Capítulo 8: HELENA
El aeropuerto de Washington D.C estaba tranquilo. Helena salía del recinto con una gran sonrisa en la cara. Era muy temprano y hacía un día esplendido. El jaleo del tráfico de la ciudad se empezaba a oír conforme la chica se dirigía a casa de una de las personas más importantes de su vida en un taxi. El Sol resplandecía en lo alto del cielo y casi no había nubes. El cielo estaba completamente desierto, azul intenso. La gente se movía de un lado para otro. Helena miraba las ruedas del taxi y pensaba en esa persona especial. Pronto volvería a verla. De repente, el coche se paró. La chica pagó al taxista y se bajó del vehículo. Subió los escalones de una casa grande y sencilla y tocó al timbre. Segundos después, alguien abrió.
- ¡Verónica, hermana!- gritó Helena.
- ¡No me lo puedo creer!
Las dos chicas se abrazaron fuertemente.
- ¡Has venido! ¡Qué alegría! ¿Te quedas?
- Sólo una temporada. Vengo de visita.- rio Helena.
- Pasa, tenemos tanto que contarnos…
La hermana de Verónica pasó dentro de la casa de ésta, con sonrisas y palabras sueltas de cariño. Helena conocía a los amigos de su hermana desde hace tiempo y siempre se llevó con todos muy bien. Verónica sentó a su hermana en el sillón y le empezó a contar todo lo que había ocurrido con Bianca. Cada palabra de la chica que salía de su boca, era un puñal para Helena que quedaba asombrada de la maldad que tenía.
- No sólo Bianca nos causó daño. Daniel ha vuelto.
- ¿Daniel? ¿Tu ex?
- Sí…cree que Richard es mi novio y quiere matarnos…
- ¡Pero será salvaje! ¡Tienes derecho a rehacer tu vida!
- Eso él no lo entiende. Tengo miedo.
- No te preocupes, hermana. Yo estoy aquí para protegerte.
Alguien llamó a la puerta. Verónica fue a abrir. Era Lily. Al encontrarse con Helena, le arreó un fuerte abrazo.
- ¡Pero qué alegría verte!- gritó Lily llena de emoción.
- Estoy deseando veros a todos.- sonrió Helena mirando a las chicas con dulzura.
- Creo que hoy no es un buen momento. Ray y una tal Brenda están en comisaría.- dijo Lily bajando la cabeza.- He venido para avisarte.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Verónica con los ojos como platos.
- Ray ha agredido esta mañana a una chica llamada Brenda en plena calle. Los testigos han dicho que ha sido una gran paliza.
- ¡Dios mío!- exclamó Helena.- ¿Cómo ha podido Ray hacer algo así?
- No lo sé, Helena.- dijo Lily.- Alan, Rose y Richard están en comisaría. Vamos, tenemos que saber lo que ha pasado realmente.
Las tres chicas cruzaron la puerta y la cerraron con un estruendo. Con rapidez, se dirigieron a la comisaría para averiguar el motivo de la agresión. Se encontraron a Richard, Alan y Rose en una sala de espera.
- ¡Vaya Helena!- exclamó Alan.- ¡Qué alegría verte! Esta es Rose, mi esposa.
Rose se levantó de la silla y saludó a la hermana de Verónica.
- Encantado.
Richard hizo lo mismo pero el ambiente no estaba para sonrisas, a pesar de la emoción. Ray y Stephanie llevaban más de media hora encerrados, hablando con el comisario. Quince minutos después de la llegada de Helena, los chicos salieron de la sala. Ray presentaba lágrimas por todos los lados y Stephanie estaba fría, como si no hubiese pasado nada.
- Voy a ir a la cárcel, voy a ir a la cárcel.- se lamentaba el chico con la mirada baja.
- No digas eso, Ray.- le animaba Alan.- ¡Seguro que fue un impulso!
- Por mí te puedes morir…creía que me querías.- fingió Stephanie.
- ¡Cállate!- bramó Ray enfadado.- TU TIENES LA CULPA DE TODO. FUISTE MÍA Y LO SEGUIRÁS SIENDO, ¡POR SIEMPRE!
- Se acabó, Ray.- sentenció la chica.- Hasta nunca…
Con paso ligero, Stephanie abandonó la comisaría. Ray, destrozado, se precipitó a llorar en los hombros de Alan. Los demás le animaron, pero nada pudo aclarar el corazón negro y hundido del chico.
*
El Sol dio paso a la misteriosa Luna. La noche cayó sobre Washington D.C, como una capa de niebla intensa. Las pocas luces de la Black Faith brillaban en la oscuridad como una casa fantasma. Stephanie estaba con Bianca en el salón. Las dos tenían su mirada clavada en el reloj.
- Pronto será la hora de empezar el juego…el juego final.- susurró Bianca.
- El final de Ray está cerca. Quedan escasos minutos…
- Me siento tan bien al saber que todos los malnacidos amigos de Alan van a tener su debido castigo, por lo mal que me han tratado…
- Muerte…me encanta esa palabra…es tan sabrosa…
El reloj marcó las doce de la noche. Las chicas se levantaron y salieron a la calle. Stephanie cogió el móvil y le mandó un SMS trampa a su víctima.
‘Soy Brenda. Tenías razón, solo soy tuya. Estoy arrepentida y quiero que me vuelvas a hacer el amor como aquella noche. Quiero volver a amarte porque me he enamorado de ti. El pasado quedó atrás. Nos vemos a las doce y cuarto en el parque donde nos conocimos’
La madrugada se abalanzó sobre Bianca y Stephanie, que aligeraron el paso para llegar al parque mencionado en el SMS. Se sentaron en el mismo banco donde se conocieron los chicos y esperaron a que llegara Ray. Éste no tardó mucho en caer en la trampa.
- Ya estoy aquí, Brenda. Por fin has entrado en razón. Te deseo tanto que voy a olvidarlo todo por ti…
- Creo que no te dará tiempo de eso.- rio Bianca levantándose del banco y sacando una pistola.
- ¿BIANCA?
- Cierto. Vas a pagar caro por haber agredido a mi compañera.- amenazó Bianca apuntando con el arma a su rival.
- Has vuelto…- dijo Ray cargado de miedo. Las piernas le empezaron a temblar.
- Mi nombre real es Stephanie y no Brenda. Todo era mentira. El pasado que te conté era falso. S-o-r-p-r-e-s-a.
Ray no podía creer lo que estaba oyendo. Todo hasta ahora relacionado con Brenda era mentira. Detrás de la hipocresía, solo se escondía una traficante de drogas, amiga de Bianca.
- Mi objetivo es acabar contigo y con todos los seres queridos de Alan.- susurró Bianca riendo.- Ahora, ha llegado la hora de que le digas adiós a Brenda, ¡Y A ESTE MUNDO!
- ¡NO DISPARES! ¡No te servirá de nada!
- ¡A MI CONCIENCIA…SÍ!- bramó Bianca, apretando el gatillo y disparando directo a la cabeza del chico. Después de un sonido seco y un grito de dolor, Ray cayó muerto al suelo bañado de sangre. Stephanie reventó a carcajadas mientras Bianca cogía el cuerpo sin vida de Ray y lo colocaba en el banco. Esa noche, Ray era un objeto inerte más del solitario y oscuro parque.