CAPÍTULO 11
LA SEÑAL
Gabriel estaba nervioso. Nunca se había enfrentado a tantos demonios tan poderosos. Cynthia dio un paso adelante y soltó una carcajada que hizo resonar todo el pasillo. Miró intensamente a Gabriel y luego se acercó a él y le escupió en la cara.
- Nos volvemos a encontrar, angelito.- dijo Cynthia con una voz grave que se asemejaba al ruido que producía un camión en marcha.- Pero esta vez será la última.
- Ni lo sueñes, Lucifer.- respondió Gabriel sonriendo con nervios.- Tu soberbia me ha decepcionado, creía que eras más inteligente...
Cynthia empezó a hacer movimientos raros y luego se volvió al resto de la familia Benoit. Estaban susurrando algo en un lenguaje raro, que los demás chicos no conocían.
- Es latín.- susurró Gabriel al resto.- Huid ahora que podéis. Yo me encargaré de todos ellos.
- Pero no te podemos dejar solo.- añadió Ariadna, que controlaba su miedo por momentos.
- Iros. ¡Ahora que están distraídos!
Como estrellas fugaces, Ariadna, Pablo y Marilin corrieron a través de los cuerpos moribundos de la familia Benoit. Éstos soltaron un alarido al ver que sus presas se escapaban. Lionel miró a Gabriel con odio.
- ¡Matadlos!- ordenó mientras se dirigía a los suyos.- Yo acabaré con Gabriel.
Los miembros de la familia Benoit, excepto el cabeza de familia, corrieron a perseguir a los chicos, que se habían escondido por separado. Lionel caminó hacia donde estaba Gabriel hasta que su nariz tocó la del ángel.
- Desgraciado. ¿Crees que vas a poder evitar la destrucción de este mundo y el de los ángeles? ¡Sueñas! ¡Nuestro amo cada vez es más fuerte!
- ¿Sabes Amon? Prefiero morir luchando con mis amigos que perder siendo un cobarde solitario.
- Muy solidario, querido arcángel de pacotilla. Pero eso no te salvará de la muerte. ¡Prepárate para tu final! ¡Tu vida acaba aquí y ahora!
Gabriel levitó en el aire y retrocedió unos pasos. Desplegó sus enorme y blancas alas y las batió en señal de guerra. El cuerpo de Lionel tembló. Tomó un aspecto aún más estropeado. Su cuerpo empezó a echar chispas por toda la piel y sus ojos se encendieron en llamas. Amon se preparaba para atacar. Pero Gabriel fue más rápido. De sus manos salió una luz blanca y cegadora, que tumbó a Lionel en cuestión de segundos. El demonio se reincorporó tras unos minutos temblando en el suelo y después cogió a Gabriel por la cintura y lo lanzó contra la pared, que se derrumbó. El ángel salió disparado hacia el salón, donde chocó contra la ventana. Amon se acercó a él y le acarició su rostro lleno de sangre. Gabriel tenía los ojos entreabiertos y respiraba con dificultad.
- Siento que esto acabe así.
Y acto seguido, le lamió la parte inferior de la cara con la lengua, saboreando la victoria. Gabriel se desplomó sobre la ventana, inconsciente. Amon se disponía a clavarle sus garras en el pecho para arrancarle el corazón y acabar con su vida, pero en ese momento...
- La señal...- pronunció Gabriel recuperando débilmente la consciencia y mirando por la ventana, hacia el cielo.
Esta vez no había un solo destello en el cielo. Había más de medio millón de destellos. Y se dirigían a la mansión de la familia Benoit.
Ariadna corría y corría por los amplios pasillos de la mansión Benoit. Estaba sola. Esta vez no estaba Gabriel para protegerla. Tampoco estaba Pablo para decirle que todo iba a salir bien. No estaba muy asustada. Sólo tenía ganas de vengarse por la muerte de Felipe y de Miguel. También deseaba continuamente proteger el fénix de plata. Después de unos minutos deambulando sin parar por las habitaciones de la mansión en busca de un escondite, se paró en seco. Algo la estaba observando. Enseguida se percató de que era.
- ¡DÉJAME EN PAZ!- gritó la chica al ver la sombra de Damian en el pasillo.
- ¿Sabes, muchacha?- dijo Damian con los ojos blancos como la leche.- No tengo nada que envidiarte. Ah bueno, sí. Tú estás viva. Eso me produce una tremenda envidia. ¡Por eso he de saciarla!
Damian se apoderó del cuello de Ariadna de un salto.
- Soy Leviatán, el demonio más envidioso de todos. Y tú vas a ser mi víctima esta noche.
Ariadna intentaba hablar para pedir ayuda, pero no podía. La mano de Damian le presionaba el cuello con una fuerza increíble. Sentía que todos los recuerdos bonitos que había vivido con Pablo se desvanecían con la sensación débil y ligera que sentía en la tráquea.
- Aun...que...me...mates...no...ganar...ás...la...batal...la...
- ¡Mientes! ¡Los demonios nos apoderaremos de todo! ¡Seremos los reyes del mundo! ¡ESTÁ ESCRITO!
La presión aumentaba en el cuello de Ariadna. Sentía que las luces se apagaban, que el pasillo le daba vueltas, que todo llegaba lentamente a su fin...conforme se le iba acabando el oxígeno...Quizás pasara a la historia del reino celestial. O quizás pasara a la Historia de la Humanidad. O quizás fuera olvidada debido a la ignorancia de la gente de su mundo. Cuando estaba a punto de cerrar los ojos para siempre, algo hizo que los abriera completamente. Una tercera persona había cogido la mano de Damian y le había prendido fuego. El cuerpo del chico se retorcía de dolor mientras intentaba apagar la llama de su mano. Tras minutos bramando de angustia, Damian cayó al suelo, inerte. La presión desapareció del cuello de Ariadna, que se vio aliviada.
- ¿Estás bien?- dijo una voz proveniente de su lado.
Ariadna dirigió la mirada a la tercera persona que le había salvado la vida: Pablo. Le sonreía. Sin pensarlo, la chica se lanzó a sus brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas.
- Perdóname, Pablo. Perdóname por no creerte, por no confiar en ti cuando me decías que entre tú y Kasha no había nada. Perdóname por favor...
- Ya está, Ari.- dijo Pablo cerrando los ojos y abrazando aún más fuerte a su chica.- Ya pasó, ya quedó en el olvido. Te quiero. Y eso es lo único que importa.
Se besaron apasionadamente. Un grito extremo les cortó el momento de romanticismo.
- ¡MARILIN!- bramó Ariadna tirando de Pablo y llevándolo al lugar de origen del grito de su amiga. Era la sala del fénix. Marilin estaba apoyada en el pedestal que sostenía la reliquia, asustada por la presencia de los cuerpos magullados de Cynthia, Dimitri, Doofy, Kasha y Orfeo. Ariadna se llevó las manos a la boca y Pablo soltó un grito ahogado.
- ¡Cristo!- gritó alguien a sus espaldas.
Los cuerpos del resto de la familia Benoit cayeron al suelo. Acto seguido, de su boca salieron nubes negras que parecían humo nuclear. Humo que iba tomando forma hasta convertirse en siluetas medio humanas medio cabras, flotando en el aire. El arcángel Miguel se dejó ver entre las sombras, para sorpresa de Marilin, Ariadna y Pablo.
- Dios en latín. Los demonios odian su nombre.- dijo con una sonrisa.- Me alegro de volver a veros.
- ¿Qué...qué hace aquí?- preguntó Marilin asustada.
- Vengo para ayudaros. Y nos os preocupéis, traigo refuerzos. Mi ejército celestial está en el jardín.- respondió Miguel tendiendo una mano hacia el frente, de la que apareció una espada. Fue al encuentro de los demonios, que seguían flotando en el aire, y los atravesó a todos con un solo roce de su espada. Las siluetas se disiparon en el aire, dejando tras de sí un rastro de humo negro y chispas.
- Se acabó.- dijo Miguel haciendo desaparecer la espada.- Los planes de Satanás han quedado reducidos a cenizas una vez más.
- ¿Y qué hay de la familia Benoit?- preguntó Marilin observando los cuerpos inconscientes de Orfeo, Dimitri, Doofy, Kasha y Cynthia.
- Se recuperarán, no te preocupes.- dijo Miguel sonriendo y guiñándole a Marilin.
Un ruido hueco se oyó en la habitación del fénix. Alguien estaba aplaudiendo. Una silueta negra, con enorme garras y rostro desfigurado, apareció delante del arcángel Miguel.
- Bravo. Sensacional.
- Tu eres...
- Exacto. Soy Cazarel.
Miguel dio un paso atrás y ordenó a los demás que llevaran a la familia Benoit a las habitaciones. Pero nadie se movió.
- ¿Creíais que íbamos a rendirnos tan fácilmente, desgraciados?- rió Cazarel mirando con odio a los demás.
- ¡No robarás la reliquia de la inmortalidad! ¡No permitiremos que tu amo se salga con la suya!
Cazarel se colocó delante del fénix de plata y lo rozó con las garras, cubiertas de suciedad.
- Me lo llevaré antes de que pronunciéis otra palabra.
- Por encima de mi cadáver.- dijo Ariadna dando un paso adelante.
- Muy bien, entonces. ¡TENDRÉ QUE LIBRARME DE TI PRIMERO! ¡ADELANTE, VEN A MORIR!
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