie todavía sorprendido por lo que acababa de leer. Había descubierto que Marco no quería a su propio hijo por un problema mental. Encajaba todo. Jonah era diferente a los demás niños porque tenía algo en el interior de su mente que no lo dejaba ser normal. Gabriel corrió al salón, donde los demás estaban cenando, después de pasar una tarde llena de dolor por la muerte de Miguel.
- ¡Chicos! ¡Creo que esto os interesa!- dijo el arcángel abriendo la puerta.
Ivette e Ingrid, las criadas, recogieron la mesa mientras los demás se sentaron en los sillones para escuchar a Gabriel.
- Si habéis leído la parte del diario en la que aparece Jonah, deberíais de haberos dado cuenta en un detalle que puede pasar desapercibido, pero es importante.
- ¿Cuál?- preguntó Kasha con curiosidad.
- Mirad.- continuó Gabriel mostrando la parte del diario que contenía la información.- Jonah era el hijo de Marco, pero aunque fuese suyo, no lo quería de verdad. No sentía amor por su propio hijo. ¡Simplemente por ser diferente! Mirad donde pone ''por su locura incurable''. ¡Jonah tenía un problema mental! Eso le hizo diferente al resto de los chicos de su edad. La locura de ese tipo estaba mal vista en aquella época y está claro que Di Leandro era un herrero muy cerrado.
- Vaya...- dijo Cynthia leyendo el fragmento del diario.
- Que pena que no hubiera sobrevivido. Si su padre y su madre murieron cuando intentaron sobrevivir con ayuda del fénix, él hubiera podido rehacer su vida después, sin que nadie le hiriera sus sentimientos.
- NO MURIÓ.- bramó una voz tras Cynthia. Las luces del salón se apagaron. Se encendieron de nuevo, dejando ver a Gabrielle al lado de Lionel, que sostenía el verdadero diario.
- Me habéis mentido, ¡os dije que quería el diario!
- Dinos una sola razón para dártelo, Gabrielle. ¡Dinos lo que ocultas y te lo daremos!
- Está bien. Lo contaré. ¡CONTARÉ LA VERDAD!
Lionel sonrió satisfactoriamente.
- Pero primero el diario, ¡ahora!- ordenó Gabrielle acompañada de un silbido fantasmal.
- Danos tu palabra, Gabrielle. ¡dánosla!- gritó Gabriel acercándose al espectro.
- Lo prometo.
Lionel le acercó a Gabrielle el diario y ésta se giró de espaldas, dispuesta a irse.
- Todavía me duele al recordarlo. Pero es la verdad y nadie puede escapar a la verdad, ni siquiera los fantasmas. Es algo que nos come por dentro y que, incluso, después de muertos, nos atormenta. Marco era mi marido, pero no era un santo. Santos en la iglesia, y no en mi casa. Era un mala sangre, un villano. Un ser que sólo buscaba satisfacerse a sí mismo y que le importaba tres cominos los demás. Jonah era mi hijo, mi único hijo. Lo amaba tanto que daría la vida por él. Y al día de hoy, lo sigo amando como el primer día. Pero nació con un problema mental que lo hizo diferente al resto de la aldea. Un problema que llevó al desprecio de su padre. Ese tipo de enfermedades estaban mal vistas en aquella época, pero yo era su madre y nunca lo odié. Yo era una de las pocas personas que pensaba que cada uno nacemos con defectos y virtudes y todas ellas tienen que ser respetadas, al igual que los defectos. Jonah nunca fue amado por su padre, y a la hora de usar el fénix, nadie se salvó. Excepto él. Cuando me convertí en lo que soy ahora comprendí que algo había propiciado a que se salvase, pero no sé que es. Jonah siguió viviendo unos cuantos años más, hasta que alcanzó la edad adulta. Guardó el diario de su padre y lo escondió en su propia casa.
Gabrielle guardó un silencio temible.
- La casa que pisáis hoy era de mi hijo.- sentenció Gabrielle.
Lionel se quedó sorprendido, al igual que su mujer.
- Algo parecido me esperaba.- dijo Damian vacilando.
- Por eso me quería llevar el diario.- dijo Gabrielle.- Para ocultar la verdad y no levantar sospechas.
- MIENTES.- dijo Gabriel apuntando al fantasma con el dedo.
- No miento.- se defendió Gabrielle.- Sólo digo la verdad. Y ahora me retiro.
- Sigues ocultando algo. Podrás engañar a esta familia y a los chicos, pero a mi no.
- No tengo nada más que ocultar.
- Sabes que ocultan esas páginas invisibles, ¿no?
- ¿De qué hablas?
- Habla. Dilo de una vez. ¡HABLA!- exclamó Gabriel arrebatándole el diario al fantasma. Gabrielle intentó cogerlo pero Gabriel la esquivó
- Habla. Dilo de una vez. ¡HABLA!- exclamó Gabriel arrebatándole el diario al fantasma. Gabrielle intentó cogerlo pero Gabriel la esquivó
- No sé de que hablas...no sé...de...- terminó Gabrielle desapareciendo.
Gabriel miró a los chicos y después a Lionel.
- Por eso quería el diario, porque sigue ocultando información...- dijo Lionel mirando a Gabriel con ojos llenos de pánico.
Ariadna miró al techo y después recorrió las paredes con los ojos, imaginándose como vivió Jonah en un pasado muy lejano, mientras Gabriel se marchaba a su habitación.
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