domingo, 30 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.11)


CAPÍTULO 11
LA SEÑAL

Gabriel estaba nervioso. Nunca se había enfrentado a tantos demonios tan poderosos. Cynthia dio un paso adelante y soltó una carcajada que hizo resonar todo el pasillo. Miró intensamente a Gabriel y luego se acercó a él y le escupió en la cara. 
- Nos volvemos a encontrar, angelito.- dijo Cynthia con una voz grave que se asemejaba al ruido que producía un camión en marcha.- Pero esta vez será la última.
- Ni lo sueñes, Lucifer.- respondió Gabriel sonriendo con nervios.- Tu soberbia me ha decepcionado, creía que eras más inteligente...
Cynthia empezó a hacer movimientos raros y luego se volvió al resto de la familia Benoit. Estaban susurrando algo en un lenguaje raro, que los demás chicos no conocían.
- Es latín.- susurró Gabriel al resto.- Huid ahora que podéis. Yo me encargaré de todos ellos.
- Pero no te podemos dejar solo.- añadió Ariadna, que controlaba su miedo por momentos.
- Iros. ¡Ahora que están distraídos!
Como estrellas fugaces, Ariadna, Pablo y Marilin corrieron a través de los cuerpos moribundos de la familia Benoit. Éstos soltaron un alarido al ver que sus presas se escapaban. Lionel miró a Gabriel con odio.
- ¡Matadlos!- ordenó mientras se dirigía a los suyos.- Yo acabaré con Gabriel.
Los miembros de la familia Benoit, excepto el cabeza de familia, corrieron a perseguir a los chicos, que se habían escondido por separado. Lionel caminó hacia donde estaba Gabriel hasta que su nariz tocó la del ángel.
- Desgraciado. ¿Crees que vas a poder evitar la destrucción de este mundo y el de los ángeles? ¡Sueñas! ¡Nuestro amo cada vez es más fuerte!
- ¿Sabes Amon? Prefiero morir luchando con mis amigos que perder siendo un cobarde solitario.
- Muy solidario, querido arcángel de pacotilla. Pero eso no te salvará de la muerte. ¡Prepárate para tu final! ¡Tu vida acaba aquí y ahora!
Gabriel levitó en el aire y retrocedió unos pasos. Desplegó sus enorme y blancas alas y las batió en señal de guerra. El cuerpo de Lionel tembló. Tomó un aspecto aún más estropeado. Su cuerpo empezó a echar chispas por toda la piel y sus ojos se encendieron en llamas. Amon se preparaba para atacar. Pero Gabriel fue más rápido. De sus manos salió una luz blanca y cegadora, que tumbó a Lionel en cuestión de segundos. El demonio se reincorporó tras unos minutos temblando en el suelo y después cogió a Gabriel por la cintura y lo lanzó contra la pared, que se derrumbó. El ángel salió disparado hacia el salón, donde chocó contra la ventana. Amon se acercó a él y le acarició su rostro lleno de sangre. Gabriel tenía los ojos entreabiertos y respiraba con dificultad.
- Siento que esto acabe así.
Y acto seguido, le lamió la parte inferior de la cara con la lengua, saboreando la victoria. Gabriel se desplomó sobre la ventana, inconsciente. Amon se disponía a clavarle sus garras en el pecho para arrancarle el corazón y acabar con su vida, pero en ese momento...
- La señal...- pronunció Gabriel recuperando débilmente la consciencia y mirando por la ventana, hacia el cielo.
Esta vez no había un solo destello en el cielo. Había más de medio millón de destellos. Y se dirigían a la mansión de la familia Benoit.

Ariadna corría y corría por los amplios pasillos de la mansión Benoit. Estaba sola. Esta vez no estaba Gabriel para protegerla. Tampoco estaba Pablo para decirle que todo iba a salir bien. No estaba muy asustada. Sólo tenía ganas de vengarse por la muerte de Felipe y de Miguel. También deseaba continuamente proteger el fénix de plata. Después de unos minutos deambulando sin parar por las habitaciones de la mansión en busca de un escondite, se paró en seco. Algo la estaba observando. Enseguida se percató de que era.
- ¡DÉJAME EN PAZ!- gritó la chica al ver la sombra de Damian en el pasillo.
- ¿Sabes, muchacha?- dijo Damian con los ojos blancos como la leche.- No tengo nada que envidiarte. Ah bueno, sí. Tú estás viva. Eso me produce una tremenda envidia. ¡Por eso he de saciarla!
Damian se apoderó del cuello de Ariadna de un salto.
- Soy Leviatán, el demonio más envidioso de todos. Y tú vas a ser mi víctima esta noche.
Ariadna intentaba hablar para pedir ayuda, pero no podía. La mano de Damian le presionaba el cuello con una fuerza increíble. Sentía que todos los recuerdos bonitos que había vivido con Pablo se desvanecían con la sensación débil y ligera que sentía en la tráquea.
- Aun...que...me...mates...no...ganar...ás...la...batal...la...
- ¡Mientes! ¡Los demonios nos apoderaremos de todo! ¡Seremos los reyes del mundo! ¡ESTÁ ESCRITO!
La presión aumentaba en el cuello de Ariadna. Sentía que las luces se apagaban, que el pasillo le daba vueltas, que todo llegaba lentamente a su fin...conforme se le iba acabando el oxígeno...Quizás pasara a la historia del reino celestial. O quizás pasara a la Historia de la Humanidad. O quizás fuera olvidada debido a la ignorancia de la gente de su mundo. Cuando estaba a punto de cerrar los ojos para siempre, algo hizo que los abriera completamente. Una tercera persona había cogido la mano de Damian y le había prendido fuego. El cuerpo del chico se retorcía de dolor mientras intentaba apagar la llama de su mano. Tras minutos bramando de angustia, Damian cayó al suelo, inerte. La presión desapareció del cuello de Ariadna, que se vio aliviada.
- ¿Estás bien?- dijo una voz proveniente de su lado.
Ariadna dirigió la mirada a la tercera persona que le había salvado la vida: Pablo. Le sonreía. Sin pensarlo, la chica se lanzó a sus brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas.
- Perdóname, Pablo. Perdóname por no creerte, por no confiar en ti cuando me decías que entre tú y Kasha no había nada. Perdóname por favor...
- Ya está, Ari.- dijo Pablo cerrando los ojos y abrazando aún más fuerte a su chica.- Ya pasó, ya quedó en el olvido. Te quiero. Y eso es lo único que importa.
Se besaron apasionadamente. Un grito extremo les cortó el momento de romanticismo.
- ¡MARILIN!- bramó Ariadna tirando de Pablo y llevándolo al lugar de origen del grito de su amiga. Era la sala del fénix. Marilin estaba apoyada en el pedestal que sostenía la reliquia, asustada por la presencia de los cuerpos magullados de Cynthia, Dimitri, Doofy, Kasha y Orfeo. Ariadna se llevó las manos a la boca y Pablo soltó un grito ahogado.
- ¡Cristo!- gritó alguien a sus espaldas.
Los cuerpos del resto de la familia Benoit cayeron al suelo. Acto seguido, de su boca salieron nubes negras que parecían humo nuclear. Humo que iba tomando forma hasta convertirse en siluetas medio humanas medio cabras, flotando en el aire. El arcángel Miguel se dejó ver entre las sombras, para sorpresa de Marilin, Ariadna y Pablo. 
- Dios en latín. Los demonios odian su nombre.- dijo con una sonrisa.- Me alegro de volver a veros.
- ¿Qué...qué hace aquí?- preguntó Marilin asustada.
- Vengo para ayudaros. Y nos os preocupéis, traigo refuerzos. Mi ejército celestial está en el jardín.- respondió Miguel tendiendo una mano hacia el frente, de la que apareció una espada. Fue al encuentro de los demonios, que seguían flotando en el aire, y los atravesó a todos con un solo roce de su espada. Las siluetas se disiparon en el aire, dejando tras de sí un rastro de humo negro y chispas. 
- Se acabó.- dijo Miguel haciendo desaparecer la espada.- Los planes de Satanás han quedado reducidos a cenizas una vez más.
- ¿Y qué hay de la familia Benoit?- preguntó Marilin observando los cuerpos inconscientes de Orfeo, Dimitri, Doofy, Kasha y Cynthia.
- Se recuperarán, no te preocupes.- dijo Miguel sonriendo y guiñándole a Marilin.
Un ruido hueco se oyó en la habitación del fénix. Alguien estaba aplaudiendo. Una silueta negra, con enorme garras y rostro desfigurado, apareció delante del arcángel Miguel. 
- Bravo. Sensacional.
- Tu eres...
- Exacto. Soy Cazarel.
Miguel dio un paso atrás y ordenó a los demás que llevaran a la familia Benoit a las habitaciones. Pero nadie se movió.
- ¿Creíais que íbamos a rendirnos tan fácilmente, desgraciados?- rió Cazarel mirando con odio a los demás.
- ¡No robarás la reliquia de la inmortalidad! ¡No permitiremos que tu amo se salga con la suya!
Cazarel se colocó delante del fénix de plata y lo rozó con las garras, cubiertas de suciedad.
- Me lo llevaré antes de que pronunciéis otra palabra.
- Por encima de mi cadáver.- dijo Ariadna dando un paso adelante.
- Muy bien, entonces. ¡TENDRÉ QUE LIBRARME DE TI PRIMERO! ¡ADELANTE, VEN A MORIR!

lunes, 24 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.10)


CAPÍTULO 10
LA POSESIÓN

Habían pasados varios días y los chicos seguían sin recibir noticias del arcángel Miguel. El clima en la mansión Benoit estaba un poco alterado. Kasha mostraba continuamente su indiferencia al cruzarse con Ariadna. Ésta, por su parte, seguía sin dirigirse palabra con su chico, Pablo, que cada vez estaba más preocupado y más arrepentido de lo que había ocurrido con la joven hija de Lionel. La familia Benoit estaba nerviosa. Deseando poder ayudar al ejército de los Cielos, planeaban sus estrategias para cuando el ejército de los íncubos y súcubos llegara a la Tierra para robar el fénix de plata que ellos custodiaban en una de sus más misteriosas habitaciones. Gabriel estaba ensimismado en su mundo. Por una parte, adoraba ayudar a los humanos a alejar el mal de los tres mundos. Pero por otra, extrañaba demasiado el reino celestial y se planteó seriamente abandonar la Tierra después de la batalla contra Cazarel. Envuelto en sus más poderosos sentimientos de nostalgia, salió al anochecer a tomar aire fresco pensando en si los suyos estarían bien. Se sentó en el suelo del jardín, contemplando el cielo lleno de estrellos que se presentaba ante sus ojos. Algunos astros mostraban su brillo intensamente. Otros, en cambio, mostraban el mismo estado de ánimo que Gabriel: tristeza.
- Buenas noches, Gabriel.- dijo una voz a espaldas del ángel.
- Ah, eres tú, Ariadna...- contestó Gabriel con un tono de sorpresa y tristeza en la voz.
Ariadna le acarició el hombro y se sentó a su lado. Enseguida la chica notó el césped fresco en su espalda y sus piernas. Miró al cielo y después contempló a Gabriel con una mirada llena de cariño fraternal.
- Esta noche hay un montón de estrellas en el cielo, ¿no?
- Sí, parece que hay más que la otra noche...
- A mi todas las noches me parecen iguales...
- El cielo no es algo fijo. Las estrellas bailan y bailan, giran y giran. Es algo tan grande, tan maravilloso...a veces desearía tocarlas...
Ariadna miró a su amigo con un tono de preocupación.
- Creo que puedes hacerlo. Tienes alas.
- En mi mundo no hay apenas estrellas. La dimensión del reino celestial no permite divisar tal paisaje nocturno. Por eso a los ángeles nos gusta tanto la Tierra...
- Que raro que salgas a estas horas a contemplar el cielo, ¿ocurre algo? ¿ha mandado tu amigo alguna señal que afirme que el ejército de los Infiernos esté aquí?
- No. Aún no. Supongo que alguien vendrá a darnos la señal.
- ¿Alguien? ¿Conoces a más ángeles importantes?- preguntó Ariadna con una radiante inocencia en su tono de voz, que cada vez era más alegre.
- Sí, algunos. Somos viejos amigos, y de hecho, todavía mantenemos una bonita amistad. El mundo de los ángeles es diferente a éste. Emana tranquilidad por todos lados. Allí todo el mundo se lleva bien, no hay peleas ni guerras. Sólo discusiones que se solucionan con un simple diálogo pacífico. 
- Entonces te envidio.
- ¿Me envidias? El reino celestial también es difícil. Estamos amenazados de muerte por Satanás y compañía. Ellos nos odian, no nos pueden ni ver. Sólo por la razón de que nuestro mundo es más cómodo que el de ellos. Pura envidia.
- ¿Fue siempre el reino Infernal así?
- Hubo un tiempo que no. Hace miles de años los íncubos y los súcubos eran ángeles frustrados, ángeles que no se sentían identificados con mi raza. Eran incomprendidos, marginados. Y entonces decidieron unirse y formar una propia especie. Y a partir de ahí, habitaron el peor mundo que la Creación pudo formar; un lugar reservado para los deshechos de la vida. El Infierno.
- Es triste...
- Sí. Ellos buscaron su propio destino. Quisieron ser mejores que los humanos y los ángeles, los cuales estaban llenos de virtudes. Quisieron controlar todo lo bueno para dirigirlo a su manera, y se sublevaron. Aunque hubieseis derrotado a Abrahel y Baphomet, todavía quedan muchos seres infernales que destruir. Ellos no están hechos de vida, sólo de vacío y odio. 
- ¿Vacío y odio?
- Exacto. Ellos no tienen corazón. No pueden sentir.
- ¿Y por qué esa nostalgia que tienes? ¿A qué se debe?
- Querida Ariadna, aunque me encanta este mundo, yo no pertenezco a este lugar. Soy de otro mundo, de otra dimensión, de otro tipo de seres: los ángeles. Quizás si todo sale bien, vuelva al reino celestial después de la batalla...
- Pero puedes quedarte, y todos tus amigos también. La Tierra es muy grande. Hay sitio para todos.
Gabriel sonrió en el momento en que Ariadna dijo la palabra ''todos''. Después volvió la mirada al cielo lleno de estrellas y respiró hondo. Frunció el ceño.
- Tenemos compañía inesperada.
Ariadna se sobresaltó. No entendía lo que quería decir su amigo. 
- ¡Están en peligro ahí dentro! ¡Lo presiento!
Gabriel se puso de pie de un salto y señaló la mansión de la familia Benoit. Ariadna se levantó y observó que su amigo empezaba a correr a gran velocidad. Intentó seguirlo lo más rápido que pudo. Cuando los dos chicos entraron por la muerte, vieron a Lionel tirado en el suelo del pasillo. Estaba inconsciente. Intentaron reanimarlo, pero sus intentos no servían para nada.
- ¿Está muerto?- preguntó Ariadna con un nudo en la garganta.
- No.- se apresuró a contestar Gabriel.- Peor aún. Está poseído.
- ¿Poseído? 
- Sí, por un demonio enviado por Satanás.- Gabriel intentó concentrarse para oír los latidos del corazón de Lionel.- Es Amon, marqués del Infierno y el demonio de la ira.
Ariadna sintió que el corazón le daba un vuelco. De pronto vieron a Marilin y Pablo correr hacia ellos. Marilin parecía asustada, a punto de llorar. Pablo estaba conmocionado de miedo.
- ¡LA FAMILIA BENOIT ESTÁ MUY RARA! ¡COMO SI ESTUVIERAN POSEÍDOS!- chilló Marilin lanzándose a los brazos de Gabriel.
- Están poseídos por esbirros de Satanás. Debemos impedir que sigan aprovechándose de sus cuerpos...
- ¿Pero cómo?- preguntó Pablo nervioso.
- Debemos reunirlos a todos. ¡En el salón! ¡Ahora!- gritó Gabriel alarmando a Lionel, que había abierto los ojos.
- Creo que Lionel se ha despertado...- dijo Ariadna entre susurros.
- ¡Iros! ¡Yo me encargo de Amon!- chilló Gabriel sosteniendo a Lionel por el torso.
Pero era demasiado tarde. Kasha, Cynthia, Damian, Dimitri, Orfeo y Doofy estaban de pie junto a ellos. Todos tenían un aspecto demoníaco. Sus ojos eran rojos como rosas, con las pupilas blancas como la nieve. Las manos eran garras y la mandíbula era más gruesa de lo habitual. La boca dejaba ver unos horrorosos dientes verdes. Kasha berreó. 
- Adorad a nuestro amo: Satanás, dios y creador de las tinieblas.
La familia Benoit, contando a Lionel que ya se había puesto de pie y se había librado de Gabriel, empezó a caminar amenazando con rugidos a los chicos. No había escapatoria posible.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.9)


CAPÍTULO 9
LA INFIDELIDAD

Lionel leyó en voz alta. Todos lo escucharon estupefacto. Nadie nunca había oído un relato tan sorprendente sobre una infidelidad contada en primera persona. Cuando Lionel pronunció las últimas palabras que minutos antes estaban cubiertas de tinta invisible, el silencio se hizo en la habitación. Doofy y Dimitri dejaron escapar un sonido divertido, y Ariadna los miró con dulzura. Pablo bajó la cabeza y contempló el diario de Di Leandro en manos del cabeza de familia.
- Así que esa tal Mary Jeth se acostó con Marco, que le fue infiel a Gabrielle...- se atrevió a decir Pablo alejando los pensamientos de Ariadna de su cabeza. 
- Seguimos igual.- dijo Gabriel dando un paso adelante bruscamente.- Ese tío se molestó en hechizar la tinta para una tontería. No nos descifra nada. Ese fragmento sólo nos habla de una de sus locuras nocturnas.
- Una cosa tenemos segura hasta ahora. Jonah sobrevivió y Gabrielle y Marco murieron. Lo que no sabemos es por qué sobrevivió el hijo y los padres no.- añadió Marilin.
- Es verdad. Se supone que había una grave epidemia por esos tiempos...- dijo Cynthia pensativa, mirando a sus hijos con una expresión de nerviosismo.
- Quizás todo el misterio esté en el fénix de plata.- aclaró Damian.
- Es extraño. El fénix mantuvo con vida a Jonah porque él sobrevivió después de la muerte de sus padres. Pero...¿cómo sabía Jonah la contraseña para activar la inmortalidad del fénix?- se preguntó Ariadna mirando a Pablo con una mirada de soslayo.
- Posiblemente no la supiera. A lo mejor Marco decidió salvarle a él, puesto que era la esperanza de la familia...
- Imposible.- negó Lionel.- Marco odiaba a su hijo porque era un enfermo mental.
- Sigo pensando que la clave es el fénix.- continuó Damian.
- Un momento.- se atrevió a decir Kasha, que miraba el diario con una pizca de curiosidad.- Creo que Marco Di Leandro sabía la contraseña desde el principio. Nunca la olvidó...
- ¿Cómo dices?- interrumpió su padre.
- Tiene sentido. La contraseña no tenía por qué ser una palabra. Podía ser un acto, una expresión...pero Marco no conseguía realizarla y por eso murió.
- Tienes razón, mi querida hija. No tenía por qué ser una palabra...
- Fuera lo que fuese, Jonah sabía la contraseña...y no creo que Marco se la hubiera dicho cuando lo odiaba a muerte.
- ¿Cuál es el papel de la madre en todo esto?- preguntó Cynthia.
- Creo que Gabrielle tiene que ver poco en el misterio.- se atrevió a decir Lionel.
- ¿Y si la infidelidad tiene que ver algo con todo esto?- añadió Damian.
- No es cierto. No encaja con las demás escenas.- se apresuró a decir Gabriel.- Haber leído ese fragmento ha sido un error. No nos ha aportado ninguna pista.
Gabriel cogió el diario y lo puso en una estantería que había al lado de la chimenea. Después, sus ojos fijaron la vista en la ventana. Algo en el cielo parecía brillar. Se apresuró a curiosear un poco más, pero aquella cosa todavía era muy pequeña para verse desde La Tierra. Era como un destello azul plateado, que poco a poco, se dirigía hacia donde estaban ellos.
- Algo se acerca. Del cielo. Es un destello plateado.
- Salgamos.- sentenció Lionel.
La familia Benoit, Ariadna, Pablo, Marilin y Gabriel salieron al jardín, donde pudieron ver que el destello azul plateado se acercaba más y más. El misterioso objeto aterrizó en la tierra a la velocidad de un cometa y levantando una gran capa de tierra. Cuando hubo pasado la humareda, todos pudieron comprobar que no se trataba de un objeto, sino de una persona. Su silueta se hizo más clara conforme se acercaba a ellos. Parecía un hombre, de aspecto legendario. Tenía el cabello negro, liso y no muy largo. Sus ojos plateados relucían a la luz de la Luna. Vestía una camisa blanca como las nubes, larga. También llevaba un pantalón negro humo y un chaleco del mismo color. Era delgado y al ver a Gabriel, lanzó una débil sonrisa.
- Amigo mío...
- ¡Miguel!
Marilin se estremeció al oír el nombre del misterioso hombre, que le recordaba a su amigo fallecido, puesto tenían el mismo nombre.
- Vaya, no has cambiado mucho desde que te fuiste. Sigues igual de descuidado.
- ¿Qué haces aquí, amigo? ¿Qué te trae por el mundo terrenal?
Miguel apartó la mirada de Gabriel y se fijó en los demás. Les sonrío con una sonrisa amable. 
- ¿Quién es, Gabriel?- preguntó Marilin con un tono curioso.
- Es Miguel, el arcángel que comanda el Ejército de los Cielos.
- ¿Arcángel?- dijeron Ariadna y Pablo a la vez. Después se miraron. Durante unos segundos, sus ojos quedaron cruzados como flechas. Acto seguido bajaron la cabeza sin mirarse.
- Sí.- dijo Miguel con una sonrisa, cerrando los ojos. De la espalda del ángel salieron dos alas blancas como la espuma, grandes. Gabriel le sonrió, guiñándole un ojo, mientras que los demás quedaron boquiabiertos. El cuerpo de Miguel desprendía un brillo muy intenso, que transmitía tranquilidad y paz.- Vengo a avisaros, y a advertiros.
- ¿Qué problema hay, hermano?
- El Ejército de los Infiernos está ganando fuerza de nuevo, hermano. Satanás está reclutando a nuevas fuerzas del mal para que se unan a él y luchar contra el mundo de los Cielos y el mundo terrenal. Nosotros, los ángeles, estamos dispuestos a luchar, pero no somos tan fuertes como esperábamos. Necesitamos más ayuda.
- ¿Qué puedo hacer al respecto?- preguntó Gabriel boquiabierto.
- Primero de todo, debéis proteger el fénix, ya que Satanás pretende usarlo para resucitar a Abrahel y Baphomet. No debemos permitir que ocurra eso. Supondría una catástrofe a nivel de los tres mundos. Segundo, nosotros, los ángeles, estamos dispuestos a unir las fuerzas con tus amigos, esta gente de aquí, para derrotar al mundo Infernal. Así, tanto la humanidad como el reino celestial quedará salvado. Sólo así podremos proteger nuestra naturaleza, nuestra raza y nuestra paz.
Los chicos se quedaron callados. Doofy empezó a llorar y Dimitri la consoló con una corta canción, que hizo sonreír a Miguel, que seguía de pie frente a los demás. Gabriel se dirigió a sus amigos y los observó con una mirada triste. Luego los miró fijamente.
- ¿Estáis dispuestos a ayudarnos?
- ¿Sabes una cosa, Gabriel?- se apresuró a decir Ariadna.- Hace meses derroté yo misma a Abrahel. Pero no fui yo sola. Mis amigos me ayudaron, y aunque hubo pérdidas inesperadas, todos conseguimos alejar el mal de nuestro mundo. Pero no sólo mis amigos me ayudaron. También lo hiciste tú, que ahora también formas parte de mí, y de todos. Sin la espada celestial no hubiera podido acabar con Abrahel. Y ahora es el momento de devolverte el favor. Estoy deseando ayudar al mundo de los ángeles a recuperar la paz. Cuenta conmigo.
Pablo miró con una sonrisa a Ariadna, pero ésta ni siquiera le miró.
- Y conmigo.- añadió. Ariadna se molestó en mirarlo esta vez.
- Y conmigo también.- dijo Marilin.
La familia Benoit se miró entre sonrisas y asintieron con la cabeza.
- Estupendo.- dijo Miguel sonriendo de nuevo.- Gracias.
- ¿Qué tenemos que hacer?- dijo Ariadna, que se dio cuenta de que Gabriel estaba llorando en silencio de emoción.
- Por ahora esperar la señal.- dijo Miguel mirando al cielo.- Estoy seguro de que sabréis cual es. Sobre todo Gabriel.
Gabriel dio un paso adelante y le tocó la espalda a su amigo.
- Supongo que es mejor fracasar todos juntos...
- No fracasaremos, amigo. Confío en ellos. Confío en mi. Y en ti también.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.8)


CAPÍTULO 8
''CORAZONES ROTOS''

La historia de Gabrielle y los celos por Pablo habían dejado agotada a Ariadna. Su cabeza estaba de nuevo revuelta. Estaba segura de que no había nadie más confusa sobre la Tierra que ella. Y ya era decir. Se pasó los siguientes días metida en la biblioteca, intentando reflexionar sobre todo lo que había pasado, y tratando de buscar información en los libros satánicos de la familia Benoit sobre tintas invisibles y otros hechizos de ocultismo. Pasaba las páginas, las pasaba y las pasaba, pero su mente sólo estaba centrada en una cosa: Pablo. Tenía un miedo horrible a que Kasha, con sus encantos venenosos, lo atrapara hacia su mundo. Pensaba que Pablo sería su próxima presa. 
Se levantó por fin y abrió la puerta para salir de aquel lugar que le hacía pensar más en su tormento. Miró el reloj. Eran las doce de la mañana y faltaba poco para el almuerzo. Quizás debería de salir al jardín a tomar un poco el fresco antes de comer. Con el pensamiento de que ''todo iba a salir bien'' se dirigió al jardín, donde para su sorpresa, se encontró con Kasha y Pablo, y no de una manera que a Ariadna le agradase. Pablo estaba tumbado en el césped con la camiseta sobre la hierba, desnudo por la parte de arriba. Kasha le estaba dando un masaje en la espalda con aceite. Ariadna sintió una punzada horrible dentro de su corazón. Era el colmo de los colmos, lo último que estaba dispuesta a consentir.
- ¿MOLESTO?- preguntó Ariadna lanzando una mirada asesina a Kasha, que la miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Claro que no, cielo.- se atrevió a responder la joven Benoit.
- ¡Esto es lo que me faltaba...!
- Tranquila, Ari.- dijo Pablo interrumpiendo el masaje al notar la presencia de su chica.- Es sólo un masaje. No estamos haciendo nada raro.
- ¿ES QUE NO TE DAS CUENTA? ¡ESTA ZORRA VA DETRÁS TUYA!
Kasha no se molestó. Incitó a Pablo a seguir con el masaje, pero éste no quiso.
- Y tu sabiéndolo, podrías cortarte un poco, ¡imbécil!- gritó Ariadna a punto de llorar.
- Cariño, no sabía que Ka...
- ¡CÁLLATE! No me valen tus excusas de 'esto no lo sabía' o 'me acabo de dar cuenta'. Sabías perfectamente que todo lo que hacía Kasha estos días ha sido para separarte de mí. Desde el primer momento que te vio en la habitación, ha querido ir a por ti. ¡IMBÉCIL, IMBÉCIL!- gritó Ariadna rompiendo a llorar.
- Ari...- dijo Pablo intentando de consolar a Ariadna, pero de nada le sirvió. Aunque el chico quiso acariciarla, Ariadna le apartó la mano. Se fue corriendo, rota de dolor, mientras que él iba detrás de ella, ante la mirada arrogante de Kasha.
Ariadna corrió hacia su habitación y se echó en la cama, dejando que sus lágrimas empaparan las sábanas. Las cogió y las tiró al suelo con fuerza. Ivette y Ordog observaron la escena, pero no quisieron intervenir, ya que su mente pesimista se lo impedían. Pablo entró corriendo detrás de Ariadna, aún poniéndose la camiseta y lanzando gritos de perdón.
- Fuera...¡FUERA!
- Te recuerdo que ésta también es mi habitación.
- TE VAS O ME VOY.- zanjó Ariadna dando un ultimátum.
- Ariadna, por favor, he estado ciego. Perdóname. Volvamos a ser la pareja que éramos antes.
- Ya no hay nada, Pablo. Gracias a tu ignorancia lo has roto todo. ¡LO HAS ROTO TODO!
- Ariadna...
- Vete por favor.- continuó Ariadna, llorando con más intensidad.
Ordog se estremeció. Hizo una seña a Ivette para que se fueran y dejaron a los chicos solos. Pablo no tuvo más remedio que salir de la habitación sollozando, con la cabeza baja. Puso rumbo al salón, donde Ingrid estaba preparando la mesa.
- Ingrid, no pongas cubiertos para mí, no tengo ganas de comer...
- De acuerdo.- dijo Ingrid con un tono de voz apagado y oscuro. La sirvienta se quedó por un momento mirando al chico, que se sentaba en el sillón delante de la chimenea, que daba calor sin ser necesario.
- Lo hemos oído todo desde aquí. Las voces parecían truenos...- se atrevió a decir Ingrid.
- He sido un imbécil. No me daba cuenta de que Kasha...
- Siempre ha sido así. Kasha siempre fue una niña demasiado espabilada. Y nadie le paraba los pies, nadie. Ni siquiera su madre, que la quería con todo su alma, y la sigue queriendo...
- Ahora no sé que hacer. Me ha dejado...y la quiero.
- No es que sepa dar buenos consejos...mejor que hables con Ivette.
- No quiero hablar con nadie. O si no, volveré a liar las cosas aún más. Me voy al jardín, quiero estar solo...
Pablo se levantó del sillón sin ganas de nada. Su cabeza era una nube oscura y sin rumbo. Ingrid lo miró con preocupación.
- El amor no depende de quién, sino de cómo. Si no te rindes, es posible que te sorprendas.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó Pablo mirando a Ingrid con curiosidad. Pero al volverse, la criada ya se había ido. Pablo suspiró y se dirigió al jardín, a despejarse de todo lo que había pasado en unos minutos.

Tanto en el almuerzo como en la cena, Pablo y Ariadna estuvieron sin dirigirse la palabra. La familia entera había oído la discusión ya que las voces de Ariadna no eran muy silenciosas y se oían por toda la casa. Pablo estaba muy incómodo, sin poder acercarse a su chica. Ariadna no lo había mirado ni por un segundo, y sólo se limitaba a comer. La tensión también se vivió en los demás. Marilin y la familia Benoit menos Kasha estaban muy preocupados, y ésta se mostraba indiferente. Después de comer, Lionel cogió el diario y se sentó delante de la chimenea a leerlo una vez más, tratando de descubrir nuevos enigmas. 
- ¿Para que tenéis el fuego encendido? Hace calor.- dijo Marilin observando el fuego de la chimenea, que se asemejaba al plumaje de un fénix.
- Ahuyenta las malas influencias.- dijo Cynthia con una sonrisa.- Si Cazarel vuelve, le costará entrar en la mansión...
Lionel seguía embobado en el libro, pasó páginas hasta llegar a las invisibles y acercó bien los ojos para descubrir algo, pero no notó nada. De inmediato, las llamas del fuego iluminaron algo que nunca antes había visto en el diario. La tinta invisible se hacía visible y dejaba ver un par de páginas que antes estaban vacías. La tinta recorrió todo el papel, hasta convertirse en un texto. Lionel quedó sorprendido.
- ¡POR FIN!- gritó Lionel llamando la atención de todos.
- ¿Qué pasa ahora?- preguntó Damian de mal humor.
- ¡LA TINTA DEL PAPEL DE LAS HOJAS INVISIBLES YA SE VE! ¡HA SIDO EL FUEGO! ¡EL FUEGO AHUYENTA LA TINTA INVISIBLE!- gritó Lionel poniéndose de pie y sacando a Gabriel a bailar, celebrando su descubrimiento. Pero a Gabriel no le hacía mucha gracia.
- Leamos entonces.- zanjó Ariadna.

Hotel 666: La maldición de la familia Benoit (Cap.7)


CAPÍTULO 7
EL HIJO DEL HERRERO

Miguel fue enterrado a las afueras del jardín de la vieja mansión semejante a un castillo antiguo de la familia Benoit, en un descampado lleno de flores. Marilin derramaba lágrimas sin parar, consolada por Ariadna, que también dejó escapar alguna que otra lagrimilla. Todos contemplaron la lápida, nueva y llena de recuerdos. Marilin dio un paso adelante, contemplando como su vida se iba a través de la tierra. Después miró al cielo y pensó en el Ejército de los Cielos. Quizás los ángeles lo estuvieran cuidando allí donde su mundo estuviera. Pensó en todos los momentos felices que había vivido junto a Miguel y en como le empezó a gustar, hasta tal punto de quedar totalmente prendada de él. Pensó en que no lo iba a ver más y también pensó en las últimas palabras que él le dijo, que estaría en su corazón. Sonrió sin que los demás se dieran cuenta y una lágrima más surcó su rostro en dirección a su cuello. Se agachó y cogió unas cuantas flores que había en el suelo. Las posó sobre la tumba, jurando por Dios que se vengaría por su muerte. Ariadna acudió al lado de Marilin.
- Ven, cielo. Necesitas descansar...
- Estoy bien.- dijo Marilin aguantando las lágrimas.
- Tenemos que prepararnos para lo peor, Marilin. Cazarel puede volver en cualquier momento y necesitamos recargar las pilas para enfrentarnos a él y proteger el fénix.
- Está bien...- dijo Marilin secándose las lágrimas con su quinto pañuelo, bañado en dolor.

*

Gabriel seguía empeñado en revisar el diario de arriba a abajo. Quería descubrir aquellas letras ocultas que se escondían tras las páginas. Observó cinco veces seguidas el diario. Y volvió a leer la parte en la que Di Leandro hablaba de su hijo, Jonah:
''Jonah era un mozo extraño, no era como los demás niños del pueblo. Hacía cosas realmente raras, fuera del alcance de los hechizos y la magia. Cuando era pequeño, decidí no contarle nada, así que se lo oculté hasta los catorce años. Al principio me miró con ojos de fuego, luego se lo tomó medio bien y después bien del todo. Mi mujer no se sorprendió de su reacción. Aunque creo que siempre quiso proteger el fénix para que no le hicieran nada malo. La verdad es que era buen mozo en el fondo. Pero no era suficiente para mi ambición, y entre eso y otras cosas como su locura incurable, no quise quererlo.''
Gabriel releyó la última frase con los ojos como platos.
''Y entre eso y otras cosas como su locura incurable, no quise quererlo.''
Se paró un momento antes de seguir leyendo y luego cerró el diario de golpe y se puso en pie todavía sorprendido por lo que acababa de leer. Había descubierto que Marco no quería a su propio hijo por un problema mental. Encajaba todo. Jonah era diferente a los demás niños porque tenía algo en el interior de su mente que no lo dejaba ser normal. Gabriel corrió al salón, donde los demás estaban cenando, después de pasar una tarde llena de dolor por la muerte de Miguel. 
- ¡Chicos! ¡Creo que esto os interesa!- dijo el arcángel abriendo la puerta.
Ivette e Ingrid, las criadas, recogieron la mesa mientras los demás se sentaron en los sillones para escuchar a Gabriel. 
- Si habéis leído la parte del diario en la que aparece Jonah, deberíais de haberos dado cuenta en un detalle que puede pasar desapercibido, pero es importante.
- ¿Cuál?- preguntó Kasha con curiosidad.
- Mirad.- continuó Gabriel mostrando la parte del diario que contenía la información.- Jonah era el hijo de Marco, pero aunque fuese suyo, no lo quería de verdad. No sentía amor por su propio hijo. ¡Simplemente por ser diferente! Mirad donde pone ''por su locura incurable''. ¡Jonah tenía un problema mental! Eso le hizo diferente al resto de los chicos de su edad. La locura de ese tipo estaba mal vista en aquella época y está claro que Di Leandro era un herrero muy cerrado.
- Vaya...- dijo Cynthia leyendo el fragmento del diario.
- Que pena que no hubiera sobrevivido. Si su padre y su madre murieron cuando intentaron sobrevivir con ayuda del fénix, él hubiera podido rehacer su vida después, sin que nadie le hiriera sus sentimientos.
- NO MURIÓ.- bramó una voz tras Cynthia. Las luces del salón se apagaron. Se encendieron de nuevo, dejando ver a Gabrielle al lado de Lionel, que sostenía el verdadero diario.
- Me habéis mentido, ¡os dije que quería el diario!
- Dinos una sola razón para dártelo, Gabrielle. ¡Dinos lo que ocultas y te lo daremos!
- Está bien. Lo contaré. ¡CONTARÉ LA VERDAD!
Lionel sonrió satisfactoriamente. 
- Pero primero el diario, ¡ahora!- ordenó Gabrielle acompañada de un silbido fantasmal.
- Danos tu palabra, Gabrielle. ¡dánosla!- gritó Gabriel acercándose al espectro.
- Lo prometo.
Lionel le acercó a Gabrielle el diario y ésta se giró de espaldas, dispuesta a irse.
- Todavía me duele al recordarlo. Pero es la verdad y nadie puede escapar a la verdad, ni siquiera los fantasmas. Es algo que nos come por dentro y que, incluso, después de muertos, nos atormenta. Marco era mi marido, pero no era un santo. Santos en la iglesia, y no en mi casa. Era un mala sangre, un villano. Un ser que sólo buscaba satisfacerse a sí mismo y que le importaba tres cominos los demás. Jonah era mi hijo, mi único hijo. Lo amaba tanto que daría la vida por él. Y al día de hoy, lo sigo amando como el primer día. Pero nació con un problema mental que lo hizo diferente al resto de la aldea. Un problema que llevó al desprecio de su padre. Ese tipo de enfermedades estaban mal vistas en aquella época, pero yo era su madre y nunca lo odié. Yo era una de las pocas personas que pensaba que cada uno nacemos con defectos y virtudes y todas ellas tienen que ser respetadas, al igual que los defectos. Jonah nunca fue amado por su padre, y a la hora de usar el fénix, nadie se salvó. Excepto él. Cuando me convertí en lo que soy ahora comprendí que algo había propiciado a que se salvase, pero no sé que es. Jonah siguió viviendo unos cuantos años más, hasta que alcanzó la edad adulta. Guardó el diario de su padre y lo escondió en su propia casa. 
Gabrielle guardó un silencio temible.
- La casa que pisáis hoy era de mi hijo.- sentenció Gabrielle.
Lionel se quedó sorprendido, al igual que su mujer.
- Algo parecido me esperaba.- dijo Damian vacilando.
- Por eso me quería llevar el diario.- dijo Gabrielle.- Para ocultar la verdad y no levantar sospechas.
- MIENTES.- dijo Gabriel apuntando al fantasma con el dedo.
- No miento.- se defendió Gabrielle.- Sólo digo la verdad. Y ahora me retiro.
- Sigues ocultando algo. Podrás engañar a esta familia y a los chicos, pero a mi no.
- No tengo nada más que ocultar.
- Sabes que ocultan esas páginas invisibles, ¿no?
- ¿De qué hablas?
- Habla. Dilo de una vez. ¡HABLA!- exclamó Gabriel arrebatándole el diario al fantasma. Gabrielle intentó cogerlo pero Gabriel la esquivó
- No sé de que hablas...no sé...de...- terminó Gabrielle desapareciendo. 
Gabriel miró a los chicos y después a Lionel.
- Por eso quería el diario, porque sigue ocultando información...- dijo Lionel mirando a Gabriel con ojos llenos de pánico.
Ariadna miró al techo y después recorrió las paredes con los ojos, imaginándose como vivió Jonah en un pasado muy lejano, mientras Gabriel se marchaba a su habitación.