CAPÍTULO 5
GABRIELLE
El diario fue el tema de conversación durante los días siguientes. Todos tenían las palabras 'Marco', 'Di Leandro', 'Gabrielle' y 'Jonah' en sus bocas. Casi un millón de veces se pasaron las páginas de dicho librito en manos de todos los residentes de la casa, con ojos llenos de curiosidad y a la vez miedo. Durante el almuerzo se vivió un ambiente tenso, con preguntas sin respuestas rondando en las cabezas de todos. El silencio se hizo protagonista mientras los chicos comían.
- Así que Gabrielle es la esposa de Marco.- se atrevió a decir Miguel.
- Exacto.- afirmó Ariadna.- La señora Di Leandro.
- El herrero acaba las páginas nombrando a una tal Mary Jeth. Seguramente esa fue su amante.- dijo Lionel pensativo.
- Vaya.- rió Kasha.- Gabrielle no es la única cornuda que conozco...
Miró a Ariadna con una sonrisa maléfica. Ésta ardió en llamas. Deseaba levantarse de su asiento y estrangular a Kasha, pero por educación y por temor a que la mataran a ella después, se estuvo quieta, contemplando a su rival con ojos llenos de rabia y odio. Pablo miró a la chica por momentos, preocupado por su alusión.
- Hay una pieza que no encaja.- dijo Gabriel, confuso.- Marco fabricó el fénix. Si él, su esposa y su hijo murieron al no recibir la inmortalidad, ¿cómo es que el diario ha llegado hasta vuestra biblioteca? ¿y por qué Di Leandro no sabía la contraseña que protegía al fénix si él mismo lo fabricó? Oh, mi cabeza. He estado mucho tiempo pensando...
- Es un completo enigma.- dijo Pablo rascándose la cabeza.
Cynthia observó como Dimitri jugaba con su hermana Doofy. Acto seguido, cogió el diario de una estantería cercana y lo llevó a la mesa, después de retirar las sobras de la comida.
- Mirad. Anoche estuve leyendo algo sobre Gabrielle. Si queremos hacer las cosas bien, debemos empezar por el principio.
- Tu esposa tiene razón, Lionel.- dijo Marilin con un tono de misterio.- Debemos tomarnos esto con calma y tiempo.
- No todo es tan fácil.- dijo Gabriel levantándose y mirando por la gran ventana del salón.- Tiempo es precisamente lo que nos falta. Y una buena dosis nos vendría de perlas. El Ejército de los Infiernos se acerca, Marilin. Se acerca...rápido.
Damian apartó la mirada de Gabriel y con la mirada perdida contestó a Gabriel:
- Deja que mi madre lea la historia de Gabrielle. Si malgastamos el tiempo que tenemos en discursos como el tuyo, seguro que Cazarel acabará con nosotros antes de que puedas decir 'Benoit'.
Gabriel miró al chico con desesperación, y acto seguido ignoró sus palabras. Cynthia se sentó en el asiento más cercano a Lionel y empezó a leer en voz alta, ante la mirada curiosa de todos.
''Gabrielle, dulce nombre para dulce dama. Tan bella como las flores en primavera, y tan luminosa como los copos de nieve del frío invierno. Es una perla debajo del mar, es el mismo Sol convertido en mujer. Es la mujer que siempre quise amar, y ahora estoy amando y protegiendo. La conocí un día en casa de unos amigos. Ella vestía una tímida falda. Nuestros padres llegaron a un acuerdo, y nos casamos en la primavera siguiente. Ella también me amaba, como los gorriones en otoño. Éramos dos aves en busca de la felicidad, en busca del amor, y lo conseguimos encontrar. Se convirtió en mi reina, y yo en su rey. Poco a poco se convirtió en mi Sol, en mi Luna y en mis estrellas. Estrellas que alumbrarían por siempre mi corazón celestial.''
- Vaya...- dijo Kasha.- Ese hombre debía de amar mucho a su mujer para escribir tales palabras.
- Está claro.- afirmó Cynthia.- Gabrielle y Marco se amaban como nunca...
- Tampoco da esto mucha información sobre el fénix.- interrumpió Gabriel.
- Paciencia, Gabriel.- le respondió Marilin con una sonrisa.
Gabriel volvió a mirar por la ventana, escaso de esperanzas.
*
Aquella noche, Ariadna se fue a dormir pronto. Estar espiando a Kasha y Pablo todo el día agotaba demasiado. Sus lágrimas de preocupación surcaban su rostro, al saber que su mayor rival y su chico pasaban la mayoría del día juntos, o en la biblioteca o en el jardín. Su llanto fue interrumpido por otro más intenso, que provenía de la habitación de al lado. Los demás estaban abajo, en el salón. Ella era la única que estaba en los dormitorios. Decidió ir a la habitación de al lado para ver de donde provenía tal intenso llanto. Abrió la puerta con cuidado para no hacer ruido y se coló en la otra habitación. Silencio. De pronto, como si viniera de la nada, un resplandor blanco como la nieve le cegó. Intentó ocultarse en un armario, pero cayó al suelo de golpe. Tras unos segundos sin ver nada, el resplandor cesó, dejando ver una figura transparente que se asemejaba a una mujer con ropas típicas de la Edad Media y bañadas en sangre. La mujer flotaba en el aire. Ariadna no tardó en darse cuenta de que estaba frente a un fantasma.
- ¿Quién eres tú...?- preguntó Ariadna, armada de valor.
La mujer espectro se acercó rápidamente al rostro de la chica, escupiendo luz por su boca mientras gesticulaba.
- Dame lo que me pertenece, ¡ahora!
- ¿Qué es lo que te pertenece? ¿El fénix?
- ¿Qué es lo que te pertenece? ¿El fénix?
La mujer rió. Acarició la cara de la chica. Ariadna sintió un escalofrío en su rostro, como si mil icebergs rozaran la superficie de éste.
- EL DIARIO DE MI MARIDO.
- ¿Eres...?
- Sí, soy Gabrielle Di Leandro. ¡Y ahora obedece!
- Sí, soy Gabrielle Di Leandro. ¡Y ahora obedece!
- ¿Por qué quieres el diario?
- Hay cierta información que no debes saber, moza. ¡QUE NO DEBE SABER NADIE!
- ¡NO TE LO DARÉ!
La voz de Gabrielle retumbaba por toda la casa. Los demás no tardaron en subir. Pero ya era demasiado tarde. Ariadna había desaparecido y no había nadie en ninguno de los dormitorios. Pablo cayó al suelo, lamentándose y llamando varias veces a Ariadna, sin obtener respuesta. Gabriel y Lionel se dirigieron inmediatamente a la habitación del fénix de plata. Allí temieron lo peor. Encontraron a Ariadna atada al pedestal que sostenía la caja del fénix. Estaba magullada, como si alguien la hubiera arrastrado por toda la casa. Pablo y los demás no tardaron en llegar. Kasha se quedó quieta, mientras que Pablo se abalanzaba sobre Ariadna y derramaba lágrimas de compasión. La chica apenas se movía y casi no podía ni hablar ni abrir los ojos.
La voz de Gabrielle retumbaba por toda la casa. Los demás no tardaron en subir. Pero ya era demasiado tarde. Ariadna había desaparecido y no había nadie en ninguno de los dormitorios. Pablo cayó al suelo, lamentándose y llamando varias veces a Ariadna, sin obtener respuesta. Gabriel y Lionel se dirigieron inmediatamente a la habitación del fénix de plata. Allí temieron lo peor. Encontraron a Ariadna atada al pedestal que sostenía la caja del fénix. Estaba magullada, como si alguien la hubiera arrastrado por toda la casa. Pablo y los demás no tardaron en llegar. Kasha se quedó quieta, mientras que Pablo se abalanzaba sobre Ariadna y derramaba lágrimas de compasión. La chica apenas se movía y casi no podía ni hablar ni abrir los ojos.
- ¿Qué te han hecho?- preguntó Pablo entre lágrimas.
Un resplandor blanco y potente inundó la sala. Cuando terminó, los chicos pudieron ver a Gabrielle, posada sobre la caja del fénix, riendo a carcajadas.
- DEVOLVEDME EL DIARIO.
- Es...es...¡GABRIELLE!- exclamó Gabriel con ojos como platos.
- Te lo daremos con dos condiciones.- se atrevió a decir Lionel.
Gabrielle miró a todos lanzando odio y rabia.
- CUALES.- bramó el fantasma.
- La primera, dejar suelta a Ariadna. La segunda, responderme a una pregunta.- continuó Lionel.
Gabrielle chasqueó los dedos y Ariadna quedó liberada de las cuerdas que la aprisionaban.
- HABLA.- gritó Gabrielle acercándose a Lionel, que reía.
- ¿Cuál es la contraseña del fénix de plata?- preguntó Lionel. Gabrielle quedó pensativa.
- ¿Crees que si lo hubiera sabido, hubiera muerto aquel día con mi marido y mi hijo?
- Eres un fantasma. Has permanecido así hasta hoy, y sabes muchas cosas del pasado. Responde, sabes la verdad.- insistió Lionel.
- Primero el diario.
Lionel, percatándose de las intenciones de Gabrielle, le dio el diario sonriendo. Acto seguido, el fantasma desapareció tras un resplandor gigante.
- ¡QUÉ HAS HECHO!- bramó Gabriel.
- Tranquilo, sólo es un libro de la biblioteca. El verdadero diario de Di Leandro está en mi habitación...Gabrielle sabe algo y no nos lo ha querido contar, principalmente porque su marido ocultaba algo. Y ese algo está en el diario.
- Me he leído el diario entero y no aparece nada raro.- dijo Miguel extrañado.
- Quizás porque el contenido oculto esté precisamente oculto.
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