sábado, 12 de febrero de 2011

Amor Eterno. Capítulo 9



Capítulo 9

''Mira las estrellas. Ellas son las únicas que no te traicionarán. Ellas son las únicas en las que puedes confiar. Algún día, cuando nuestra llama se apague para siempre, tu y yo, nos convertiremos en una de ellas. Estaremos juntos en el cielo, brillando para toda la eternidad.''

La sorpresa que Alan tenía preparada para Rose era preciosa. Como le dijo, a la noche siguiente, el chico fue a recoger a la chica de sus pensamientos a su casa y los dos se fueron a un lugar totalmente vacío. Alan le tapó los ojos a la confusa chica que sonreía y confiaba en su amigo.

- Ahora no mires. Sólo siente y adivinarás el lugar donde pisan tus pies.
- Estoy deseando saber que es. Sentiré.
Los pasos de la chica eran inseguros. Al no ver, se ponía cada vez más nerviosa. De pronto, un olor a flores repasó su nariz, adentrándose en una fantasía placentera. Alan miraba a Rose con cariño y sus miradas eran muy dulces. Estaba dispuesto a conquistarla al precio que fuese necesario.
- Ya falta poco. Sigue sintiendo. Nunca pares de sentir. No hace falta la vista. No hacen falta los ojos. Solo hace falta el corazón.
- La verdad es que cada vez me mata más la curiosidad…
El último paso de Alan fue suave. Rozaron una tela de color blanco y azul y el chico ayudó a Rose a sentarse. Acto seguido, le destapó los ojos. Rose no pudo contener la emoción.
- No sé si te gusta observar el cielo pero…
- No tengo palabras Alan. Gracias de verdad…es tan bonito…
- Mira las estrellas. Ellas son las únicas que no te traicionan. Ellas son las únicas en las que puedes confiar. Algún día, cuando nuestra llama se apague para siempre, tú y yo, nos convertiremos en una de ellas. Estaremos juntos en el cielo, brillando para toda la eternidad.
El paisaje estrellado era digno de contemplar. Todo el paisaje estaba repleto de aquellos astros que al chico le hacían soñar.
- Veo las estrellas y parecen inmortales. Como dices, nunca te traicionan y solo en ellas puedes confiar. Siempre están ahí, viéndote desde arriba. Parecen reinas. Reinas de la noche. Su luz es tan misteriosa, tan hermosa…
- Pensaba que te gustaría observar este bello paisaje y… traje este mantel y comida. Nos quedaremos aquí esta noche. Es un lugar bello pero no pasa nadie nunca. Esta reservado para las parejas. Nosotros solo somos amigos pero…me gustaría compartir esto contigo. ¿Te atreves?

- Claro Alan. Siempre he querido dormir bajo las estrellas.


Alan giró la cabeza hacia el este.
- Mira, ¡hacia allí! Estoy alucinando…es…La Luna. Esta noche parece que nos va a comer. Está inmensa. ¿La ves?
- Parece una gran perla blanca. Es preciosa. Oculta tantos secretos...
- ¿Sabes cómo la llamo? Emperatriz de la noche.
- Vaya, eso me decía mi madre cuando era pequeña. Me contaba que La Luna era la emperatriz de la noche y las estrellas eran las damiselas, bellas damiselas.
Rose abrazó a Alan con fuerza.
- Nunca te alejes de mí, Alan.
Alan se sorprendió y le pasó el brazo por la cintura. Después, empezaron a sacar cosas de la mochila que llevaban y comieron. El cielo era lo más bonito que había visto Rose desde que salió del hospital…o eso creía. Posiblemente, algo bonito que también sucedió fue haber conocido a Alan.

*

Bianca y Steve terminaban de hacer el amor una noche más. Últimamente, la chica tenía más ardientes deseos de lo normal. Pese a juventud, estaba muy espabilada. En la cama y cansado, Steve se preguntaba como estaría Rose después de haber recibido su visita y la de su chica.
- La tenemos en nuestras redes. Ahora podemos manipularla.
- ¿Tú crees?
- Es fácil de llevar…
- ¡No quiero jugar con ella! ¡Solo quiero quitarla de en medio!

- Para el carro, fiera. Primero, aprovecharemos la situación.


- Espero que no te hagas muy pesado. Cuanto antes muera, mejor.
- Bianca…déjame ser feliz.- rio Steve besando a la chica.
La pistola de los chicos descansaba en la mesita de noche, esperando a ser utilizada. Rose, por su parte, debía de guardar el secreto. Alan nunca debía de saber que su hermana y Steve habían pisado su casa. De lo contrario, la vida de ella y de él correría peligro. Mientras abrazaba a Alan, Rose recordaba esos angustiosos momentos en los que la hermana de su príncipe le amenazaba y le apuntaba con la pistola. Era horroroso. Trató de no pensar en eso y siguió contemplando el cielo. Alan, parecía cada vez más satisfecho de sí mismo. Estaba seguro de que pronto, Rose y él serían la pareja más feliz del mundo.

Este capítulo de Amor Eterno va dedicado a dos personas. La primera persona es Adela Delgado que es una excelente persona y muy buena amiga. Siempre hacemos locuras juntos y la quiero un montón. La otra persona es Agustina, que le doy las gracias por apoyarme en esta novela y le animo a seguir leyéndola. 

Muchas gracias. Va por vosotras.

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