CAPÍTULO 12
EL SECRETO DEL FÉNIX
- ¡No! - gritó Pablo, quien empezó a sollozar de rabia al ver que su chica estaba a punto de enfrentarse a la muerte.
- No lo hagas, Ariadna.- añadió el arcángel Miguel, sujetándola del brazo.- Es demasiado fuerte. No podrás con él.
- Deberías saber, Miguel, que soy capaz de dar la vida por mis amigos. ¿O tú no harías lo mismo por Gabriel? ¿O por alguno de los tuyos?
Miguel se quedó callado. No podía soportar admitir la realidad. Ariadna tenía razón. Si él estuviera en una situación así y Cazarel hubiera hecho daño a alguno de sus amigos, él sin duda se enfrentaría a él y estaría dispuesto a salvar la vida de los suyos.
- ¡No sabes nada, estúpida!- chilló Cazarel volviendo a rozar el fénix.- ¡Después de que tu cuerpo caiga sin vida sobre el suelo de esta habitación, todos tus amiguitos van a ser despedazados por mis propias manos! ¡No dejaré a nadie vivo!
- Enfréntate a mi, Cazarel. Deja que los demás vayan al jardín con el ejército de los Cielos. Si muero, volverás al infierno con el fénix. Si yo te derroto a ti, el fénix se quedará. ¿Trato hecho?
- ¿Dejar escapar a toda esta gente? ¡ESTÁS LOCA! Impugno la negociación.
- ¡NO LO HAGAS, ARIADNA!- exclamó Pablo desde el otro lado del fénix.
- Cazarel, le arrebataste la vida a mi amigo. ¿Y todavía tienes la poca valentía de no enfrentarte a mí? No te importará arrebatar una vida más.
Cazarel se quedó pensando mientras miraba el fénix detenidamente. Luego miró a todos y cada uno de los que estaban en la habitación, incluidos la familia Benoit, que seguían inconscientes en el suelo. Se apartó del fénix y se dirigió a Ariadna, con una mueca de odio en su rostro desfigurado y podrido. Luego le rozó la cara con la garra y posteriormente, el cuello. Pablo le lanzó al diablo una mirada de asco y rabia.
- Está bien, humana. Luchemos los dos pues. ¡TODO EL MUNDO FUERA! ¡CONTEMPLAD A ESTA CHICA BIEN PORQUE SERÁ LA ÚLTIMA VEZ QUE VEÁIS LUZ EN SUS OJOS!
- ¡NO, ARIADNA, NO, NO!- chillaba Pablo mientras Miguel hacía un esfuerzo para sujetarlo.
- Pablo, te quiero.- sentenció Ariadna mientras aparecía en su mano la espada celestial con la que había destruido a Abrahel. La apretó fuerte, dispuesta a usarla de nuevo. La chica lanzó una mirada de amor a Pablo, que se movía desesperadamente en los brazos de Miguel. Luego miró a Marilin y ésta asintió, en señal de aceptación y respeto. Miguel silbó y aparecieron doce ángeles que se llevaron a la familia Benoit al jardín. Cuando la habitación se hubo quedado solo con Cazarel y Ariadna, ésta sintió cada vez más fuerte su destino.
- Que tonta elección el morir sola.- farfulló Cazarel con un tono malicioso.- Aunque también es mejor que tu amorcito no vea como te arranco el corazón con mis propias garras.
- Todavía estás a tiempo de volver a tu mundo y dejarnos en paz.
- No tengo intención de mostrar mi cobardía todavía. Prefiero luchar contigo, vencerte y volver triunfante con esta reliquia que tienes ahí.- dijo Cazarel señalando el fénix de plata.
- ¡JAMÁS!- gritó Ariadna corriendo hacia Cazarel, espada en mano.
Cazarel observó como la chica se acercaba a él, entre miradas de rabia y miedo. Sus ojos rojos se dilataron aún más. Puso las garras en alto, como si estuviera dispuesto a atacar en cuanto Ariadna llegara a la altura de su pecho. Tenía la intención de degollarla. Pero la chica se paró antes de llegar demasiado cerca y volteó la espada. Cuando el arma estaba a punto de partir en dos a Cazarel, éste la paró con las garras. Ariadna quedó impresionada. Cazarel era más veloz que Baphomet y Abrahel juntos.
- Esa técnica está demasiado vista...tendrás que recurrir a otros medios si quieres derrotarme, humana.
Cazarel miró fijamente a Ariadna y le dio un puñetazo con la garra en la cara, lo que hizo que la chica volara por los aires y fuera a parar al otro lado de la habitación, chocando contra la pared. Un hilo de sangre corría por la cabeza de la chica. Cazarel se acercó a ella riendo.
- ¿CREÍAS QUE PODÍAS VENCERME CON UN SOLO MOVIMIENTO DE ESA ESPADUCHA? ¡EL PODER INFERNAL ES MUCHO MÁS ASOMBROSO! ¡ESTE ES TU FINAL, HUMANA!
Cazarel levantó la garra y, tras tres segundos, la incrustó en el pecho de Ariadna, atravesándola. Ariadna pudo notar como se le nublaba la vista, como todo empezaba a oscurecer. Miró hacia abajo. La garra de Cazarel le atravesaba el cuerpo, cubierta de sangre. Parpadeó unos momentos y sólo pudo oír la risa del demonio, que se regocijaba en su victoria. Pero había alguien más en aquella habitación. Alguien que ella conocía muy bien. Era Pablo. Había cogido la espada celestial, que había ido a parar a un extremo de la habitación cuando la chica había salido despedida por el golpe mortal de Cazarel. Segundos después volvía a ver oscuridad. Pero su vista mejoró momentos después. Observó que Pablo le clavaba a Cazarel la espada en la cabeza, y luego en la espalda, y luego en los pies, y luego en el pecho, y luego en el cuello. La espada brilló, anunciando la derrota de Cazarel. El demonio cayó al suelo cubierto de cortes del tamaño de trenes. El ladrón había muerto.
- Ariadna, ¿estás bien? ¡Ariadna!
Pablo soltó la espada y fue a socorrer a su chica, que yacía moribunda junto a la pared. Sus ojos, como dijo Cazarel, estaban perdiendo su luz. Miguel, Marilin, Gabriel y Pablo entraron corriendo, parándose en seco cuando vieron el cuerpo cubierto de sangre de Ariadna. La chica miró por última vez a Pablo, que lloraba sin cesar. Le besó y le susurró un ''te quiero'' con suavidad. Acto seguido, cerró los ojos y giró la cabeza hacia un lado para descansar eternamente. Pablo, que sostenía su cuerpo en sus brazos, lanzó al aire un grito de angustia y dolor mientras acariciaba el rostro del cuerpo sin vida de Ariadna. Luego la besó por segunda vez y derramó sus lágrimas en su cuello. Marilin también comenzó a llorar, muerta de miedo. Gabriel y Miguel bajaron la cabeza.
Pero en ese momento, el fénix empezó a brillar. Emanaba una luz púrpura que asombró a todos los presentes en la sala. Pablo dirigió la mirada al fénix, cuya luz se reflejaba en los cuerpos sin vida de Cazarel y Ariadna. Una voz se hizo oír entre el silencio de la luz púrpura:
''El amor nos hace fuertes, aunque el camino para llegar a conocerlo sea duro.''
Las palabras de la voz resonaron en Ariadna. La luz púrpura se trasladó desde la estatua del fénix de plata hasta el corazón de la chica. Segundos después se apagó. Sin poder creerlo, Pablo observó como Ariadna abría los ojos lentamente. Los demás se acercaron con curiosidad y pudieron comprobar que, efectivamente, Ariadna estaba viva. Pablo la besó intensamente y le ayudó a levantarse.
- Era el amor.- dijo Gabriel sonriendo.- El amor era la contraseña para activar la inmortalidad del fénix de plata. Por eso Marco y Gabrielle no sobrevivieron, porque no se amaban, ya que Marco prefería a Mary Jeth. Y por eso Jonah siguió vivo, porque, a pesar de no ser querido por su padre por ser un enfermo mental, su madre si lo quería, con todas sus fuerzas.
- Tú has demostrado tu amor por Ariadna al llorar por su muerte, Pablo. Y eso ha hecho que ella goce del privilegio de la inmortalidad. Pero me temo que no por mucho tiempo, ya que, al haber estado muerta, desaparece el efecto.- dijo Miguel sonriéndole a Pablo.
En el jardín, un montón de ángeles celebraban la victoria de Pablo, junto con la familia Benoit, que ya había recuperado la consciencia, Marilin y Ariadna. Gabriel le sonrió a Pablo y le lanzó una mirada de ''esta vez has sido tú el héroe de la humanidad''.
- No puedo creer que hayas sido capaz de vencer al esbirro más fuerte de Satanás.- dijo Damian mientras miraba a Pablo con una mueca de confusión.
- Cuando te han arrebatado a lo que más quieres, no tienes nada que perder.
- Bien hecho, Pablo.- le dijo Lionel abrazándolo fuerte.
Los ángeles levantaron sus espadas en alto en honor a la victoria de Pablo sobre Cazarel. Ariadna sonrió y besó a su chico con más fuerza que nunca. Millones de gritos y aplausos hicieron que Pablo se sonrojara. Una vez más, la humanidad quedaba a salvo de los planes de Satanás. Pero alguien todavía tenía una conversación pendiente con Pablo. Y estaba detrás de él, mirándolo fijamente.