miércoles, 21 de diciembre de 2011

Hotel 666: El comienzo. Capítulo 2


BAPHOMET

Ariadna se despertó a la mañana siguiente con un profundo sueño. Miró a un lado y a otro de la habitación y descubrió que no estaba en su casa. Por unos momentos, no parecía acordarse de nada. Volvió a la Tierra y entró en razón. El viaje la había dejado muerta y su mente estaba hecha un caos. En menos de dos horas había entrado en un sitio extraño que parecía un cementerio y había recibido en forma de bomba miles de nombres de personas en su cabeza. Se levantó y se puso sus zapatillas. Retiró las sábanas con delicadeza e hizo la cama. 
- Buenos días, guapa.- dijo una voz acercándose a ella con una bandeja que contenía el desayuno.
- ¿Aquí no hay comedor?- dijo Ariadna sin reconocer la voz ni la silueta que veía sus borrosos ojos. 
- Ya ha cerrado. Te traje esto.- rio la voz, que era masculina.
Ariadna abrió un poco más los ojos y lo vio. Era Pablo, que tenía una impecable sonrisa blanca mañanera. Le colocó la bandeja con tostadas y leche en la cama y le acarició.
- Son las once de la mañana. ¡Eres una dormilona!
La chica se sonrojó. Un escalofrío de placer invadió su cuerpo. Pablo era, en esos momentos, su mayor apoyo. Agarró las sábanas de la cama recientemente hecha y sintió una punzada de quinceañera en su corazón. Pensó en la noche pasada, cuando todos contaron en el pasillo de las habitaciones el motivo por el cual se refugiaban en el hotel. Estuvieron bastante tiempo hablando antes de irse a dormir, por lo que se pudieron conocer mejor. Ariadna sentía que esa iba a ser su familia a partir de ahora.
''En Andalucía la vida es fantástica, tienes un buen clima y la gente es maravillosa. Pero quise cambiar de aires por un hecho que me marcó la vida: la muerte de mi novia. Estábamos muy enamorados, y un cáncer me la arrebató. Decidí quedarme aquí porque Débora no me iba a cobrar nada por la estancia. Ella solo quiere que seamos felices. Encontré trabajo y estoy la mar de feliz''
''Ser la única chica entre tanto hombre no es fácil, sobre todo si no hay alguna mujer con la que hablar y desahogarte. Trabajé varios años en el circo de equilibrista y, una vez, me caí y me rompí una pierna. Desde entonces se burlaron de mí en aquel sitio y lo que se había convertido en mi casa durante muchos años, se convirtió en el infierno. Por suerte, encontré a Débora y ella me recogió.''
''No sé si te lo he dicho antes, pero me apellido es Cannavaro. Felipe Cannavaro. Huí de Italia por problemas con la justicia. Me acusaron de asesino siendo inocente, y tuve que irme porque allí las cosas están muy mal. Débora se portó muy conmigo y me dio trabajo.''
Pablo se adelantó y cogió las manos de Ariadna.
''Todavía tengo aquel recuerdo en mi cabeza. Aquella estampa última de la Torre Eiffel, que sentenció mi destino. Mi padre estaba endeudado con unos mafiosos de Rusia y la pagaron conmigo ante la cobardía de mi padre, que huyó. Por más que quise pagarles lo que les debía mi padre, los rusos juraron muerte al hijo de aquel estúpido, yo, y me escapé, huyendo de la mala vida.''
Ariadna no pudo evitar emocionarse al escuchar a Pablo. Recordó el peor momento de su vida y lo lanzó al viento.
''Estoy aquí por un hombre. Éramos muy felices y nos queríamos a reventar. Pero el alcohol, las drogas y la locura madrileña hicieron que su mano quedara estampada en mi cara. Todos los días me daba palizas y, muerta de dolor, hice un día la maleta y me escapé de aquel infierno''
Ariadna volvió a la realidad. Sin duda, su vuelta al pasado no había sido del todo agradable. Pero volvió a sonreír al ver que Pablo le daña el cariño que necesitaba para vivir. 
- ¡Mira eso!- gritó el chaval al ver algo misterioso en la pared.
- Dios santo...- susurró Ariadna sin palabras.
En la pared blanca como la nieve, había aparecido durante la noche un rostro. Un rostro difuminado por los rayos del día. Muerta de miedo, Ariadna se recogió en los brazos de su acompañante. Pablo decidió avisar a Débora.
- Tenemos un problema. 
- Dios, ¡que horror!- gritó Marilin entre lágrimas.
- En esta habitación hay demonios.- dijo Débora, segura de sus palabras.
- ¿Demonios?- se aseguró Ariadna.- No existen los demonios.
- Nunca retes al diablo, querida. Llamaré a un exorcista.
Un anciano con aspecto de sacerdote visitó el hotel en cuestión de una hora. Tenía aspecto serio. Marilin decidió encerrarse en su cuarto. Estaba aterrada. Débora le explicó al exorcista que había sentido malas presencias en esa habitación, que sacara el demonio de allí inmediatamente. Abrió la puerta de la habitación. El anciano pidió que se le dejara solo. Contempló el rostro en la pared, que había cambiado de forma. Los ojos de la mancha eran rojos como el carmín. Los chicos junto con Débora esperaron a que el exorcista terminara su trabajo, excepto Marilin, que permanecía encerrada en su habitación, entreteniéndose para no perder la calma.
- De Jehová es su tierra y su plenitud...el que no ha elevado a cosas vanas...
El sacerdote sacó un crucifijo y una rosa blanca, mientras que leía un pasaje de la Biblia regando la pared con agua bendita. 
- Alzad, oh puertas, vuestras cabezas...y entrará el Rey de gloria...¡SAL DE AQUÍ!
Un destello procediente de la mancha dejó ciego al viejo sacerdote, que lanzó un alarido de dolor al aire. Débora, sudando, decidió entrar a ver lo que había sucedido después de que el silencio reinara durante varios minutos. La puerta se abrió sola. Los chicos entraron y descubrieron lo que no querían ver. El exorcista permanecía muerto en el suelo, con la cabeza decapitada. Bañado en sagre, sólo el tallo de la flor sobrevivió. El agua bendita se había secado, la Biblia estaba quemada y el crucifijo torcido. Débora observó, ante la sorpresa de lo chicos, que la mancha había desaparecido. En su lugar, había escrito en sangre un mensaje en aquella superficie gruesa.
''Os estoy vigilando. Yo lo sé todo''
Débora dejó caer gotas de sudor por la frente y se dirigió a los chicos. Marilin, que se había armado de valor, gritó al ver el cadáver del sacerdote. 
- Se ha ido. El demonio se ha ido.
- ¿Quién puñetas ha escrito eso?- dijo Felipe con una chispa de nervios en el cuerpo.
- Baphomet, el demonio que lo ve y lo sabe todo.- sentenció Débora.

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