LA NOCHE DEL GATO
Eran
más de las doce de la noche cuando Vetmi absorbió el humo de su último
cigarrillo y se dispuso a bajar la calle de la ciudad. Todas las ventanas
estaban cerradas. Se podía decir que ningún alma se atrevería a pisar aquellos
charcos que brillaban a la luz de la nublada Luna. Mientras bajaba la increíble
cuesta que adornaba la calle principal, tiró el cigarrillo hacia una farola
cercana y se paró en seco a pensar en unas cuantas cosas que rondaban en su
cabeza.
<<
¿Por qué la mala suerte me acompaña estos últimos días? Me doy asco. Ahora sí
que me arrepiento de no haber vivido mi vida; he desperdiciado mi única
oportunidad de ser feliz. >>
-
¿De verdad crees eso?- preguntó una voz a sus espaldas.
Vetmi
miró hacia ambos lados pero no vio nada. Se preguntó quien habría sido capaz de
leerle la mente. Quizás serían imaginaciones provocadas por los sorbos de la
botella de ron que llevaba en la mano. Miró detrás de la farola, pero no vio
absolutamente a nada ni a nadie.
-
¡Quién anda ahí! ¡Sal de donde estés!
No
hubo respuesta. Creyendo que todo había sido una ilusión provocada por el
alcohol, siguió caminando. Esta vez, estaba llorando. Sus lágrimas bañaban su
rostro como si fueran gotas de rocío que señalaban el amanecer. Pero claro,
pensó que todavía quedaban muchas horas para el amanecer.
-
No huyas, humano. Sé por qué estás aquí.
Vetmi
volvió a mirar a ambos lados de la calle, pero no había nadie. ¿De dónde
procedería la misteriosa voz que parecía querer dialogar con él? De pronto,
Vetmi no creyó lo que estaba viendo. Un gato, acompañado de otros de su
especie, se acercaba sigilosamente al pobre desgraciado. Vetmi se situó debajo
de otra farola para verlos mejor. Se hizo el silencio. Los ojos del gato que
iba en cabeza brillaban en la oscuridad de la noche. Mostraban elegancia y
firmeza a la vez, una mezcla entre misterio e ironía. ¿Cómo podía Vetmi captar
todas esas sensaciones si el gato era sólo un animal? Cada vez estaba más
convencido de que no debería de haber bebido tanto.
-
Así que vagas por las calles tentando al destino, humano aventurero…
Vetmi
no era consciente de lo que estaba presenciando: el gato hablaba. ¡Hasta le
pareció que sonreía! Los demás gatos se apartaron del que estaba en cabeza, que
se acercó aún más a Vetmi. Éste dio un paso atrás.
-
¿Qué eres?- preguntó Vetmi asustado, soltando la botella de ron y sacando la
navaja que llevaba encima.
-
Soy un gato, normal y corriente, ¿no me ves?
-
¿Y cómo puedes hablar? ¡Eres un animal! ¡Los gatos no hablan!
-
Yo soy un gato especial.- dijo el animal mientras sus compañeros se desvanecían
en la oscuridad, maullando lentamente.
Vetmi
estaba realmente asombrado. Por una parte, estaba allí, al pie de una farola,
hablando con un gato sin haberlo visto nunca antes. Por otra, miles de
emociones y sentimientos trágicos de su vida se arremolinaban en su cabeza.
-
La muerte no es la mejor solución, amigo.
-
¿Quién dice que me voy a suicidar? ¡Tú no sabes nada, gato!
-
Oh, sí lo sé. Esa navaja no la vas a usar conmigo, sino contigo.
-
Pero qué dic…
-
Piensa un segundo, humano. Lo has perdido todo, ¿cierto? Has perdido tu casa,
el banco te la ha embargado como si de un juguete se tratara. Tu dinero ha
desaparecido, simplemente por el hecho de que te lo has gastado todo en
alcohol, y bueno, en esa navaja vieja que tienes entre los dedos. Por último,
el amor de tu vida ya no te ama, sino que te ha sido infiel con otro hombre.
¿No son esas suficientes razones para suicidarse?
-
¿Cómo sabes todo eso? ¿Quién eres? ¿De qué me conoces?
-
La cuestión no es ‘por qué se todo eso’, sino ‘por qué no tratas de olvidarlo’.
¿Sabes? La vida es demasiado corta para arrepentirse, y no creo que en la vida
eterna te dejen hacer lo que hiciste en esta.
-
¿A qué te refieres?
-
Me refiero a muchas cosas. Tu vida es esta y tú tomas el control de ella. Nadie
tiene que vivirla por ti. Eres tú el que toma decisiones, el que se lleva los
malos tragos, el que aprende a ser valiente. ¿Y vas a tirar por la borda todo
el esfuerzo que hiciste con una simple navaja de mercadillo?
-
¿Y a ti que te importa mi vida? ¿Por qué me dices esto?
-
Te recuerdo que tengo siete vidas, y estoy viviendo mi segunda oportunidad,
humano. Ya sé cómo va el juego.
-
Vivir… ¿de qué sirve vivir cuando no tienes lo que quieres?
Vetmi
miró al gato unos segundos. Le dio de nuevo la sensación de que el animal
sonreía irónicamente. Sus ojos cada vez brillaban más. Vio que caminaba hasta
posarse sobre un escalón de la acerca. Acto seguido, se lamió la pata, como si
estuviese disfrutando de la sensación.
-
Mejor dicho, ¿de qué sirve vivir cuando no sabes hacerlo? Vivir no se trata
sólo de tener corazón y latidos para alimentarlo. Vivir significa disfrutar de
todos los momentos buenos y malos que tiene la vida. Los buenos permanecen como
recuerdos inolvidables. Los malos pasan a formar parte de la experiencia.
Tienes que vivir al máximo, nunca se sabe cuando puedes morir.
-
Quizá la muerte sea la única que me comprenda ahora mismo…
-
La muerte no comprende a nadie. Sólo se limita a hacer su trabajo: marcar el
fin de la vida. La muerte es tu mejor amiga, pero no tienes que darle el gusto
de caer en sus brazos tan fácilmente. Pónselo difícil, juega con ella y
diviértete tomándole el pelo.
Vetmi
se sentó bajo la farola, en el escalón, a escasos metros del gato, que seguía
relamiéndose como si estuviera alegre por algo.
-
Sal ahí afuera y demuéstrale a todos que te mereces una oportunidad.
-
No quiero falsas oportunidades. Sólo quiero ser feliz. Pero parece que todo el
mundo me ha dado la espalda. No puedo hacer lo que quiero. Siempre hay factores
externos que me lo impiden.
-
Oh, cielos. ¿Vas a impedir que la locomotora de tu autoestima se pare
bruscamente? ¡Ve de fiesta, haz locuras y diviértete!
-
Si eso fuera tan fácil…
-
No eres tan mayor.- se atrevió a decir el gato mirando al pobre hombre con ojos
convincentes.- Todavía te queda mucha vida por disfrutar. Tu cuerpo es bello y
sano. Disfruta de las miles de personas que te están esperando fuera de esta
farola. ¿Por qué reprimirte cuando te puedes entregar perfectamente al placer
de la carne? Los seres humanos tenéis necesidades, y una de ellas es la lujuria.
Os hace sentir bien.
-
No me puedo creer que un gato me esté hablando de esto…- dijo Vetmi asombrado,
al borde de la locura.
-
Piénsatelo bien, amigo. ¿Por qué huir del regalo de la vida si puedes pasarte
noche tras noche siendo un lobo hambriento?
El
gato sonrió. Hizo un gesto para que Vetmi le siguiera. Éste, aún sin creerse
que estaba conversando con un gato en mitad de la noche, le siguió con miedo.
El animal le condujo a un lugar que parecía un pequeño descampado lleno de
basura. Allí había unos cuantos cubos de basura y una tremenda y escalofriante
oscuridad. De las tinieblas empezaron a surgir siluetas que parecían fantasmas,
aunque sólo eran gatos maullando. Se acercaron a Vetmi y lo envolvieron como si
fueran espectros transparentes. Vetmi intentó apartarse a los animales de
encima pero estaba paralizado. ¿Qué le estaba pasando? Sentía que un sudor frío
le azotaba la frente. Estaba agobiado. Sentía una sensación horrible, entre el
miedo y la desesperación. Mientras, el gato parlanchín y de ojos brillantes le
miraba con una sonrisa. Vetmi dejó caer la navaja y notó como los espectros que
lo envolvían iban desapareciendo poco a poco.
-
¿Qué me has hecho?
-
La pregunta no es esa, humano. La pregunta es: ¿Qué has hecho tú?
-
¡Esos fantasmas me han hecho perder la razón!
-
No estás loco, amigo mío.- continuó el gato relamiéndose de nuevo la pata. Sus
ojos se clavaron en los de Vetmi, acompañados de una sonrisa pícara y blanca.-
Sólo estabas disfrutando tus últimos momentos de vida terrenal, si quieres
llamarlo así…
-
¿Quieres decir que…?
-
Exacto, humano. Te di la oportunidad de escapar cuando te hice la señal para
que me siguieras hasta aquí. Pero no fuiste un chico listo. Desaprovechaste la
última oportunidad que te dio la vida bajo la farola.
Vetmi
dio un paso atrás y miró al gato con rabia. Intentó escapar pero más de veinte
gatos le cortaban el paso con gestos de enfado. El gato que hablaba caminó
despacio y lo miró con una sonrisa.
-
¿Alguna vez has visto a un gato sonreír, humano? Porque esta es la última vez
que lo vas a ver.
-
¿Qué eres en realidad? ¡Tú no eres un gato normal y corriente!
-
Tenías que haberme acusado de esa manera la primera vez. Te hablé sobre los
placeres de la vida, del regalo de nacer y morir viejo. De que la muerte
todavía no está lista para recibirte. Y aún así, decidiste seguirme después de
la charla asumiendo todas las consecuencias. Efectivamente, no soy un gato
normal y corriente. Soy algo más poderoso y oscuro que eso.
El
animal caminó algunos pasos hacia una pared que protegía el descampado y su
sombra se proyectó bajo unos focos encendidos que pertenecían a una fábrica
cercana. Vetmi pudo comprobar que no era una sombra normal de gato. Era como si
su estatura hubiera cambiado; ahora era más alto. De su cabeza no salían dos
orejas, sino dos cuernos de cabra bastantes grandes. La cola se volvió más
larga y las patas de gato se convirtieron en pezuñas. El gato con el que había estado
hablando desde el principio no era un animal. Era el mismísimo demonio.
-
Dios mío… ¡SOCORRO!
-
¡Tuviste la oportunidad de ver mi sombra bajo esa farola, ya que su luz la
proyectaba en la pared! ¡Pero estabas demasiado ocupado pensando en si mi voz era
real o no! Perdiste tu tiempo, ¡como lo has hecho durante toda tu vida! Tu mala
suerte sólo es culpa tuya, y no del dinero, ni de tu casa ni de tu esposa.
¡Fuiste tú el que desaprovechaste todas las oportunidades que te ofreció la
vida! ¡Aún estando al filo de la muerte, pudiste escapar de mis garras! ¡Pero
decidiste seguir a un gato que habla en vez de ser feliz y escapar! Un pobre
desgraciado, ¡eso es lo que eres!
Vetmi
se quedó petrificado. Los gatos que le cortaban el paso se iban acercando cada
vez más a él. Satanás mantenía sus pezuñas en alto, dispuesto a atacar. Vetmi
se agachó y cogió la navaja que antes se le había caído cuando estaba
aprisionado por los espectros. Miró al demonio por última vez con lágrimas en
los ojos y puso la navaja frente a su pecho.
-
Todavía me queda una salida.
-
¿Una salida? ¡No me hagas reír! ¿Es lo único que se te ocurre decirme segundos
antes de ser despedazado por el demonio y más de veinte gatos?
-
Cuando ya no hay puertas para abrir y encontrar caminos, la única cosa que te
queda por hacer es salir de la puerta en la que estás.
Vetmi
miró al cielo y se penetró la navaja en el corazón. Cayó al suelo con el pecho
ensangrentado. El demonio lo observó con una sonrisa pícara. Los demás gatos se
desvanecieron. Satanás se acercó al cadáver de Vetmi y lo observó
minuciosamente.
<<Nadie
escapa así como así de mi, humano>>. Y desapareció.
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